Durante la semana Andrew no vio mucho a Cosette. De hecho tenía tres días de no verla. Así que ésa mañana fue a tocar su puerta para saber si estaría bien pues ni siquiera contestaba los mensajes del teléfono.
Wilson apareció en la ventana de la sala abriéndola con facilidad. Andrew lo acarició y se asomó buscándola con la vista pero no la encontró. Volvió a marcar a su teléfono pero no contestaba y tampoco se escuchaba que estuviera sonando.
Preocupado llamó a Jack esperando que estuviera con él o por lo menos supiera donde estaba. Lamentablemente su amigo no tenía idea de su paradero.
—Tal vez aún está dormida — dijo Jack desde el otro lado de la línea—. Es temprano. Le llamaré más tarde.
Pero la aparente tranquilidad de Jack se disipó cuando ella seguía sin dar señales de vida. Así que 45 minutos después de haber hablado con Andrew estaba aparcando su motocicleta en la acera.
Andrew propuso que entraran por la puerta de atrás pues sabía que permanecía abierta para Willson. Saltaron la cerca que dividía sus patios y se metieron a la casa.
El lugar estaba completamente desolado. Wilson corrió por las escaleras hasta detenerse en una habitación, suponiendo que se trataba de la suya lo siguieron cuidando no hacer ruido. Estaban por asomarse dentro cuando una voz a sus espaldas los hizo saltar.
—¿Qué están haciendo chicos?
—Joder. Qué susto — dijo Jack con una mano en el pecho—. Estamos corroborando que haya sobrevivientes ya que no te has reportado al cuartel.
Ella estornudó tres veces de forma continua y corrió de nuevo al baño. La escucharon toser y escupir.
—Te ves muy mal — señaló Andrew cuando ella caminaba a su habitación de nuevo.
—Gracias — respondió abrazándose mientras caminaba a paso de zombi y con voz nasal —. Voy a darme una ducha. Doy asco — dijo mirando sus ropas.
—¿Quieres que te traiga algo de la farmacia? ¿No prefieres ir al hospital para que te vea tu hermano? — Preguntó Jack con sincera preocupación viéndola con la nariz roja y las enormes ojeras.
—No gracias. Solo es un resfriado. — Pero nuevos estornudos la interrumpieron—. Bajaré en un minuto — les dijo cerrando la puerta de su habitación.
Andrew fue a sentarse al sofá mientras Jack seguía dando vueltas por la cocina.
—¿Qué haces?
—Limpiando — respondió Jack.
Cambió el agua para beber de Wilson, le dio de comer y desalojó la mesa que estaba llena de envoltorios de galletas, botellas vacías y algunos pañuelos desechables. Al ver aquello Andrew fue a lavar los pocos platos sucios que estaban el fregadero.
—Hola — saludó desde el pie de las escaleras.
—Hola — respondieron.
—¿Qué hacen? — Inquirió limpiándose la nariz de nuevo. Observó a su perro comer y detenerse para moverle la cola. Ella le sonrió y le acarició la cabeza —. Gracias.
—¿Cómo te sientes?
—Bien — respondió abrazándose. Traía puesta una blusa con mangas y un pantalón de pijama.
—¿Quieres comer algo? — Jack no esperó su respuesta pues ya buscaba en la nevera que preparar.
Luego de comer, Cosette se quedó dormida en el sofá junto a Jack quien le abrazó con cariño. Al poco tiempo ella despertó diciendo que tenía frío y Jack se ofreció a traerle una manta.
Nunca había visto su habitación pues no podía verse desde la ventana de Andrew. Así que su interior era un completo misterio. Pero al llegar se encontró precisamente con lo que no esperaba.
Aún seguía contemplando una de las paredes cuando Andrew apareció a su lado.
—Quiere una sudadera y unos calcetines gruesos. Dice que están en el cajón — explicó admirando todo.
La pared del lado derecho tenía posters de grupos como: Paramore, Linkin park, Nickelback, Coldplay. Además de películas de acción y un par de series.
Todo estaba limpio y ordenado. Olía a su perfume cítrico y a sábanas limpias.
En la pared del frente donde se encontraba la ventana, había al lado izquierdo de ésta, cinco repisas llenas de lo que parecían ser juguetes. Camiones, autos, barcos, soldados condecorados, tanques, aviones y helicópteros. Todos en diseños militares. Los había en muchos tamaños y modelos.
En el otro extremo de la pared habían únicamente dos repisas. Estas contenían juguetes para niñas. Muñecas de porcelana, de tela, de cerámica e incluso de cristal. Eran pequeñas en su mayoría. Todas vestían ropas muy distintas una de la otra como si fueran traídas de varias partes del mundo. Reconocieron la que venía de Japón por su característico kimono y las Matrioshka de Rusia.