Entre Caballeros (precuela)

Capítulo 3

-Eres la única que hace caso a lo que digo -suspiró Claudio. Alexandria apenas pudo oírlo sobre el bullicio. Estaban en una gran mansión blanca a una distancia de la Nación de los Angelinos.

Los Peones estaban sentados alrededor de la larga mesa del área del comedor. La cena estaba servida, pero todos la ignoraban reclamando cada uno a grandes voces los errores de otros en la práctica de la tarde. El salón era amplio, con altas columnas blancas y arcos que surcaban sobre los comensales.

Lo hermoso de la estructura se veía opacado por el caos que inundaba.

Alexandria se había atrasado a propósito creyendo que encontraría a todos concentrados en la comida y el buen humor, pero había tropezado con todo lo contrario. Las Piezas Mayores siempre eran las últimas en sentarse así que Claudio había llegado al mismo tiempo que ella y ambos se quedaron en la entrada observando una situación que parecía que pronto se convertiría en una pelea de bar.

Claudio cerró las puertas, quedando ambos del otro lado y el sonido fue amortiguado. - No estoy seguro de lo que piensas… pero yo no quiero entrar ahí, - se quejó con voz derrotada, colocando su frente sobre las puertas. Adentro se escuchó un cristal quebrándose y las voces aumentaron.

Alexandria no pudo hacer más que sonreír. De las tres Piezas Mayores, Claudio era el que mayor dificultad tenía para controlar a los Peones; su personalidad condescendiente y gentil y su suave voz hacía difícil que se le tomara en serio.

-¡Bien! - exclamó enderezándose y dando un fuerte aplauso antes de abrir la puerta. Se giró a Alexandria , - ¿después de mí? - preguntó alegremente y se dirigió a su lugar al otro extremo de la mesa.

Alexandria tomó su lugar junto a un sonriente Raúl quien era el único que no formaba parte del alboroto.

-¿Qué crees que hará San Claudio ahora con este desorden? - le preguntó él con tono de mofa.

Alexandria se apartó el cabello de su rostro y se lo recogió en una coleta. - Él sabrá manejarlo, -aseguró con confianza mirando su plato. Pasta y pescado.

-¡¿Quién quiere escuchar un cuento?! - preguntó Claudio de lo más alegre, haciéndose oír por todos.

Dos Peones estaban de pie, a punto de saltar sobre la mesa para pelear cuando Claudio hizo la pregunta. Se hizo completo silencio, nadie estaba seguro de si se trataba de una broma.

Claudio sabía que había solo una forma de calmar a los Peones sin importar qué tan exaltados estuvieran y decidió utilizarla en ese momento: Hablar de Guerreros pasados. Antes de que pudieran continuar con su disputa, Claudio se apresuró a relatar la historia de los Reyes que habían creado la vía que conectaba a catorce mundos: el Mercado Blanco.

Los Peones se sentaron y lentamente todos comenzaron a comer sin quitar su atención al relato de Claudio. El sonido de cubiertos llenó la sala junto con la melodiosa voz del Alfil. No importaba de qué Guerrero del Imperio Blanco se tratara, los Peones siempre estaban entusiasmados por escuchar sus historias, las batallas y las muertes de sus antepasados. La disputa fue olvidada y comenzaron a hacer preguntas que Claudio contestaba gustosamente. De las tres Piezas Mayores, él era el que mejor talento tenía para narrar la historia como si estuviera sucediendo frente a sus ojos.

La noche avanzó y la conversación se fue tornando hacia la última Guerra. Claudio no tenía reparos en revelarlo todo. Cada vez que hablaba sobre la última pelea del Imperio Blanco, describía hasta los menores detalles que pudiera recordar; las posiciones y movimientos de cada uno de sus aliados y enemigos. Los demás Peones creían que lo hacía para entrenarlos, pero Alexandria pensaba que lo hacía con el propósito de obtener una respuesta, una alternativa a lo que verdaderamente había sucedido. El rostro de Claudio le decía que estaba implorando porque alguien le dijese de qué forma hubiera podido ganar el Imperio Blanco y salvar a sus Reyes y demás Guerreros, pero cada posibilidad que se le sugería, él la descartaba.

-¿Y si la Torre Orelia hubiera atacado al Caballero Samira en lugar de al Peón? - preguntaba alguien, en medio del relato.

Claudio negaba con su cabeza levemente, - olvidas que al lado de Samira estaba la Torre de la Reina, Troak.

-Sí pero la Torre Troak pudo haber sido eliminada por Grinberg.

-Grinberg estaba protegiendo a su majestad, no podía abandonar su puesto, - esa vez fue Alexandria quien desechó la idea del otro Peón. Todos giraron a Claudio por confirmación y este asintió al estar de acuerdo con ella.

-Ariadna y Claudio pudieron atacar a Troak, - sugirió otra Peón.

-Claudio estaba rodeado por tres Peones y Ariadna atendía a la Reina quien había sido herida por un Caballero Negro, - repuso nuevamente Alexandria.

Así siguió la plática por más de media hora y todos se dieron cuenta de que Alexandria se había memorizado la descripción de Claudio. Ahora era ella quien respondía y descartaba las ideas de sus compañeros. Claudio se mantuvo en silencio por el resto de la discusión, observando a su discípula con una mezcla de cariño y tristeza.

La velada terminó como siempre, nadie pudo dar una solución para que la Guerra terminara de otra forma a como lo había hecho.

-¡¿Y entonces qué?! - preguntó el Peón sucesor de Rey con furia en su voz y rostro, dando un puñetazo sobre la mesa. - ¿Qué se supone que debemos hacer para que no nos pase lo que te pasó a ti?

Claudio lo miró sin perder la calma, - Lo dices como si fuera la responsabilidad de solo una persona.

El Peón parpadeó y titubeó, - Mi pregunta fue en plural…

-Si consideraras el trabajo tus compañeros, no harías tal pregunta. No se trata solo de entrenar y ser mejores, se trata de llegar a conocer a los otros que lucharán junto a ti. Estar al tanto de sus fortalezas pero también entender sus debilidades. Deben estudiarse unos a otros, no estar pendiente de sus movimientos individuales. Las estrategias en batallas incluyen cada una de las extremidades y mentes de quien lucharán en ella, y la victoria depende de que todos se muevan como uno: un propósito, una razón para vencer, un deseo de lucha. Solo al estar completamente familiarizados con los demás miembros, se podrá triunfar.




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