Que la niña en los recuerdos de Aidi era su propia hija, era casi un hecho.
Lewin no llegó a esa conclusión porque hubiera muchos indicios ni porque fuera muy inteligente (de hecho su cerebro todavía funcionaba con cierto retraso), sino por puro instinto.
Así como lo podía identificar con seguridad cuando se encontraba con las reencarnaciones de Beren, también pudo reconocer el vínculo parental que compartía con la hija que nació de Aidi, pero nunca estuvo en sus recuerdos.
Después de un día en el que pasó hasta el atardecer dormido, Liu Bei y él partieron de noche. Lao Tsu les ofreció quedarse por una noche para que aprovecharan la luz de la mañana para viajar, sin embargo, ambos concordaron que, con la situación imprevisible de lo que sucedía en la capital después de que salieron de Pekín, lo mejor era seguir avanzando hasta llegar y establecerse en un lugar seguro; por suerte, Lewin ahora sabía exactamente cuál era el lugar perfecto y dónde encontrarlo.
Aprovechando la larga trayectoria, Lewin también aprovechó para interrogar al sistema y aclarar sus sospechas.
【Supuse que lo adivinaría...】2-2 no pudo evitar lamentarse, aunque su tono casual y despreocupado indicaban que no le parecía un asunto de gran importancia. 【Esa niña es, de hecho, hija suya y de su hombre, aunque hace mucho tiempo que eso pasó.】
La respuesta ya la esperaba, es solo que Lewin todavía no entendía cómo era eso posible. 2-2 suspiró por su confusión y tuvo que obligarse a explicar con paciencia.
【¿Aún no recibes ninguno de tus recuerdos perdidos?】
«No...»
Al finalizar la misión en el mundo anterior, había un diálogo extra en la pantalla de luz que indicaba que la recepción gradual de recuerdos comenzaría, pero hasta ahora no tuvo ninguno. Rememorar lo que pasó con su ex novio no contaba ya que eso sucedió antes de su muerte y esos recuerdos estaban intactos, mientras que lo que vio a través de la memoria de Aidi era algo que el mismo contratista visualizó antes de su muerte. Entonces, todavía no había nada de su memoria perdida.
【Mmh.】2-2 pensó que así sería más largo de explicar, pero también podría ser bueno para estimular la memoria y que los recuerdos regresaran cuanto antes, así que siguió forzando su amabilidad. 【Bueno, escucha con atención y no me interrumpas, las preguntas al final.】
Solo después de que Lewin se comprometió con un asentimiento, Shesh empezó a desglosar la información clave para que cualquiera con una capacidad básica de razonamiento tuviera una idea de la situación en la que Lewin se encontraba.
Resulta que en el universo existen tres tipos de seres: los divinos, los etéreos y los mortales. Cada una con sus propias clasificaciones, pero la clave estaba en la superposiciones de estos tipos.
Algunos seres divinos podían ser también seres etéreos, así como algunos seres mortales podían volverse etéreos; por el contrario, mientras no todos los seres etéreos podían aspirar a la divinidad, algunos etéreos caían al estado de un mortal.
Para Shesh, esto era algo importante que Lewin tenía que entender porque él era en un principio un mortal que luego se volvió un ser etéreo; así como el propio Shesh, aunque sus situaciones fueron completamente diferentes. El punto era que, a la mayoría de los seres mortales que se volvían etéreos se les clasificaba como trotamundos.
Los trotamundos, seres cósmicos encargados de una parte del equilibrio universal, entraban con frecuencia a los mundos para mezclarse con los mortales; las razones para hacerlo eran variadas y complicadas, lo único que Lewin tenía que saber por el momento es que en una de esas misiones, él y G'Hässan se conocieron.
Aunque Shesh perdió la cuenta y no podía decir si era la primera vez que se veían, sí estaba seguro de que fue la primera ocasión en que interactuaron de verdad, por supuesto, no contó el resto de lo que pasó ya que esperaba que Lewin lo adivinara o, mejor aún, lo recordara. No quería ser él quien contara los detalles de la vida privada de alguien más.
Quizá fue por esa información revelada que Lewin entró en una especie de trance parecido a un sueño y tuvo una impresión de esa época.
Él tenía que impedir que el espía de los xibe entrara a la Ciudad Prohibida y G'Hässan tenía que alejar al gran jefe militar de Manchuria del campo de guerra. Por casualidad o destino, se encontraron en un bello y pacífico pueblo en el norte, colindante con las tres regiones del imperio chino, mongol y manchú. Ambos estaban en la única casa de té de la zona, que era tan pequeña como para verse las caras con claridad incluso desde las esquinas opuestas del sencillo establecimiento. No fue inesperado que sus presencias como seres cósmicos delataran la identidad del otro, así que Lewin le sonrió con complicidad y G'Hässan correspondió por reflejo.
La primera impresión que tuvo del hombre era la de alguien amable y desenfadado era en particular contrastante con los otros trotamundos que había encontrado hasta ese momento, siendo casi todos arrogantes o deliberadamente excéntricos, más aún, no se parecía en nada a los otros que iban desde la frialdad mezquina hasta la indiferencia despiadada. Esa persona dispuesta a devolverle una sonrisa cálida le hizo atreverse a saludar primero.
G'Hässan.