Entre ceja y ceja

Capítulo 14

Rhett regresó a su casa, fue un largo día y necesitaba descansar. Había vivido dos semanas intensas desde que conoció a su compañera. Las situaciones inesperadas y sorpresas no paraban de llegar y, algunas fueron creadas por él.

Entró en su departamento y se dejó caer en el sofá de la sala con la mente llena de preocupaciones y preguntas.

Max salió al escuchar su llegada, también quería saber todo lo acontecido, pues vivía intrigado con la emocionante y breve historia de Rhett y Farah.

—No quiero escuchar ni un solo “te lo dije” —se apresuró a decir Rhett.

Max solo sonrió y se sentó frente a él.

—¿Por qué llegas tan tarde? Imaginé que vendrías al salir del trabajo.

—Sonaste como si fueras mi mujer —dijo Rhett, riendo, y Max lo acompañó.

—Es mi curiosidad de investigador. No puedo evitarlo.

—Todo con Farah se ha convertido en un desastre. ¡Un verdadero desastre! Sí, cometí el error de traer al tipo ese, y lo admito. Pero ahora resulta ser que la quiere, y pretende que Farah lo perdone y lo escuche.

—¿Será por el apuro económico que Duncan busca a tu futura esposa? Seguramente lo que quiere es dinero —concluyó Max—. Si no la quiso antes, ¿por qué la querría ahora? Farah es una mujer profesional, exitosa, y su padre… Creo que el comealmas está en su mejor momento.

—No me recuerdes al desgraciado de Joseph Ward. Y sobre el tal Duncan… —Rhett quedó pensativo—. Soy capaz de reconocer a un hombre enamorado, viejo. La expresión y los ojos de ese tipo eran verdaderos. Sigue enamorado de Farah. Estoy seguro de que no la olvidó ni por un segundo mientras estuvo casado. Y para completar… ¡Vio al niño!

—Uuuf… Eso complica todo —dijo Max, preocupado.

—Complicar es poco. Siempre pensé que esto sería fácil; llegar, enamorarla, arruinar al viejo e irme, pero no. —Rhett pasó sus manos por su cara, agotado—. Farah detesta a Duncan. No lo quiere ver ni hablarle. Nada. Me confesó que tiene miedo, porque lo conoce. A mí también me pareció de esos riquillos malcriados que creen tener derecho a todo solo porque quieren. Si cree que se va a acercar a ellos, está muy equivocado. Se olvida que tengo en mis manos ese contrato, y si debo mostrárselo a Farah, para probarle que la buscó por interés, no dudaré en hacerlo.

—Eso podría funcionar. Ese contrato le puede llegar a Farah, misteriosamente, a su teléfono.

—Además, pareciera que Farah no termina de creer que me gusta. Todo es una broma con ella, siempre piensa que estoy jugando. No importa si la beso, si la toco o le hablo al oído. Por primera vez, no sé cómo conquistar a una mujer.

—Tal vez ella presiente que no te gusta —argumentó Max.

—¿Qué me estás diciendo? ¿Qué debo enamorarme de ella en verdad? —Rhett siseó y sonrió sardónico.

—Parece que Farah es capaz de notarlo. Me explicaré mejor… No quiero decir que ella lo sepa. Me refiero a que una parte de ella lo percibe. Ya sabes que las mujeres tienen esa intuición que solo ellas comprenden.

—Pues sí, para mí el fulano sexto sentido ese es real. Ahora que lo mencionas… Tal vez sí, una parte subconsciente de Farah, no me cree.

—¿Y cómo resolverás eso? ¿Te enamorarás?

Rhett guardó silencio. No quería sonar como un cazador cazado. Su orgullo de hombre nunca le permitiría admitir algo así, porque la verdad era que no dejaba de pensar en Farah ni de desear que llegara el día siguiente nada más para verla. Entonces… Si se estaba enamorando, ¿por qué ella no le creía?

—Solo sé que tendré que ser más directo y agresivo. La voy a arrinconar y no le daré opciones.

—Bueno… Si necesitas ayuda con eso, me avisas. Dame su número. Yo puedo enamorarla con gusto. A mí sí me gusta, Farah. Es bonita, relajada, parece muy alegre y graciosa. Además, me encantaría apretar esos kilos de más en la cama. Puedo ayudarte.

Rhett miró fijo a Max, en silencio e inexpresivo, enfocado como un francotirador.

—Ok, ok… Solo bromeaba, hermano. Creo que comienzas a tomar todo este asunto con Farah de forma muy personal. —Max rio.

—Porque lo es… Puedo encargarme de mis asuntos —replicó Rhett con seriedad—. Tu trabajo es averiguar lo que le pasó a Farah, porque no quiso decirme nada; como anticipé. Deberías estar pensando en su amiga y no en mi chica.

—Me gusta cómo sonó eso; ahora es tu chica. Así se habla, viejo. Sobre la amiga… Sabes que me gusta adelantar el trabajo. Así que ya tengo una cita para el viernes en la noche con Erin.

—Excelente, excelente. Me gusta cuando estás enfocado. Las mujeres solo te entretienen de la meta. Aunque esas distracciones las aceptemos con gusto —rieron juntos. Luego Rhett, meditabundo, continuó—: Aunque… No puedo ser tan agresivo con Farah hasta saber qué fue lo que le hizo Duncan. Si meto la pata, solo conseguiré que se aleje de mí y eso no me sirve (y de corazón, no lo deseaba. No deseaba alejarse de ella).

Rhett pasó la noche entera trabajando con Max y un amigo ilustrador, especialista en bocetos. Con anterioridad, Ángela Eagles les entregó una foto de su padre, y con esa información, los tres amigos, trataron de pronosticar el aspecto que podría tener Arthur Eagle, o mejor dicho y posiblemente, Austin Eagles, después de diez años de encierro. Por supuesto que luciría envejecido. Probaron imágenes con barba, sin ella, con el cabello corto, largo y hasta la cabeza rapada como un expresidiario neonazi. Nunca se sabía, la gente podía cambiar mucho con los años, y no solo físicamente.




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