El reloj marcaba las cuatro de la mañana y Zimmermann con su sección estaban preparándose para el contra ataque desde Orel con el noveno ejercito Panzer. Hacía un poco de frío de la madrugada, y todo el regimiento entero, estaba formándose al mando del Coronel Müller.
Zimmermann y su unidad terminaron de ajustar sus provisiones para el largo viaje que tenían en frente. Y antes de partir, el Capitán mandó a llamar a su teniente, que se pasaba los dedos por los ojos para terminar de despertarse.
-Zimmermann, esta es una carta venida directamente del Furer- dijo Wilhelm que no hablaba mucho frente a demasiados hombres -Léala a la tropa. Quiero que sea uno de ustedes quienes se encarguen de eso.
-Por supuesto capitán. Yo me encargaré de hacer el honor- accedió Zimmermann.
El grupo era grande, por lo cual un teniente de cada sección del regimiento leería una carta. Zimmermann la leyó un poco antes de presentarla a la tropa, para poder practicarla un poco y no equivocarse, puesto que no era un lector muy frecuente.
Reunió a todos sus hombres y disponiéndose a leer la carta, posó sobre su Panzer IV. La carta decía así:
Soldados, hoy, desplegaremos una gran ofensiva, cuyo resultado, será decisivo para el devenir de la guerra. Mis soldados, ahora, al fin, tenéis mejores armas que el enemigo, la madre patria, os mira con ferviente confianza.
Al terminar, el capitán dispuso el inicio de la operación. Ordenó a toda la compañía formarse con sus tanques, pero justo después, se le acercó un oficial para darle una notificación reciente del coronel.
-Señor, han informado que los soviéticos iniciaron un ataque con bombardeos sobre nuestras posiciones, cerca de Orel, y hay compañías que han sufrido graves daños.
-¿Qué orden dieron sargento?
-Notificaron desde el cuartel de Müller, que no avancemos hasta después de aproximadamente cuarenta minutos, señor.
-Cuarenta minutos ¿eh? ¿Y qué se supone que haremos en ese tiempo? ¿Dejar que nos pateen el trasero a nosotros también?- gruñó el capitán
-Estar alerta capitán. Informaron desde el cuartel, que nos reuniremos con dos pelotones de las SS.
-¡¡Señores, ya oyeron!!- gritó el capitán -Formen una línea defensiva y carguen proyectiles perforantes. Todas las secciones, ¡¡ya!!
Zimmermann formó y se encargó de preparar a su sección a la espera de un ataque. Mientras tanto, esperaron la llegada de los pelotones de las SS enviados por el Coronel Müller.
La operación con la compañía de Wilhelm, quedó aplazada para una hora. Mientras tanto, el resto de secciones que operaban más hacia la zona este del frente, la estaban pasando mucho peor. Se habían perdido docenas de tanques y unos cuantos hombres por sección, siendo ese el precio que había cobrado la batalla tan solo en su retoño.
Y así fue. Pasó casi una hora para que reiniciaran la operación. La compañía se reunió con los dos pelotones de las SS, que eran en total dos tanques Tiger, y una treintena de hombres de infantería bien armados y preparados. Los hombres de Zimmermann estaban admirados porque tenían el apoyo de las fuerzas de élite de Hitler: soldados SS feroces que no le temían a nada.
Comenzaron el avance por la estepa. El capitán iba en punta de lanza y los pelotones de las SS iban a sus seis, con los tanques más ligeros detrás de ellos, que presentarían fuego de cobertura, desde donde se encontraba Zimmermann con su tripulación.
El camino se veía extenso y parecía que la distancia era interminable. Justo aparecieron en el horizonte a unos mil quinientos metros de distancia los primeros tanques soviéticos, y los oficiales se sorprendieron, ya que no poseían ninguna organización: su estructura sencilla, consistía en un grupo de tanques agrupados, de tal forma que cada uno avanzara y pudiera apuntar a sus doce, pero, no se veía una jerarquía en donde se pudiera notar la presencia de un comandante.
A esa distancia podían apreciarse tanques atrincherados en cráteres que los soviéticos habían excavado para mejorar la protección de sus vehículos. Era una línea defensiva muy extensa y a lo lejos podían verse los cañones antitanques apuntando hacia ellos.
Wilhelm ordenó bajar la marcha, mientras un bombardeo de morteros caía encima de ellos. Todo el grupo de combate del capitán descargó también sobre las posiciones rusas, una lluvia de proyectiles que arrasó también con los primeros tanques enemigos.