Esta monstruosidad empezó a navegar, alejándonos de nuestra tierra natal, alejándonos de la poca libertad que nos había quedado, alejándonos de nuestra vida.
Al ver a mi hermana con un temblor en sus manos, mirando el suelo. Me le acerqué con cierta sutileza.
- ¿Estás bien? - Dije sentándome al lado de ella.
No me respondió y se quedó mirando el piso, sin siquiera moverse.
-Yo no estoy seguro si esto va a ser bueno o malo, pero por lo menos no moriremos en una piedra por un viejo loco. - dije, tratando de romper el hielo.
- ¡CÁLLATE POR FAVOR! ¡BASTA! ¡TANTE ESTÁ MUERTO Y ESO PORQUE PREFIRIÓ DAR SU VIDA POR LA TUYA, PEDAZO DE INCONCIENTE! ¿NI SIQUIERA ERES CAPAZ DE ENTENDER CUANDO CERRAR LA BOCA? ¿CÓMO ERES CAPAZ DE TENER UNA REACCIÓN A LA MUERTE DE DOS PERSONAS QUE ESTUVIERON TODA TU VIDA CUIDÁNDOTE? - Me gritó, haciendo que estos nuevos extraños de trajes rojos nos miren raro.
Estuve al límite de haberle respondido, pero preferí simplemente hacer un silencio e irme a otro lado. Me acerqué a Kabil, quien estaba tan aturdido como yo. Él tampoco comprendía que era lo que estaba sucediendo. Había sido todo muy repentino. Según Kabil, eran invasores y nosotros éramos los primeros en ser invadidos por encontrarnos cerca de las costas del profundo camino de agua, hacia las tierras de los reinos egoístas.
Pasaron un par de días y no aguantamos más el hambre. Intentábamos hablar con los extraños de traje rojo, pero ellos no entendían nuestro lenguaje.
En una ocasión, empecé a leer el pergamino en Latinium, sin que éste se vea, para pasar el tiempo.
Los de traje rojo miraron con cara de sorpresa. Al poco tiempo, se me acercó una persona mayor, era como uno de nuestros sacerdotes, quien, si bien tenía cara de bueno, en sus ojos se veían las intenciones de víbora que tenía. Yo ya había escondido el pergamino nuevamente.
- Buenos días. No sabía que los salvajes sin mente sabían hablar latín, una lengua para muy pocos. - dijo el viejo con múltiples arrugas en su cara.
- Nosotros lo llamamos “Latinium” y es un lenguaje que aprendimos de un libro del pensador más importante que existió: Platón, de Atenas. Nosotros no somos como el resto, no nos dejamos llevar por el pensamiento de que los sacrificios que sirven para saciar el apetito de los dioses. En fin, necesitamos comida. Nuestra hermana Aruma está embarazada y necesita comer. - dije, dejando al arrugado entre sorpresa y risas.
-Deja de mentir niño, esos libros dejaron de existir hace mucho por la palabra de Dios.
JAJAJAJA Atenas cayó hace miles de años, al igual que sus herejes pensamientos. Además, El libro del pensador más importante es la Biblia de Jesús, la que es la propia palabra de Dios. El verdadero Dios. Me agrada el que no creas en esas salvajadas de sacrificios a dioses con forma de animales JAJAJA... ¡¡¡pero que ignorancia!!!. En fin, dame una razón para gastar alimentos que necesitaremos durante estos meses que nos espera de viaje.
- Haré lo que me pida, pero por favor denle algo de alimento a mis hermanos. Mi hermana Aruma perdió a su marido en una de estas locuras de sacrificios y está sola. Por favor, si no lo hace por nosotros, hágalo por su Dios.
-Está bien, pero tú me ayudaras a copiar la biblia a otros ejemplares mientras tanto y, el bebé será criado y bautizado cuando lleguemos a destino. Además, la madre y el otro hombre tendrán que ser liberados de sus pecados, rezándole a Dios diariamente. Con eso, pagaras el alimento. Y recuerda, esto solo lo hago porque ustedes tienen la mente desarrollada para ser gente moderna y evolucionada como nosotros y no como los sin mente del resto de su pueblo.
-No tengo problema, solo cuiden a ella y de su bebé.
Después de conversar, logré escuchar que le decía a otro guardia:
- ¿Veis que os dije? nos iban a servir para algo…
Esa frase provocó muchas dudas a la cabeza:
¿Servir? ¿Todo tiene que servir en este mundo? ¿Por qué? ¿Acaso es malo hacer algo productivo o no productivo? ¿Es menos productivo planear una estrategia de ataque en una guerra que plantar maíz? ¿Acaso pensar sin propósito es improductivo?
En fin, pasaron los meses, y Kabil y yo, pasábamos día tras día, transcribiendo los textos en “latín”, mientras que Aruma descansaba con su pequeño bebé dentro. Durante todo ese tiempo, tuvimos que aprender a hablar un idioma llamado “español”, ya que no todos los tripulantes sabían latín y se podían generar malentendidos.
- “Vosotros seréis monjes en el templo de Sevilla. Se os prometo. Ustedes no merecen estar entre esos descerebrados de vuestro pueblo.”- Nos repetía una y otra vez, en cada ocasión que podía. Afortunadamente, el viejo, quien por cierto se llamaba Carlos y era un padre de la iglesia, nos dejaba ir y venir por el barco, teniendo confianza de que no hiciéramos nada malo.