Rhett y Max decidieron buscar a las chicas en autos separados, propiciando la privacidad que necesitaban. Así, rentaron sendas limusinas y cumplieron el protocolo de esta celebración.
Farah y Erin esperaron en el lobby del condominio con una destellante ilusión en los ojos. Al fin… ¡Al fin irían al baile de graduación!
Rhett y Max, vestidos de etiqueta, bajaron y se acercaron a las chicas. Ellas los observaron con su andar varonil y deseable, en tanto abotonaban su chaqueta. Ambos esbozaron su bonita sonrisa. Farah suspiró ante la segura expresión de Rhett que la complementaba, y Erin quedó perdida en los tristes ojos de Max.
Si hubiesen podido colorear el momento, las estrellas y brillos de colores habrían llenado el lugar como en un romance fantástico colmado de vida.
El Espartaco se acercó, tomó con cuidado una mano de Farah y la hizo dar vuelta.
—Luces preciosa, mi amor mío. Qué sexi estás en ese vestido. Ahora no sé si llevarte o encerrarte en casa —sonrió con un nuevo brillo en la mirada, y dejó un superficial beso sobre aquellos deleitables labios rojos.
Luego, abrió una delicada cajita de madera donde permanecía guardado y fresco, un corsage de blancas rosas miniaturas. El mismo color del ajustado vestido con un hombro descubierto de Farah. A quien el rostro se le iluminó de puro anhelo, mientras Rhett colocaba en su muñeca tan delicado detalle, y hasta el tacto de los dedos sobre su blanca piel fue precioso para ella.
Después de saludar cariñosamente a Max con un beso en su mejilla, Erin extendió su brazo, y él colocó el ramillete de rosas rojas en su muñeca que contrastaba con su vestido negro de hombros descubiertos.
En la limusina, Rhett se mantuvo muy cerca de Farah, acariciando su rostro, su pierna cruzada y su mano.
—Qué bella estás, Farah. Te quiero quitar ese labial a punta de besos —dijo Rhett, taimado, en tanto miraba fijo la boca de su cita.
Ella sonrió, abrió su pequeño bolso clutch metalizado, sacó un lápiz labial dorado y comentó:
—Puedo retocarme los labios poco antes de llegar.
Solo eso necesitó el Espartaco para atrapar con deseo y desesperación la boca de Farah, quien correspondió aquel beso que sintió aterciopelado.
Ella sintió satisfechas todas sus ansias y deseos. Las caricias de Rhett la recorrían en tanto la tomaba con decisión y dominio, dejándola rendida en un embrujado trance del que no quería despertar.
Al llegar al Four Seasons Hotel, cenaron juntos en el Adorn Bar & Restaurante entre risas y anécdotas, y al fin, se dispusieron a ir al salón de fiestas donde se llevaría a cabo el baile.
Farah y Erin quedaron deslumbradas al entrar al amplio lugar de temática romana, haciéndole recordar a la abogada sus sueños con el Espartaco.
Los encargados de dar la bienvenida, vestidos con un chitón hasta los talones, colocaron una delicada y metálica corona imperial que simulaba delicadas hojas de laurel sobre las cabelleras de Farah y Erin. Y dirigieron a las parejas hacia un gran hexágono dorado del cual pendían flores y lienzos, apoyado delante de columnas que simulaban el foro romano, donde los fotografiaron.
Por fin pasaron a su mesa, vestida con un largo mantel azul de bordados gitanos, decorada con bustos en miniaturas, jarrones llenos de moradas uvas, y velas encendidas de la Venus del Nilo. Copas, cubiertería y vajilla rústica con bordes dorados y sillas transparentes. Todo era perfecto, como si fueran transportados a otras épocas y emociones.
La música sonaba, las alocadas luces recorrían el lugar, y un DJ animaba el momento. Las parejas reían, bailaban, tomaban el famoso ponche, esta vez con licor, y comían deliciosos entremeses.
Los ojos de Farah se pusieron llorosos al no poder contener lo que sentía. Apenas empezaba a comprender los momentos hermosos de la vida que perdió por culpa de Duncan, y más rabia hacia él sintió. Lo que desconoces no te duele. Pero después de esto, las chicas entendieron lo que años atrás perdieron y que, tal vez, nunca recuperarían, porque no eran las mismas chiquillas ilusionadas e inocentes.
—¿Estás bien, amor? —indagó Rhett, quien seguía aprendiendo a leer las expresiones de Farah. Algo le dolió muy dentro.
—Sí… Solo estoy emocionada —Mintió, pues no quería arruinar la noche con sus malas memorias.
«Puedes construir nuevos recuerdos», se repitió a sí misma aquella frase que su nanita le dijo una y otra vez en esas noches de llanto y soledad.
Ambas chicas sintieron la mirada de todos sobre ellas, pues años atrás fueron noticia. Las amigas y mejores alumnas que desaparecieron de la faz de la tierra sin aviso, para no volver a ser vistas en ninguna parte, al fin daban la cara, acompañadas, cada una, por un hombre alto y atractivo.
El extraño silencio reinó al verlas sentarse en sus sillas, solo quedó la música de fondo del desprevenido animador, y los murmullos llenaron el salón.
—No pueden iniciar la noche sin probar el ponche —sugirió Max, sacándolas del incómodo momento.
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Editado: 09.11.2024