Han estaba apoyado en una pared, observando el reloj en su muñeca. Al ver a Aria, se acercó a ella. Caminaron en silencio hacia el patio de la academia, donde no había nadie debido al desagradable clima. Han se colocó frente a Aria y le acarició la mejilla. Pensó que ella se alejaría, pero no lo hizo. Esto le hizo sonreír ligeramente. Era la primera vez que Aria veía a Han sonreír. Han era un chico al que le costaba expresar sus sentimientos, pero lo intentaba porque sabía que las muestras de afecto eran importantes en una relación. No quería dejar a su novia de lado solo con el título de "novia".
— Aria, ¿De verdad quieres que… terminemos?
Aria intentó hablar, pero las palabras no salían. No sentía amor por Han porque apenas lo conocía. Estaba asumiendo la identidad de alguien más y no sabía cómo actuar para no arruinar todo. Sentía miedo, mucho miedo de equivocarse y empeorar las cosas. Sin embargo, también sentía curiosidad. ¿Cómo sería ser la Aria que todos conocían? ¿Qué era vivir sin recuerdos propios y tener que recordar y fingir por cuenta propia? ¿Qué sería si todo lo que había sido no era real, sino solo un papel que interpretar? Aria decidió no pensar en eso. No quería hacerlo. Solo había una cosa que debía hacer: fingir.
—No quiero terminar contigo …— dijo acercándose más a él, sus respiraciones chocando entre sí. —Quiero ser tu novia, Han. Perdóname por lo que dije ayer. No estaba… pensando bien.
Aria sonrió a pesar de estar nerviosa y asustada. ¿Realmente había dicho eso? Han se quedó inmóvil, sorprendido y sin responder durante varios segundos. Finalmente, una sonrisa se iluminó en su rostro. Tomó la mano de Aria y la acercó hacia él, mirándola a los ojos sin preocupación, sino con comprensión y cariño. Sin embargo, Aria no quería corresponder al beso, pero se vio obligada a hacerlo. Era un beso que Han había anhelado desde que la vio en el Habi. El beso se intensificó y Han puso sus manos en la cintura de Aria. Aria se sintió incómoda y se apartó del beso, dejando a Han confundido.
— ¿Qué sucede? ¿Hice algo mal? — dijo Han, inseguro de su reacción. Aria no sabía qué responder.
— Es solo que… — respondió, pero no logró terminar la frase. Han esperaba a que continuara, pero ella se quedó callada. Estaba demasiado atrapada en sus propios pensamientos — Creo que ya debemos ir a comer.
— Yo tengo que ir por unas cosas. ¿Nos vemos al rato?
— Si, está bien.
— Adiós. Te amo mucho, Aria.
Se alejó rápidamente de él. Nunca antes había sentido tanto miedo al estar con alguien como lo hacía con él, pero no era un miedo negativo, sino más bien uno que la ponía nerviosa. Se encaminó hacia el pasillo del segundo piso, donde se encontraba un salón de música al que ella ingresó. No había nadie allí, así que aprovechó para sentarse frente al imponente piano negro. Un nudo se formó en su garganta. La sensación de tener un piano bajo sus dedos era algo que no experimentaba desde hacía mucho tiempo, despertando añoranzas de una época más relajada.
Desde pequeña, Aria amaba la música, especialmente la clásica, que le transmitía tranquilidad y paz. Cerró los ojos y comenzó a tocar el piano. Su mano derecha ascendía por las teclas mientras la izquierda iniciaba la base. Las notas resonaban en perfecta sincronía. Inicialmente tocó despacio, ajustándose al sonido del piano. Con el paso de los minutos, aumentó el tiempo y jugó con los acordes, adquiriendo mayor fluidez en cada tono.
Su padre fue el responsable de su exquisito gusto musical. A los cinco años, él le enseñó el valor de la música, mostrándole que no era algo trivial, sino una conexión con otras personas y con sus propias emociones. Desde entonces, tomó clases de piano y violín. En sus momentos libres, se sumergía en la música hasta altas horas de la noche, sin molestar a nadie, ya que la mayoría de la gente en su casa dormía profundamente.
La canción que ella estaba tocando tenía un significado muy bonito para ella porque fue la primera canción que escribió sola, pues aunque al principio no le gustaba como había quedado, en su presente, amaba con locura cada parte de la melodía, se sentía orgullosa de que lo hubiera hecho ella sola. No tenía grandes ambiciones sobre su futuro, pero sí tenía muchas ganas de explorar lo que era capaz de hacer. A pesar de ser una persona muy insegura, creía en su propio potencial. No sabía por qué, pero sabía que podía lograr lo que se propusiera a sí misma, siempre que estuviera dispuesta a ello. Tenía muchas más habilidades además de la música, pero esta le había ayudado en distintas ocasiones y nunca se le había ocurrido abandonarla.
Cuando terminó la canción, Aria abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba llorando. No sabía por qué, solo sabía que la emoción de escuchar el piano volver a sonar le hizo acordarse de un tiempo en que era más feliz. Sus padres nunca le habían dicho, pero sabía que a pesar de todo lo que había pasado, en el fondo de su corazón siempre tendría un rincón de esperanza y alegría. La vida era muy dura para alguien tan joven como ella, pero aun así podía ver la belleza en las cosas. Se secó las lágrimas y se repuso el cabello, que estaba desordenado. Poco a poco, se le fue pasando la nostalgia y regresó a su papel como Aria. Ella sabía que sería difícil, pero estaba dispuesta a hacerlo por su futuro.
— Wow, no pensé que tuvieras ese talento, ¿Quién te enseñó la canción? — Aria pegó un brinco sobre su asiento al escuchar la voz de Wilder a su lado. Giró su cabeza encontrándose también con los amigos del pelirrojo. — Perdón si te asusté.
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Editado: 17.01.2024