Entre ceja y ceja

Capítulo 20.2

Aquella noche, Farah no conciliaba el sueño. No le fue fácil estar en la sesión de fotos. Y así como no se podía sacar de la cabeza el beso obligado que Gigi le dio a Rhett, tampoco podía olvidar el cuerpo del Espartaco. Por lo tanto, él no se equivocó, porque logró tornarse inolvidable para ella, y aún más que eso.

Farah despertó a la mañana siguiente, y encontró al Espartaco desnudo y boca abajo junto a ella, quien salió de un salto de la cama y se tomó el tiempo de contemplarlo. Eso no podía estar pasando. Descubrió que su subconsciente recordaba cada pliegue del definido cuerpo de Rhett. Él despertó, se apoyó en sus codos, arqueando un poco la espalda, y dijo:

—Hola, mi amor mío.

—¿Por qué siempre me dices así cuando sueño contigo?

—No sé… ¿Cómo me vas a preguntar a mí, si es tu sueño?

—Pues sí, tiene sentido —admitió Farah, ahora sentada junto a él.

—Amor mío… Me haces el perder el juicio, y sabes que no me gusta perder. ¿Por qué te niegas a estar conmigo si no dejas de pensar en mí? Yo te quiero, aunque no me creas.

—Y supongo que eso también lo dices porque es mi sueño, y mi subconsciente obsesionado te controla.

—Buen punto… Quizá sea eso. Pero te advierto, Farah, si matas nuestro amor, serás una asesina. Y no dudes que te llevaré a juicio por eso —dijo él.

—Pues yo alegaré defensa propia o algo así. Definitivamente, este es uno de mis sueños, porque estás demasiado dramático.

Rhett se levantó, lentamente, y Farah sintió una tensión en su cuerpo al saber que vería lo poco que no le permitieron ver en la sesión de fotos. Después de su último novio, Charlie, no había vuelto a ver uno de esos. Y al saber del éxito de Rhett con las mujeres, solo quedaba esperar lo mejor. No obstante, al ponerse Rhett de pie con su cuerpo bronceado y musculoso, la parte en cuestión se veía borrosa, como si fuera la imagen de una película transmitida en horario para todo público.

Farah frotó sus ojos, volvió a mirar, y se lamentó:

—¡Ah! ¡No puede ser! Me voy a perder lo único que me falta descubrir de Rhett —volvió a frotar sus ojos.

—No pensarás que te daré todo gratis, Farah. Hay que dar antes de recibir.

—Se dice: “Es mejor dar que recibir” —corrigió ella.

—Eso… Aunque… No. No me gusta esa expresión para esta ocasión. Si deseas ver todo lo que puedo darte, tendrás que poner de tu parte también. He sido un mujeriego, lo sé, pero tampoco soy un tipo fácil.

—Sí, sí… ¡Ya! —dijo enojada.

Farah se cruzó de brazos y añadió:

—Ya quiero despertarme. No me entregarán nada aquí.

Y abrió los ojos, encontrándose con la vista en el techo y la cama vacía junto a ella.

 

 

El martes en la noche, Rhett recibió un misterioso mensaje de nuevo, y venía del número de Farah.

 

“Mañana recordar.

Venir escuela tú”.

 

Rhett sonrió. No lo había olvidado. Aunque Farah le advirtió que se mantuviera lejos, no podía hacerle eso a Sebastián. Lo defraudaría, y lo imaginó triste también, recibiendo las burlas de sus compañeros. Por lo que contestó:

 

“Un verdadero hombre siempre cumple su palabra, Basti.

Allí estaré”.

Sebastián envió un breve audio con el nombre de su escuela, Skinner North Elementary School, e indicó que debía preguntar por el primer grado.

 

 

            A la mañana siguiente, a eso de las once, Rhett arribó al colegio que contaba con un amplio estacionamiento. Le pareció extraño que, con la posición económica y estable que tenía Farah, su hijo estudiara en una escuela pública, pero era capaz de imaginar las posibles razones.

Tocó la puerta y fue invitado a entrar. Se asomó y miró a tres padres más sentados en la pared de la pizarra, frente a la clase y uno al lado del otro.

La maestra miró a Rhett con impresión, lo seguía en Instagram, y le costaba creer que el modelo de sus sueños estaba allí presente en su clase. La tomó por sorpresa y tartamudeó:

—Ah… Eh… ¿U-u-usted es Rhett Butler?

—Sí, señorita —sonrió—. Soy el padrastro de Sebastián Ward.

El niño corrió y se abalanzó sobre Rhett, diciendo su nombre. El Espartaco se agachó y lo abrazó.

—¿Cómo estás, pequeño? —lo saludó cariñosamente. Luego, le habló al oído y en voz baja—: Tiempo sin verte.

—Ah… Es que… No me imaginaba esta inesperada sorpresa —dijo la maestra—. Puede sentarse aquí, junto a los otros padres que nos visitan.

Finalmente, cada padre habló sobre su trabajo. Rhett fue el último y les explicó a los niños lo emocionante que llegaba a ser su vida, lo mucho que podían ayudar a otros y lo valiosa que era la firma de un abogado reconocido.




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