Viajar en el tiempo es solo moverse entre Horizontes de Sucesos,
no se trata del mismo universo.
El lugar donde la mujer otoñal nos había traído ahora parecía como un pasillo normal de algún hotel o complejo de departamentos, las paredes de color gris, la alfombra en el suelo y las puertas ubicadas simétricamente una al lado de la otra.
El problema es que el lugar parecía extenderse indefinidamente, uno podía levantar la vista para el frente en el pasillo y daba la impresión de que nunca se acabaría. Sumado a eso en las puertas había extraños símbolos que no reconocía de ningún alfabeto pero que Ana Sol utilizaba fácilmente para guiarse.
–Ya obtuvimos estos geniales relojes Casio e nos hiciste nuestras fichas ¿Qué sigue ahora anciana? –quiso saber mi hermano con la barbilla bien levantada.
–Ya te dije que no me digas asi mocoso. –La mujer ni siquiera se molestó en voltearse para mirarlo.
–Tranquila anciana. –continuó fastidiándola Liceo lo que pareció colmarle la paciencia. La agente se detuvo abruptamente y presionó la pantalla de su reloj, en ese instante mi hermano empezó a acelerarse y sacudir violentamente su brazo como si quisiera arrancárselo–. Esto está apretando, está apretando demasiado. –decía desesperado.
Entre los pequeños momentos en que detenía su brazo pude notar como la correa del reloj se achicaba más y más en su muñeca hasta que se detuvo un momento y luego regresó a como estaba antes. Eso tranquilizó a Liceo quien comenzó a hiperventilarse mientras que Ana Sol se detuvo en frente de una de las puertas.
–Bueno ya llegamos. –Ella acercó su reloj al escáner a un costado de la puerta para que se abriera–. Son hermanos asi que no creo que les moleste compartir habitación.
Sentí como si mi corazón se detuviera por un segundo. –Espera ¿a qué te refieres?
–Este lugar será su nueva casa, pónganse cómodos. Los vendré a buscar cuando sea hora de ir a su clase de orientación.
Sin haber tenido suficiente mi hermano se paró de golpe. –No, si no vamos a estar trabajando entonces vamos a regresar a nuestra casa mientras tanto.
Ana Sol acercó su rostro al de mi hermano a la par que lo miraba con una sonrisa muy enfadada. –Escucha mocoso ustedes son criminales, van a hacer trabajo comunitario. Ya no tienen libertad, olvídense de eso. –quise decir algo, estuve a punto de hacerlo solo que no llegue a concretar nada.
La mujer otoñal empujó a mi hermano dentro del departamento con fuerza, este cayó de cara al piso asi que me apresure en ver si se encontraba bien. Ella aprovechó este momento para cerrar la puerta detrás de nosotros y pude escuchar los pasos de sus tacones marcharse por el pasillo.
Mi hermano me hizo a un costado para levantarse y golpear repetidamente la puerta con fuerza, a pesar de que lo pareciera no estaba hecha de madera sino que sus golpes sonaban a que impactó contra un metal, uno que parecía hacerle más daño a los nudillos de mi hermano que él a la puerta.
Fue entonces que lo escuche, unas gotas cayendo al suelo de madera del departamento, bajé la cabeza y me encontré con pequeñas manchas de sangre en el suelo. –Liceo –dije colocando mi mano en su hombro–. Ya está.
Él se detuvo, se quedó lamentándose un momento antes de girarse y mostrarse una expresión destruida en el rostro: sus labios temblaban, tenía la nariz arrugada y goteando sangre junto a unos ojos cristalinos–. ¿Pero entonces que vamos a hacer?
–Todavía nos quedan unos días hasta que regresen de vacaciones, es tiempo suficiente para ingeniarnos algo. –Intenté consolarlo, aunque la verdad es que yo me sentía igual o más perdida de lo que él expresaba –De momento busquemos algo de papel para taparte esa herida de la nariz.
Liceo cerró los puños con fuerza antes de usar uno para limpiarse las lágrimas y sangre de la cara. –Bueno. –Parecía aceptar de regañadientes.
Los dos estábamos en un pequeño pasillo más angosto que el de hace rato, las paredes eran grises y el piso de madera pulida. Ambos nos movimos hacia la luz del final, se trataba de una gran sala de estar con una alfombra cuadrada en su centro y cuatro sillones orbitando a su alrededor; también había varios libreros, otro pasillo que parecía dar a los cuartos y una barra que separaba la cocina.
–Mira esto –llamó la atención mi hermano. En el muro de la sala de estar había un gigantesco ventanal que daba al exterior. Un cielo crepuscular parecía envolverlo todo como papel de regalo, y la caja de madera era donde estábamos, grandes edificios uno muy cerca del otro para formar un paisaje urbano–. Me recuerda bastante a nuestra ciudad.
–No sé si eso es bueno o malo. De momento será mejor que busquemos algo para taparte la sangre.
Nos acercamos hacia la barra que separaba con la cocina, había una mesada, muchas estanterías, un horno y una heladera. Fui directo a una estantería para abrirla pero solo me encontré con que estaba repleta de cajas de madera exactamente iguales. –¿Comida en polvo? –me dije confundida.
–Y aquí solo hay botellas de agua. –agregó Liceo revisando el interior de la heladera.
Abrí otro cajón y solo había más cajas, aunque estas parecían ser de una comida diferente. –Todo esto no sirve, necesito unas servilletas o algo. –Un extraño sonido me hizo asustar por un momento, se trataba de una escotilla corrediza en la barra de la cual salió un rollo de servilletas–. Bueno eso sirve.
Mi hermano se apresuró en tomarlo para sacar unas cuantas y hacerlas un bollo para taparse la fosa nasal que sangraba. –Eso va a bastar. –Ahora parecía tan calmado, como si su actitud de siempre hubiera regresado al instante después de romperse por un momento hace rato.
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Editado: 26.01.2024