Apenas llegó a su casa, y después de darle un enorme beso a Jason, que estaba jugando con sus carritos frente al televisor, corrió hasta su cuarto y buscó en su diminuto y bastante organizado closet, un atuendo para esa noche. No tenía demasiadas opciones, la mayoría de su ropa eran jeans bombachos y camisetas, además de sus uniformes, que ya tenía perfectamente planchados y colgados en ganchos, listos para su día a día.
—¿Qué estás haciendo? —cuestionó Zindi, que ya había dejado a Jason y la novela en la sala, para seguir a Lilith hasta su habitación.
Zindi trabajaba en un centro comercial desde las siete de la mañana hasta la una de la tarde. Justo a tiempo para ver a Sam irse a la escuela. Y a partir de entonces, se ocupaba del pequeño Jason, hasta que su madre volvía entre las seis y las ocho de la noche. Por ello se le hizo demasiado extraño que la joven no se colgara al niño del cuello o se pusiera a jugar con él; y en cambio se metiera en su habitación a buscar ropa en el closet.
—¿Recuerdas al huésped de ayer?
—¡Oh, por Dios! ¿Te invito a salir?
La chica asintió, un poco avergonzada. Incluso se cubrió el rostro, porque no quería que Zindi la viera cambiando de color como un camaleón.
—No sé qué ponerme —confesó aterrada—. Es muy… muy guapo.
—Un vestido —opinó la mayor—. Un vestido nunca falla, de preferencia rojo.
—No tengo vestidos rojos, Zindi. De hecho… no tengo vestidos de ningún color. ¡Qué vergüenza! No tengo nada que ponerme. Me he dedicado a ser una fodonga todos estos años y ahora…
—Tranquila, soldado. No te dejaré morir en la guerra, yo te voy a ayudar —farfulló Zindi con voz militar.
Comenzó a sacar los viejos atuendos del closet y encontró un vestido negro con estampado de flores. Uno que usaba Lilith antes de que Jason naciera.
—Eso no me viene, además deja ver mucha piel en los hombros y en las piernas. No soy la misma muchachita que era antes de Jason.
—¡Pruébatelo! —ordenó Zindi.
Lilith no tuvo otro remedio que obedecer y para su sorpresa, el vestido le quedaba muy bien. Al parecer, había bajado un par de kilos sin darse cuenta.
—Voy por unos zapatos —expuso Zindi y al cabo de un par de minutos, volvió con un par de zapatillas rojas. Ambas usaban el mismo número de zapatos.
Lilith optó por unas sandalias color blanco que combinaran con las flores del vestido y le pidió al cielo, para que Othon no quisiera llevarla a un lugar elegante.
—¿Segura que no quieres las zapatillas?
—No, lo veré en el parque. Quiero ir lo más cómoda posible —argumentó la entusiasmada joven—. Pero me encantaría que pudieras hacer algo con mi cabello.
—Por supuesto, querida —expresó con cariño.
Al cabo de una hora, Jason estaba tomando su leche achocolatada y llevaba puesto el pijama. Lilith se había bañado, perfumado y arreglado las uñas de los pies. Solo esperaba que Zindi le hiciese algún tipo de peinado, porque ella era un verdadero fracaso en cuanto a cabello se refería. Zindi le secó el cabello y le hizo un par de trenzas en la frente como si fuera una diadema, para dejar el resto del cabello libre y poderle ondular un poco las puntas.
—¿Maquillaje? —inquirió la mujer.
—No —musitó Lilith al mirarse en el espejo.
Lilith nunca fue una mujer complicada. Siempre odio el maquillaje y su mejor peinado, incluso cuando iba a la escuela y se esmeraba más por su apariencia, era una coleta alta. Quedó bastante contenta con lo que veía. Un estilo bastante natural y fresco que la hacía lucir mucho más joven de lo que se sentía. Aunque admitió que recordaba que ese vestido le quedaba un poco más largo, por el corte suelto de la falda, le resaltaba la cintura de avispa y las bonitas piernas. También por la parte de arriba mostraba un poco los hombros, así que agregó un sencillo dije a su cuello, en forma de clave de sol.
—Perfecta —admitió Zindi, tan orgullosa de su casi hija, que hasta parecía estar a punto de soltar una lagrima.
Un poco antes de las ocho, Sam y Alex entraban por la puerta de la casa, mientras que Lilith salía de su habitación, después de haber logrado dormir a Jason.
—¡Lilith! —gritó Alex al verla—. ¡Estás preciosa!
—Tienes una cita, ¿verdad? ¿Será con él? —atinó Samantha.
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Editado: 02.10.2018