!Sí! !He vuelto, mis bellas! Es mi deseo que disfruten estos dos capitulos. Siento que estas vacaciones me cayeron de perla, como dice mi querida suegra, ja, ja, ja. Regresan nuestras esperadas parejas, la intriga y las emociones. Actualizaré con regularidad, ahora que mis hijos están de vacaciones. Me disculpo por la espera. Las invito a disfrutar. Besos.
Pleno de nuevas emociones, Max se dirigió al bufete Ward&Green; sin embargo, no encontró a Erin. De hecho, descubrió que, debido a la luna de miel de Farah, ella disfrutó también de unas merecidas vacaciones.
Por lo tanto, se apersonó en el edificio donde vivía Erin y deseó poderla encontrar allí. Justo cuando se abrió el elevador en el piso indicado, encontró a la chica de espalda, cerrando con llave su departamento.
Erin volteó y con sorpresa descubrió a un sonriente Max frente a ella.
—¡Max!, ¡qué sorpresa! —dijo, en tanto guardaba sus llaves en un bolso. Escondiendo tras sus movimientos todo el nervio y las emociones que la embargaron.
—Erin… —titubeó un poco— He estado buscándote. Tengo algo importante qué decirte.
—¿Ah, sí? ¿Y qué será? —caminó hacia el ascensor—. Disculpa, es que voy tarde para una cita.
Aquella palabra final inquietó al exescort.
«¿Una cita?», se preguntó.
«¿Cómo que una cita?», cuando él estaba decidido a declarar su amor.
Erin carcajeó.
—Pero qué cara de sorpresa pusiste. ¿Tan imposible te parece que yo tenga una cita?
—No. No es eso —Admitió con desgano.
La tomó del codo con suavidad, logrando que se detuviera al fin de su andar apresurado. El ascensor se abrió frente a ellos.
—Vine a decirte que renuncié a mi trabajo, no al bufete, a mi trabajo como escort.
Erin sintió un nerviosismo que le recorrió la espalda. ¿Por qué le venía a decir específicamente eso? Ella era inteligente, y eso solo significaba una cosa. Una que la inquietaría todavía más.
Las preguntas caían inquietas y alborotadas en su mente, como si su alama hubiese sido agitada por un viento tormentoso. ¿Estaba realmente interesado en ella? ¿Qué significaría o implicaría esto? Finalmente, descubrió que era más cómodo cuando Max se mostraba indeciso, incluso para ella; porque ahora debía responder preguntas, aceptar propuestas y apenas se daba cuenta. Max era un atractivo escort que nunca se conformaría con alguien como ella. Al menos eso se repitió una y otra vez y hasta lo creyó.
Erin alzó la vista y se encontró con los ojos tristes de Max. Esos ojos que le encantaban. Pero no supo qué decir. Él notó el desconcierto en su expresión. La chica no vio venir ni por un segundo que él le diría aquello y le pareció que, de algún modo, se refugió en la imposibilidad de que él le propusiera algo.
Esa reacción no fue la que Max esperó, mas eso solía pasarle con ella. Sintió enojo. Ella misma le dijo que dejara su trabajo y ahora ni siquiera le contestaba, pero las palabras de Erin interrumpieron sus pensamientos.
—Debes haber tenido tus razones, Max. Te deseo lo mejor. Deseo que te vaya muy bien. Y lo digo de corazón.
Después de decir eso, la chica caminó hacia el ascensor y giró para mirarlo de nuevo; en silencio.
Max entró apresurado y se mantuvo frente a ella. Su rostro estaba igual de desconcertado.
—¿Cómo que debo haber tenido mis razones? ¿Acaso no las conoces? ¡Lo hice por ti!
—¡Yo no te pedí que lo hicieras! —dijo Erin, inquieta.
El enojo era notorio en Max. Dejó mucho por ella y esa era la respuesta que recibía: “No te pedí que lo hicieras”.
No obstante, Erin sabía lo que quería. Y tuvo la impresión de que Max seguía actuando de forma vacilante. ¿Por qué no le dijo: “te quiero” ?, o “… estoy enamorado de ti”, habría sonado aún mejor. Ella no estaba segura de si pedía demasiado o no. Quizás esperaba de Max algo que él nunca podría darle. Tal vez era demasiado, pero sus inseguridades no soportarían menos que eso.
—No… —bajó la mirada, desconcertada—. No sé qué decirte.
—¿A dónde vas? —indagó él en intento por cambiar el tema. Sabía que con las mujeres era mejor darles un momento para asimilar las cosas.
—A una sesión de fotos. El fotógrafo que trabaja con Rhett necesitaba una modelo curvy y Farah no quiso. Así que, acepté.
—Ah… —Descansó, Max. No era una cita romántica con quién sabe qué tipo—. Entonces… ¿Puedo acompañarte? Podríamos conversar mejor.
—Está bien —asintió ella.
Fue un viaje incómodo en el auto. Era como si ninguno supiera qué decir. Lo cual aumentaba la inquietud de Erin, pues sabía que él era un hombre experimentado con las mujeres. Sin embargo, con ella, se mostraba inseguro. Y Erin solo lo entendía como carencia y desamor.
Para Max no era así. Erin no podía estar más equivocada, pero él tampoco podía verlo. Ella lo desajustaba, lo confundía, lo desarmaba. Parecía que la debilidad de uno era la confusión del otro.
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Editado: 09.11.2024