El cangrejo se tambaleó y cayó en la cima de otro gran risco, dejándose derribar por su extenuidad. Había llevado a Alexandria hasta la parte de arriba y una zona muy oscura. La cantidad de cangrejos vivos en ese lugar eran mínimos. Se veía rodeada mayormente de cadáveres y arbustos con hojas más grandes que sus manos.
-Un Caballero intenta evitar las alturas y las profundidades, - murmuró, - por lo que pocos se imaginarían un lugar como este para su escondite.
Por aumentar la velocidad con la Ayuda, su cangrejo había sido el primero en llegar y el pobre jadeaba haciendo ruidos guturales de cansancio. Lo dejó descansar y se apartó para inspeccionar sus alrededores.
Comenzó por adentrarse en los arbustos, pero de ellos salieron cangrejos del tamaño de hipopótamos.
Alexandria retrocedió rápidamente; los cangrejos tenían un color negruzco y ojos amarillo brillante; espuma del mismo color salía de sus bocas diminutas. A pesar de que los cuatro pequeños colmillos que había en ellas se veían intimidantes, eran las tenazas las que representaban el mayor peligro.
Cuatro cangrejos salieron al mismo tiempo y aunque se movían lentamente, rugiendo y quejándose, agitaron sus tenazas con mayor rapidez. Ella se alistó y evadió una tenaza dando un salto hacia atrás, pero desde su derecha la atacó otra. Las criaturas abrían y cerraban sus tenazas, ansiosas por triturarla entre ellas. Alexandria jadeó y dio un rugido cuando una tenaza le capturó un brazo, ella se desprendió, desgarrando su suéter en el proceso.
¡Ayúdenme! les suplicó a las ánimas que llevaba dentro. No sabía la existencia de aquellos animales, mucho menos su debilidad, pero los tres puntos en los que se fijó fueron ambos ojos y la boca, así que se decidió atacar a esta última.
Tomando a uno mientras los otros tiraban y rasgaban su ropa, introdujo sus manos entre los colmillos y exclamó: - ¡”jak’al”! - aumentando sus propias fuerzas. La boca se vio obligada a abrirse a una extensión anormal para la criatura y sin detenerse, Alexandria siguió presionando la parte de abajo y jalando la de arriba hasta que la coraza se partió en la parte inferior. Pus amarillo salió expulsado del cangrejo agonizante y cubrió el cuerpo de Alexandria. Sin prestarle atención, fue a su siguiente enemigo e hizo lo mismo.
Sus ropajes quedaron casi en ruinas, su cabello pegajoso y sus extremidades estaban llenas de moretones, pero Alexandria estaba de pie, victoriosa en medio de los cuatro cadáveres.