Entre ceja y ceja

Capítulo 36

Las demandas contra la ciudad por parte de Austin Eagles y contra los guardias del Centro Correccional Metropolitano, fueron introducidas por los abogados. Apenas ahora abordaban el caso que unió a Farah y a Rhett al conocerse. La situación inquietó a Rhett, porque luego del discurso del gobernador, su imagen se tornó más pública, pues eran los abogados que encontraron la aguja en el pajar. Ahora, el rostro de Farah ya no era desconocido para los medios ni para Stella y menos para los policías que investigaban.

         Tanto Rhett como Farah comenzaron a recibir llamadas donde solo se escuchaba la respiración de alguien y, a veces, alguno más osado hablaba diciendo: “Retira la demanda, mujer inútil, o lo pagarás caro. Ve a cuidar a tus hijos y a trapear tu casa”.

Max investigó al respecto y el resultado fue el esperado, números irrastreables. Era definitivo que quien hacía las llamadas tenía conocimiento de cómo burlar el sistema, quizá porque lo conocía muy bien. Todos tenían la impresión de que se trataba de los mismos policías y gendarmes, quienes estaban enojados de que su buen nombre quedara manchado y expuesto.

         Farah tenía experiencia al respecto, mas para Rhett era nuevo. Así, el Espartaco comenzó a preocuparse y a tornarse sobreprotector. Dejaba a Farah en la puerta de su casa, la acompañaba a todas partes, y así, siguieron manteniéndose cerca día a día. Sin embargo, Rhett no terminaba de hacer la esperada proposición.

 

 

         Aquella noche, en casa de Rhett, en tanto cenaban, Max indagó algo que tenía varios días callando.

         —Han pasado casi dos meses y sigues sin hacerle la proposición a Farah. ¿El comealmas no te ha preguntado nada?

         El Espartaco hurgaba en su comida sin terminar de tomar bocado.

         —No… No me ha preguntado. Él conoce a su hija, y sabe que en cuanto se lo pida, ella se lo dirá.

         —Y… ¿Qué te ha pasado?

         —Bueno… Hace tiempo te expliqué que le dije eso al viejo Ward después de la adrenalina de la pelea con Duncan. En ese momento sentí que podía devorarme el mundo. Pero ahora, cada vez que tengo a Farah en frente, sintiendo que la quiero como a nadie, pues… Siento que puedo arruinarlo y… No quiero. Ya no sé ni lo que digo.

         —Hablas de ella como el tipo más enamorado que jamás haya conocido. No entiendo por qué dudas —insistió, Max.

         —No quiero apresurarlo. Seré esposo y padre de golpe.

—Eso me sonó a excusa.

—Amar siempre duele, hermano —admitió al fin, Rhett—. No puedo imaginar una vida sin ella, y a la vez me asusta arruinar una vida con ella. Siento que teniéndola o no igual puedo perderla; y me es imposible aceptarlo.

Max no supo qué decir. Lo que decía Rhett sonó como un trabalenguas, pero era muy cierto.

         —¿Qué es peor? —continuó el Espartaco—. ¿No amarla y jamás perderla o perderla habiéndola amado con toda el alma?

         —Buena pregunta —admitió Max—. Sin embargo, esas no son más que falsas excusas para no admitir lo que te da miedo. Nunca será el momento correcto. ¿Por qué piensas que la perderás?

         —¡Porque he perdido a cada ser que he querido! —dijo al fin con los ojos llorosos—. No sé con qué me marcó la vida, pero ¡siempre los pierdo!

         El Espartaco se levantó de golpe de la mesa sin ingerir bocado y se retiró a su habitación. Max siempre llegaba a revolverle el cerebro que ya sentía batido de tanto pensar.

         Se acostó en el piso frío de su habitación, controló la presión que sentía en el pecho y buscaba salir por sus ojos, y miró al cielo oscuro desde el suelo. Las preguntas lo asaltaban ¿Temía por él o por ella?

Ya Rhett había perdido amores de vida, sus padres y a su hermano. Así que, perder uno más lo volvería loco. No podría soportar de nuevo aquel cambio de dinámica y compañía que tanto le afectó. Conocía la aflicción de un corazón roto y abandonado a su suerte. Sabía que tendría que desprenderse de memorias apreciadas porque dolían demasiado, ni siquiera podría guardarlas en el bolsillo del pantalón. Tendría que esforzarse de nuevo por encontrarle sentido a la vida, ¿y si esta vez no lo conseguía?

Pensó en que ya casi no recordaba el rostro de su hermano. ¿Tendría que olvidar a Farah sin querer hacerlo? Y una lágrima corrió por su sien después de ese pensamiento, al pestañear. ¿Cómo lo dejaría perder a Farah?, cuando ella parecía ser el amor de su vida.

Sí, sonaba como un estúpido cliché, pero igual lo asustaba, porque construir el amor tomaba tiempo, mas arruinarlo era más fácil.

«“Entonces no era amor verdadero”», recordó la frase de su madre, «“el amor verdadero lucha y dura para siempre”». Eso solo asustaba más, porque luego, la vida mas nunca volvía a ser la misma. Se convertía simplemente en: Amar, olvidar, recordar, olvidar… olvidar y olvidar.

 

 

         Rhett se obligó a contener emociones hasta que no resolviera superar sus pérdidas del pasado. Quizá así podría amar a Farah sin la sombra de esa venganza acechando. Por lo tanto, ese “algo” que eran ellos dos, siguió siendo solo “algo”.




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