"Confesiones, y... ¿Qué diablos paso con mi torta?"
Narra Emma:
Abro la puerta de mi departamento y doy un respiro. Me duele el cuerpo entero. El examen de Administración Financiera estuvo algo fácil. Pero en cuanto al cumplimiento de los castigos, matare a Ginger.
Tuve que ayudar después de clases al profesor Tyler, después ir hacia el área de los niños y trabajar en la guardería y por ultimo durar más de 2 horas limpiando los baños de la Universidad. Y, para colmo de mi hermosísimo día, Ashley Méndez no paro de joderme en todo el puto día. Y casi, Casi CASI, se me olvida que la muy buena persona de mi estúpida mejor amiga Ginger no fue a clases, y no vi al imbécil de mi hermano para que me llevara a casa.
Estoy con demasiado cansancio ahora mismo como para seguir enojándome con el mundo—o sea con la miserable de Ginger y el estúpido que se hace llamar mi hermano, cuando lo más seguro es adoptado—así que mejor me relajo comiendo un pedazo de mi deliciosa torta.
Arrastro mis pies hacia la cocina, hasta abrir la nevera. Busco mi torta con la mirada y... adivinen
¡NO ENCUENTRO LA PUTA TORTA COMO LA DEJE!
Si me viera en un espejo estuviera un 100% segura de que mis orejas estuvieran rojas al igual que mis mejillas y ojos.
Matare a Ginger West!
Camino de vuelta a la sala como alma que lleva el diablo. Cogí mi bulto y saque mi celular. El zumbido de la llamada entrante solo me enfurece más. Al final me manda al buzón de voz. La—ahora—fastidiosa voz de Ginger dejando un ridículo mensaje para dejar un mensaje—valga la redundancia—de voz, después del tono.
-Ay Ginger, estas en serios, muy serios problemas. Sé que me manaste al buzón maldita perra. Deja que te vea, ¡te sacare mi torta de una patada!—cierro la llamada de golpe, trato de regularizar mi respiración.
Voy a mi habitación y me doy un baño para relajarme, y poder pensar mejor en vez de querer matar a Ginger por robarme la torta. Es que de tan solo volver a pensarlo me da una sirimba porque no me gusta para nada que cojan de mi torta. Casi no la venden y solo en la cafetería Joana's lo hacen (específicamente para mi). Joana— la dueña— es muy amiga de mi madre y tía de Ginger, nos dejaba prepararlas a nosotras mismas y venderlas en la cafetería. Es un ingreso que nos favorece en la renta a mí y a Ginger.
Duro un rato más sobre el chorro de agua, hasta que mis dedos estaban de pasitas.
Me visto con un camisón, de esos súper Kawaiis que te cubren el cuerpo completo. Me hago un chongo y salgo en busca de comida hacia mi cocina. Observo como en la nevera no hay más que leche, frutas mordidas, mi torta por la mitad y un queso tornándose verde.
Termine comiendo un cuenco de cereal con leche. Para cuando llegue de nuevo a mi dormitorio la hora en mi celular marcaba las 8:51 p.m.
Como tenia algunas tareas pendientes me dispuse a hacerlas. Esas "algunas" me dejaron despierta hasta las 12:01 a.m. con las bolsas oscuras colgando bajo mis ojos y el sueño matándome lenta y dolorosamente...
¿Ven a lo que me refiero? Ya estoy divagando. Guardo mis útiles (libros, libretas y lapiceros), me acurruco en mi adorada cama después de apagar la luz, dejándome llevar por Morfeo.
(...)
Parecen haber pasado 10 minutos cuando vuelvo a escuchar la alarma y el sol me ciega (como todos los días) por la claridad en mi ventana. Estiro mi brazo para alcanzar el reloj y lo apago.
Me siento, dejando las piernas fuera del colchón, y me restriego los ojos.
Un bostezo se forma en mi boca. Estoy agotada. Mi celular vibra en alguna parte de la cama, lo encuentro y prendo la pantalla.
5 llamadas pérdidas y 91 mensajes nuevos en Whatsapp. Abro mis ojos hasta mas no poder y apago el celular. Las llamadas son de Ginger y los mensajes son de Ginger, también.
Me paro de la cama y camino hasta el baño. Cepillo mis dientes y hago mis necesidades. Al salir me busco algo que ponerme para salir a desayunar. Con mi bulto en una mano y las llaves en otra salgo de mi departamento para ir a Joana's. Si, a coger un hermoso y delicioso pedazo de mi torta. Está a solo dos calles del departamento y todavía me quedan 40 minutos para que empiece mi clase.
El familiar tintineo de la campana que anuncia la llegada de alguien nuevo me hace sonreír. Me dirijo al mostrador y saludo a Carl, el que atiende de vez en cuando, si no es él es Sally.
-Hola, ¿En qué puedo ayudarte Emma?- dice Carl con una enorme sonrisa.
-Un pedazo de la torta más deliciosa del mundo.
-Claro, claro. Ya mismo te lo traigo.
Veo como se da la vuelta y entra en el espacio donde está la cocina. Las puertas se cierran tras él.
El tintineo producido a mis espaldas me hace voltearme a ver quién ha entrado o salido de Joana's.
A esta hora no suele haber mucho ajetreo, cuando llegué solo habían algunas tres personas. Pero me sorprendí bastante al ver al ceñido profesor de matemáticas entrar con la cabeza gacha a la cafetería y sentarse en una de las mesas más alejadas.
Parecía estar cansado por la forma en la que sus hombros se hundían hacia delante. Pensé en acercarme y hablar con él, pero Carl ya había traído mi pedazo de torta.
Editado: 02.08.2019