En el centro del caos, Azrael se encontraba sumido en una tormenta de oscuridad. Hades, con su poder infinito, había penetrado profundamente en su ser, consumiendo toda su voluntad. Azrael, antes un ángel de luz y esperanza, se vio envuelto en sombras, su esencia angelical transformada en pura maldad.
Azrael sintió cómo la oscuridad de Hades lo envolvía, cada sombra alimentándose de su dolor y desesperación. Su voluntad se desvaneció, y su ser quedó completamente sometido al poder de Hades.
Sus alas, ahora negras como el ébano, se desplegaron con una majestuosidad aterradora, y su belleza se intensificó, volviéndose una visión de perfección oscura y poder absoluto.
-Azrael, mi servidor leal -dijo Hades, su voz resonando con autoridad - Tu misión es clara: elimina a Daniel y a Seraphiel.
Azrael, con sus ojos vacíos de luz, asintió. La oscuridad había corroído su alma, y su voluntad ahora pertenecía a Hades.
En medio del caos, Seraphiel, dentro de Daniel, enfrentaba a Azrael. La batalla era una danza de luz y sombra, una sinfonía de dolor y amor que resonaba en el aire. Ian y Daniel, atrapados en sus respectivos cuerpos, sentían cada golpe, cada herida, como si fuera propia.
-Azrael, por favor, resiste -imploró Seraphiel, su voz cargada de amor y desesperación - No dejes que la oscuridad te consuma.
Azrael, controlado por Hades, atacó con una furia implacable. Cada movimiento era un golpe de poder puro, una manifestación de la maldad que ahora lo dominaba. Seraphiel, aunque poderoso, no podía usar todo su potencial, su amor por Azrael lo frenaba.
-Seraphiel, no puedo detenerlo... -dijo Daniel, su voz llena de angustia mientras sentía el dolor de Ian.
- Lo sé, Daniel. Pero no podemos rendirnos - respondió Seraphiel, sus alas brillando con una luz celestial intensa - Debemos salvar a Azrael y a Ian
La batalla se intensificó, cada golpe resonando como un trueno en la tormenta. Ian y Daniel se veían obligados a hacerse daño mutuamente, sus cuerpos movidos por fuerzas más allá de su control. Sus corazones, llenos de amor mutuo, sufrían al verse obligados a enfrentarse de esta manera.
En otro lugar de la ciudad, Astaroth, junto con su ejército de demonios, desataba el caos. Los edificios se derrumbaban bajo su poder, y las calles se llenaban de gritos y desesperación. Pero en medio de la destrucción, una figura emergió, firme y decidida: Asmodeo.
-Astaroth, tu reinado de terror termina aquí -dijo Asmodeo, su voz resonando con autoridad.
Astaroth rió, su risa llena de malicia.
-Asmodeo, ¿realmente crees que puedes detenerme? -dijo Astaroth, su voz cargada de burla.
Hades, consciente de la amenaza que representaba Asmodeo, intentó transformar su realidad, buscando controlarlo como había hecho con Azrael. Pero Asmodeo, sin dolor ni arrepentimiento por su pasado, fue inmune al control de Hades.
-No puedes controlarme, Hades - dijo Asmodeo, su voz firme - No tengo dolor ni arrepentimiento que puedas explotar.
Furioso, Hades decidió cambiar de objetivo.
-Si no puedo controlarte, me haré con el alma de Luzbel -dijo Hades, su voz un rugido de ira.
Pero al intentar alcanzar a Luzbel, descubrió que se encontraba en el cielo, el único lugar donde su poder no llegaba. Su frustración era palpable, y su ira se intensificó.
En el momento de mayor desesperación, una luz brillante atravesó el caos. Gabriel, con su resplandor celestial, apareció justo a tiempo para salvar a Daniel de un ataque mortal de Azrael. Su luz era tan poderosa que hizo retroceder a Azrael momentáneamente.
-Gabriel... -dijo Seraphiel, su voz llena de alivio y gratitud.
-Seraphiel, ayuda a Asmodeo a detener a Astaroth -ordenó Gabriel, su voz firme y llena de autoridad- Yo me encargaré de Azrael.
Seraphiel asintió, desplegando sus alas con un resplandor celestial. Sabía que su amor por Azrael le impedía luchar con toda su fuerza, y confiaba en Gabriel para liberar a su amado de la oscuridad.
-Azrael, te amo intensamente -dijo Seraphiel, su voz llena de emoción - Pero Gabriel tiene razón. No puedo permitir que causes más caos.
Con esas palabras, Seraphiel voló hacia la batalla contra Astaroth, dejando a Gabriel para enfrentar a Azrael.
Gabriel, con su luz resplandeciente, se acercó a Azrael, su corazón lleno de determinación y amor.
-Azrael, hermano mío, no dejaré que Hades te consuma -dijo Gabriel, su voz resonando con compasión y fuerza - Te liberaré de esta oscuridad.
Azrael, aún bajo el control de Hades, se lanzó hacia Gabriel con una furia desatada. Pero Gabriel, con su luz pura, contrarrestó cada ataque, su presencia una promesa de redención.
Gabriel enfrentaba a Azrael, su luz brillando intensamente en medio de la oscuridad. La batalla por el alma de Azrael estaba en su punto más crítico, y la esperanza, ahora más fuerte que nunca, seguía ardiendo en los corazones de los valientes, una chispa de resistencia y redención que prometía no extinguirse.