Entre el cielo y la Tierra

¡HERMOSA!

Despierto aun con mucha pena de mirar a mis hermanos, decido ir a la tienda por un jugo de naranja,  veo el auto de Enrique al salir de casa, me asomé a ver si se había quedado dormido dentro, pero no era así.

Regresé a casa, tomé mi jugo y me fui a mi recámara, alguna extraña intuición me llevó a la recámara de mi hermana, toqué pensando verlos juntos dormidos, nadie me respondió, abrí la puerta y estaban mis sobrinos dormidos y ella NO.

Me regresé a mi recámara y decidí dejarlos dormir un poco más, para dedicarme a lavar y no hacer ruido.

Saqué mi canasto de ropa para dejarlo en la lavadora y así nada más encenderla, al pasar por la recámara grande de atrás de la casa, volteé a la ventana de pasada y los veo allí abrazados, dormidos, él sin su camisa, no podía creerlo, se me cayó el canasto, lo levanté y me regresé a mi recámara a llorar. 

Fue un fin de semana tenso y agobiante.

*******

De regreso al trabajo: Amo mi soledad, me gusta escribir y leer, mucho más convivir con la gente que llega, me doy cuenta y aprendo de cada ser humano tan diferente uno al otro.

Veo venir a Daniel. 

—¡Hola Isabel! 

—¡Hola Daniel! ¿Cómo te va? Pasa.

—Te traje una soda, no sé si te gusta o algún jugo, pero me dijo Víctor que es lo que siempre compras.

— ¡ja, ja, ja, ja! Gracias Daniel y pensaba ir a comprar una, cuéntame ¿Qué has hecho? 

—Trabajar. El próximo fin me toca ver a mis hijos, tengo mucho que no los veo.

—¿Cuantos hijos tienes? 

—Dos niños, mira aquí traigo sus fotos. Puedo notar sus manos temblorosas y emocionarse al hablar de ellos. 

—Están muy guapos, tienen tu mismo color de ojos azules los dos, wooo. ¿Y de tu esposa no traes foto?. 

—No, ya estoy divorciado.

—Pero qué importa si es la mujer que amas, la que te dió tus dos hermosos hijos.

—Tienes razón, si traigo una escondida.

—A ver, déjame verla. Es muy guapa también, veo que es delgada, de cabello castaño claro, me da la apariencia que es cariñosa ¿Por qué se separaron? Creo que de eso querías platicar el primer dia que viniste conmigo  ¿Verdad?.

—Si, a veces con mis amigos no puedo platicar de ciertas cosas, ya sabes cómo hombres somos más fuertes y toda esa basura, si amas a tu mujer y te debes de ir a tu casa ya eres un mandilon, o te dicen que pidas permiso para llegar tarde. 

—Los que se han realmente  tus amigos te lo van a demostrar, platica con Don Raymundo, y claro que cuentas conmigo también, en lo que te sienta cómodo hacerlo, por el hecho de ser mujer.

—Gracias Isa ¿Te puedo decir así? 

—Pero por supuesto, me encanta me digan así.

—Ya me voy, porque vendrá un cliente. En ese preciso momento escuchamos que le gritan, ya había llegado el cliente.

Se despidió de mano y salió corriendo. Me parece un hombre muy sincero, siento que sufre mucho, pero a lo mejor es solo mi imaginación.

Vamos hombres dejen de hacerse los fuertes y sientan, vivan, lloren, rían, no tiene nada de malo ser una persona sensible, es más, es hermoso.

Dejé de hablar como lo hacía con mi jefe  sin darme cuenta, inconscientemente con tantas cosas que me habían pasado.

Llegué a casa y veo el pick up de Enrique afuera estacionado, me extrañó muchísimo porque ella aún estaba en su oficina o al menos eso pensaba yo.

Entré a casa ya temerosa de lo que vería, y así fue, lo encuentro sentado en el comedor platicando con mi madre y ella dándole de comer.

—Buenas tardes. Digo mientras camino a saludar a mi madre de beso. 

—Siéntate Isabel a comer con Enrique.

—No gracias mamá, no tengo hambre.

—Gorda tienes que comer, ya sé que estás enferma. Al tiempo que saca una silla a su lado.

—No estoy enferma Enrique. Me senté de frente, no a su lado.

—Ya le platiqué que estás enferma, deja de decir que no tienes nada. Miré a mi madre bastante molesta, no sabía que le había dicho y no pensaba decir nada más.

Me sirve mi comida y hago un esfuerzo para comer. Volteo a ver a Enrique y me hace caras chistosas,  levanta la ceja y la baja, me causó risa y no hice sonido alguno, no volví a verlo más.

Se sienta mi madre a comer con nosotros. 

—Enrique va a vivir con nosotros, bueno con tu hermana, se quedaran el departamento de atrás, para que ya no entres allí.

Lo miro detenidamente y él baja su mirada al plato de comida. 

—Está bien madre. Continúe comiendo. Ya nada podía dolerme más, de alguna forma ya lo esperaba cuando los vi dormidos juntos. 

—Voy  por tu hermana ¿Quieres acompañarme?  —Me pregunta Enrique—

—No, me voy a acostar.

—Deberías salir. Replica mi madre.  "Quien la entiende" 

—No tengo ganas mamá, tengo sueño. 

—Está bien si no quieres. Salió de casa algo visiblemente consternado, no esperaba mi rechazo. 

Aproveché para hablar con mi madre.

—¿Porque va a vivir con nosotras? ¿Cómo lo admitieron así como así? Y entonces vino a mi cabeza en lo que menos había pensado, "mis sobrinos"  ¿Cómo se sentían con él? Ya había hablado mi hermana con ellos o no.

—No te metas en eso, es asunto de tu hermana, ella debe de hablar con los niños y él tendrá que ganárselos.

Sobre todo a mi sobrina Fer, ella es más grande, celosa y posesiva con su madre. Pero qué egoísta he sido con ellos, me he metido tan de lleno en mis asuntos, que olvidé estar presente en sus vidas, durante estos meses. Fui a su recámara, allí estaban jugando y viendo la Tv. Me quedé con ellos platicando, jugando, hicimos la tarea también.

Me fui a recostar, al pasar por la sala vi que venían llegando mi hermana y él. Me recosté y puse mi música, me quedé profundamente dormida.

*****

No me sentía del todo cómoda, ya no podría salir de bañarme e irme a mi recámara enredada en mi toalla para vestirme, por temor que me viera.




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