Los siguientes días fueron soñados para Farah y Rhett. Él procuraba toparse con ella en los pasillos del bufete para arrinconarla entre las columnas decorativas, ese lugar donde las refitoleras cámaras no alcanzan a ver, para rozar sus labios y terminar en un caliente beso apasionado.
Farah disfrutó cada cena o almuerzo juntos, donde Rhett pedía probar su plato, mas terminaba tomándola de la mandíbula con propiedad para, luego de un beso, decir que sabía delicioso.
Aún más inolvidable fue la última visita de Rhett, en la que llevó un genuino ramo de perejil y cilantro, exquisitamente presentado entre tulipanes coloridos.
—Ponlo en un jarrón con agua, nana —requirió Farah, sonriente.
—La casa huele a sopa, querida —dijo la nana entre risas sofocadas—. Mejor voy a seleccionar qué va al jarrón y qué al refrigerador.
La rapidez con que crecían los más bonitos sentimientos entre ellos, la felicidad repentina que de pronto la sorprendía días seguidos cada mañana, y la libertad con que Sebastián abrazaba a Rhett, tenían a Farah inquieta. Su corazón guardaba un poso de miedo e inseguridad, porque con la misma rapidez y alegría Duncan llegó a su vida para arruinársela sin previsión.
Por la mañana, en el trabajo, Farah conversaba con Erin sobre sus inquietudes.
—Siento que floto en una nube cuando estoy con él, Erin —Farah suspiró con una sonrisa brillante en el rostro—. Besa tan bien, que al cerrar mis ojos recuerdo su boca y me pierdo en las más bonitas memorias y sensaciones. Podemos besarnos por horas y ver una película entera acariciándonos.
—Cómo te envidio, Farah. Qué bien te sienta la felicidad. No sé si siempre tienes las mejillas sonrojadas, o te maquillas mejor que nunca; solo puedo decir que brillas o algo así.
—Sí, ¿verdad? —dijo con la mirada perdida y sonriendo para sí—. Sin embargo, es tan perfecto que asusta.
—¿Tan perfecto así es?
Farah asintió con los ojos cargados de incertidumbre.
—Por un lado, soy mucho más feliz de lo que alguna vez fui con un hombre, pero por otra, esto tiene tantas similitudes con mi experiencia con Duncan, que un escalofrío me recorre al pensarlo. Antes creía que un tipo como ellos nunca se fijaría en mí, pero resulta ser que Duncan sí me quiso, según dice. Y Rhett… Parece que me quiere y a Basti. ¿Todo esto es cierto? Porque parece un sueño.
—Así parece, amiga —Erin la abrazó con cariño verdadero.
—¿Y tú? ¿Has salido de nuevo con tu detective privado?
Erin negó con la cabeza.
—Me invitó de nuevo a salir, pero… le dije que no.
Farah no lo podía creer.
—¿Por qué? Erin… ¿Por qué? —insistió.
—¿Cómo puedo estoy segura?… Tengo la impresión de que en realidad no le atraigo; sin embargo, no sé cómo explicarlo. Solo… Hay algo no me convence.
—A veces me pasa lo mismo. Es como si no pudiera creerlo. Ay, amiga… ¿Será que estoy cometiendo un error y exponiendo a mi hijo a esto? Me muero si estoy equivocada con Rhett.
—Quizá él es diferente. Por eso no te había hablado al respecto. No quiero arruinar tu buen momento.
Un silencio sobrevino entre ellas y se miraron diciéndose todo. Ambas se conocían y sus miedos tenían sentido, aunque prefirieran enterrarlos en el cementerio de la cordura.
—E… ¿Irás con tu Espartaco al reencuentro de graduación? Allí volverán a coronar a Duncan como rey de la clase.
—Sí, quiero ir con Rhett. Me dijo que le daremos una lección. Para mí, solo llegar con él es suficiente para callarlos a todos. Sobre todo quiero demostrarles que salí adelante y que estoy bien. ¿Y tú? ¿Irás?
—No creo —admitió Erin con pesar—. ¿Con quién iría?
—Con Max, por supuesto. Sé qué la pasarás bien. Además, si no te permites conocerlo, no responderás a todas esas dudas que tienes. Él ya te invitó, ahora te toca a ti —dijo Farah, ocurrente.
—Quizá me pague con la misma moneda y también me rechace. En fin… Lo haré. Si acepta… Nos veremos allí.
Una cabizbaja Erin salió de la oficina y encontró a Rhett dispuesto a ver a Farah.
—¿Cómo está, mi amor mío, hoy? Te traigo una muy buena noticia, Farah. Brandon, el fotógrafo, me dijo que le encantó tu energía imponente y que desea contratarte para una sesión de fotos.
—¿Fotos? Ay, no. Ya tuve suficiente de esos estudios y su gente insoportable. Paso. Además, tampoco es que me encante ser el centro de las miradas. Estoy bien con mis casos y demandas. ¿Por qué no se lo propones a Erin? Puedo ayudarla con su portafolio.
—Por mí está bien —confirmó Rhett—. Que bueno que no aceptaste. No me gusta la idea de que unos idiotas te estén viendo en traje de baño o ropa interior. Y si se les ocurre ponerte con un modelo, solo diré un rotundo, no.
—Ah, pero tú sí puedes posar semidesnudo en una cama con una fulana subnormal. ¿Sabes qué? Ahora que lo pienso… Dile a Brandon que acepto —dijo Farah, riendo. Cerró los ojos y pasó sus manos por su cuerpo, diciendo—: Ya me imagino con un sexi modelo sobre mí. Ah… ¿Cómo será si me da un buen beso?
Rhett se mantuvo serio e indagó:
—¿Se supone que esto es gracioso y que me debo reír?
—Tú hiciste esa catastrófica sesión de fotos con Gi-gi. Y bastante incómoda que fue, por cierto.
—Hagamos algo… No volveré a hacer una sesión de ese tipo, si te incomodó, amor. ¿Bien? —dijo, Rhett, quien extendió la mano hacia ella a manera de trato.
Farah la estrechó, aceptando el compromiso, y él la atrajo de un halón, apretándola entre sus brazos.
—¿Me quieres poner celoso? Te recomiendo no desatar una bestia que no conoces —dijo rozando los labios de Farah con los de él.
—No me incites —ella sonrió—. Deberíamos hacer esa sesión de fotos nosotros solos.
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Editado: 09.11.2024