El anhelo de la Materia Oscura.
La naturaleza del comportamiento humano es fascinante y enigmática, una persona que conoces de toda la vida puede pasar de estar rodeado de amigos a que una cuerda borde su cuello sin dar la más mínima señal.
Mientras viajaba rumbo a la casa de mi mejor amigo mi cerebro me atormentaba con interrogantes < ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Acaso dio una señal de cómo se sentía? > intente buscar evidencia en mis recuerdos, pero no logre encontrar nada.
Estaba desesperada, mis padres no podían llevarme porque estaban ocupados y solo podía depender del transporto público que estaba yendo más lento que nunca en la vida ahora. Mi pierna temblaba de la ansiedad y para intentar controlarla hice algo peor, observe los mensajes en el chat de mi mejor amigo otra vez–. Solo tengo recuerdos de él pasándola bien cuando nos vimos ¿Qué fue lo que le ocurrió? ¿En qué momento?
El último mensaje que me había mandado él era corto, pero contundente “Ya no lo soporto más. Me quiero suicidar” luego de eso no obtuve más respuesta. Por si solo el mensaje era bastante problemático, ya que no fue mandado en un contexto de broma, sonaba serio por todos lados; y eso ni siquiera era lo peor de todo.
La hora del mensaje decía que fue enviado ayer a la tarde, hace más de 24 horas para ser exactos <No es mi culpa, yo me encontraba trabajando, no vi el celular> intentaba justificarme < ¿Por qué me mandaría ese mensaje justo ahora? Sabe que no uso el celular cuando trabajo> lo peor es que cuando llegue a mi casa después del trabajo me encontraba tan cansada que tampoco mire los mensajes que me llegaron, no hasta hoy a la mañana y recién ahora pasado el mediodía que pude tomar rumbo a la casa de mi mejor amigo esperando que no se hubiera hecho nada malo.
Después de su mensaje los siguientes llegaron al día siguiente, se trataba de más de diez notificaciones de llamadas a las que no me atendió. Seguido le envié mensajes en mayúsculas diciendo cosas como “¿ESTAS BIEN?”, “NO HAGAS NADA, VOY EN CAMINO” y así seguían; todos enviados, le llegaron, pero no tuve respuesta. Su última conexión fue después de que me enviara eso.
Luego de observar más el chat me surgió una ira interna < ¡Hoy falte al trabajo sin avisar, así que más vale que no hayas muerto! Idiota> me sentía muy impotente, tenía tantas ganas de llorar. Mi celular cayó en las piernas y me tape los ojos con ambas manos para no romperme en el colectivo lleno de gente <No soy una buena mejor amiga, no tendría que considerarme una>.
Intente comunicarme con su madre también para ver si podía saber algo, me daba rabia recordar su voz tranquila cuando contestó mi llamada hace pocas horas. Por el tono de su voz podía deducir que mi llamada la había despertado, le pregunte sobre su hijo y me contestó que no sabía nada. Ayer al mediodía ella salió a trabajar y a la noche se quedó en el departamento de su pareja, no había visto ni hablado con su hijo después de eso; cuando le pregunte porque no insistió más en hablarlo después de que no le contestara al principio, solo dijo que su hijo tiene 20 años y puede cuidarse solo.
No le dije lo que sucedió y al escuchar eso último tampoco tuve ganas de continuar hablando con ella, me daba la impresión de que no llegaría a ningún lado aunque lo intentara.
Ambos nos conocimos en el primer año de secundaria y ahora cada uno estaba entrando en su tercer año de universidad, no nos veíamos tan seguido debido a la distancia. Para ir a su casa tenía que tomarme dos colectivos, el mismo recorrido que había hecho incontables veces, ahora se sentía más largo que nunca.
Una vez que logre llegar a la parada me baje y salí corriendo, el segundo colectivo me dejaba dentro de su barrio, a cinco cuadras. Poco más de 500 metros que parecieron kilómetros interminables, hasta que por fin, por fin, logre llegar a la puerta de su casa.
Me detuve solo un segundo para tomar aire aceleradamente y seguido empecé a tocar las palmas, ese fue el momento en el que mi corazón más se aceleró porque de aquí en adelante solo podía haber dos resultados: o mi mejor amigo abría la puerta o nadie lo hacía.
Tenía que hacerlo a pesar del terror que me causaba, tenía que abrir esa caja y rogarle al universo de que el gato dentro no estuviera muerto. Sin embargo, algo que aprendí es que el universo es un maldito en los momentos menos oportunos y eso me daba más miedo.
Dejé de tocar las palmas y no ocurrió nada, la puerta permaneció cerrada delante de mí. –¡NO! ¡NO! ¡NO! –Mi cerebro empezó a imaginar el peor resultado y me odie a mí misma por eso. Me imagine viendo el cadáver, en el funeral, todos llorando.
Esa situación hipotética hizo que rompiera en llanto, las lágrimas brotaron de mis ojos para desliarse por las mejillas y me negué a aceptar esa idea. Tome fuerza y volví a tocar las palmas, esta vez mucho más rápido y fuerte como si eso pudiera hacerlo salir. –Quizás solo está durmiendo, tengo que despertarlo –me dije, aunque sabía que él era la persona con el sueño más liviano que conocía.
Tuve que detenerme por segunda vez luego de un rato cuando me di cuenta que no estaba obteniendo resultado, se sintió de lo peor, fue devastador, quería alejar de mi ese futuro con mi mejor amigo muerto, pero este no paraba de aferrarse a mí con más fuerza.
Me ahogue con el propio aire que respiraba, mi corazón muy acelerado y mis brazos cubriendo mi temblorosa boca. Todavía podría gritar su nombre, hacerlo despertar si estaba durmiendo. –¡LAUTARO! –grité una primera vez, aunque nada ocurrió. Entonces tome más aire y prepare mis cuerdas vocales para dar un segundo grito todavía más fuerte.
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Editado: 26.01.2024