Levantó del suelo un baúl de madera, se veía gastado y no demasiado llamativo; era muy sencillo. Pero al verlo, los ojos de Darren se pusieron rojos, sintió que había visto la cosa más mágica del mundo. Él reconocía de quién era: Elizabeth.
—Todas estas cosas eran de ella, pienso que nadie en casa las valoraría más que usted, así que en lugar de que continúen acumulando polvo, ¿le gustaría tenerlas?
Empujó el baúl hacia el extremo de la mesa que quedaba frente al viejo.
—Cuando atacaron el pueblo, mi bisabuela acababa de irse junto a los amigos de sus padres —explicó Lewin—. No supo nada de lo que pasó después, además de la muerte de sus padres... Incluso escribió cartas durante los siguientes diez años. Hasta que le dijeron que no había ningún superviviente.
Darren no contestó nada al respecto, su atención ya estaba en los sobres fechados y ordenados por cronología. Sus manos temblaban mientras intentaba abrir el primero, sus ojos se sentían húmedos.
—Las leeré para usted —ofreció Lewin.
El anciano asintió mientras le pasaba la caja. Así, con un tono de voz alto y claro, Lewin empezó con la primera carta, no olvidó las pausas, exclamaciones o tonos distintos para expresar de la mejor manera lo que creyó que Elizabeth quería transmitir.
Chen LinBao lo miró con atención, pensando que las palabras eran maravillosas, más cuando salían de los labios de Wang SiuYun. Si en el futuro me escribe cartas, guardaré todas para que nuestros nietos rememoren nuestra vida de la misma manera, pensó el profesor sin ningún fundamento.
La última era la favorita de Lewin, que encontró metida entre las páginas del diario. A Chen LinBao también le gustaba, porque no escondía detrás ninguna angustia, incertidumbre o dolor como las anteriores.
Estaba fechada el 23 de febrero de 1983, un mes antes de su muerte. Elizabeth tenía setenta y dos años, una hija de cuarenta y tres y un nieto de dieciocho. Lewin imaginó a una anciana que, después de poner en orden sus asuntos financieros en el testamento, resolvió también los nudos en su corazón. La carta era muy breve, solo teñida con alivio y esperanza.
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23 de febrero de 1983
Darren, ¿me recuerdas?
Han pasado sesenta y cuatro años ya, pero aún cierro los ojos, pensando que en cualquier momento escucharé a Fido soltar un pequeño ladrido y a mi mamá diciendo que nos durmamos temprano.
Creo que pronto será mi turno de partir, tuve una buena vida y estoy agradecida por ello. Solo una pregunta me queda... Lo que no se pudo en esta vida, ¿en la siguiente sucederá?
Hagámoslo realidad.
Te espera,
Lizzie.
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La última parte en especial, le pareció muy significativa a Chen LinBao, encendió su entusiasmo como si hubiera resonado con su alma. Había algo que él también quería hacer realidad, pero no esperaría a una próxima vida.
Entonces, cuando estaban caminando a una parada de autobuses, miró al chico, cuyo cabello delgado era soplado por el viento, dejando su frente blanca al descubierto. Luego soltó un diálogo incoherente.
—Wang SiuYun, acepto tus intenciones, seamos novios.
Lewin lo miró estupefacto, ¿este hombre creía que palabras así eran una confesión? Si no fuera porque su postura no era tan recta como siempre, recordando que seguía herido, habría golpeado a este hombre arrogante. ¿Cuándo él, Lewin, demostró intenciones románticas hacia su profesor? Ese fue claramente Wang SiuYun.
—¿De qué hablas? ¿Cuándo yo te quise? —Soltó en un tono ofendido.
Chen LinBao dudó, mas su alto concepto de sí mismo ganó otra vez: —Sé que me amas, ya no tienes que contenerte —. Detuvo sus pasos y puso sus manos en los hombros del joven, con voz seria y ojos llenos de seguridad agregó—. A partir de hoy, haré que seas la persona más feliz del mundo, ¿de acuerdo?
Lewin se quedó mirando esos ojos que no vacilaban ante una promesa de tanto peso y le dio un punto en su corazón por el intento de ser romántico. Además, se sentía demasiado conmovido, con el impulso de aceptar de inmediato, casi como si le hubieran otorgado amnistía después de ser sentenciado a cadena perpetua.
—Está bien, acepto tu confesión, intentemos ser felices juntos —dijo para sacudir sus ridículos pensamientos.
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Una semana después, el festival escolar había terminado y las vacaciones dieron inicio. Todos en la escuela habían escuchado sobre la relación entre el profesor Chen y el extraño y silencioso compañero de clase Wang SiuYun.
—Escuché que mató a Li Fang porque estaban compitiendo por la misma persona, luego hechizó al profesor.
—Dicen que es un caníbal, en realidad está con el profesor Chen para comérselo más tarde.
—¿No escuchaste? Encontraron el cuerpo de Li Fang en una fábrica abandonada, además de la piel, ¡solo tenía huesos! Al parecer ese Wang SiuYun pertenece a una familia mafiosa con mucho poder y eso fue una advertencia para que los demás se alejaran del hombre en el que puso la mira.