Cuando llegué a casa, aún estaba el pick up de Enrique. Ya era algo tarde, me bajé de la camioneta y lo veo sentado dentro de su carro.
Le digo adiós, con mi mano... Baja su ventana...
—Sólo estaba esperando que llegaras. Mañana hablamos tú y yo... —Y se fue—
¿Que?...
¿Por qué me dijo eso?
Que le importa la hora que llegue, eso se lo dejaría muy claro, cuando fuera a la oficina.
Llegué a la oficina y allí está Daniel.
—¡Hola! ¿Cómo estás?
—Bien Isabel ¿Y tú?
—Muy bien gracias. ¿Quieres pasar?
—Sí, quiero hablar contigo.
—¿Sucede algo?
—Vengo a disculparme por pegarle a mi hijo frente a ti, y darte las gracias por cómo los hiciste sentir, se fueron muy felices, tanto que llegaron con su madre hablándole de lo linda que fuiste con ellos y conmigo, quiero que sepas que le pedí perdón a mi hijo. Si puede hacerlo, gracias a ti.
—Me causa felicidad escucharte Daniel. ¡Te felicito! El mérito es todo tuyo al aceptar tus errores, así crecemos en sabiduría aceptando lo que hacemos mal, pero rectificando sobre todo.
—No, es gracias a ti, le dieron tantos celos a mi ex mujer que mira lo que me trajeron hoy del juzgado...
Extiende su mano y me muestra un papel algo sucio de aceite, lo extiendo para leerlo. Decía que lo citaban la próxima semana en el juzgado familiar, porque su ex esposa pedía un aumento en el pago de manutención para sus hijos. Puesto que ya tenía novia y tendría más gastos, entonces debía darles más a sus hijos.
Mis ojos NO podían creer lo que estaban leyendo. Cómo es posible que para una mujer que ya tiene otra pareja... ¿Moleste de tal forma a su ex esposo? ¿Cómo es posible que no piense en el daño que causaría al padre de sus hijos? Realmente la motivaron el mejorar la calidad de vida de sus hijos, o el propósito de ella era molestarlo por tener pareja.
Dónde queda la dignidad de la mujer, los principios. Simplemente me costaba creer que una buena acción despertara una maldad. Daniel es libre y puede rehacer su vida amorosa como ella lo hizo, pero si aún sentía algo por él ¿Por qué no intentarlo de nuevo?
—¿Quieres que hable con ella? ¿Quieres que te acompañe al juzgado? Yo puedo hablar con el juez.
—¿De verdad harías eso por mí?
—Claro que sí, porque sé que eres buen padre, y estás sufriendo, no es justo que quiera perjudicarte.
—De verdad Isabel te lo agradezco, nadie ha tenido un gesto como el tuyo sin pedirme algo a cambio. ¿Tú necesitas que repare un carro?
—No, como crees, lo hago por tu amistad... Por los niños.
—¡Que linda eres! Quien sea tu novio o esposo habrá ganado lo máximo de la vida a tu lado, te aseguro que seré el primero en envidiarlo.
—Gracias Daniel, que amable. ¿Vamos a la tienda?
—¿Qué quieres? Yo te lo traigo.
–Una soda y se me antojan unos churritos. Al tiempo que busco el dinero en mi cartera.
—No me des dinero, es lo menos que puedo darte.
—No me hagas enojar, no me tienes que dar nada.
—Está bien, dame el dinero.
Le sonrío y se va a la tienda. Cuando regresa me deja el dinero en mi escritorio.
—No me lo cobró Don Raymundo, dijo que él te lo manda.
—¡Ahhh, que lindo! Le dices que muchas gracias, que no lo vuelva hacer, porque ya no voy a comprarle nada.
—Ya me voy a trabajar, más tarde vengo a darte una vuelta por si se te ofrece algo.
—Gracias Daniel, no es necesario.
—No le pregunté señorita, voy a regresar.
—Está bien señor mecánico aquí lo espero.
Me dediqué a limpiar la oficina y ventanas, me aburro mucho, pero tengo tiempo para escribir mis poemas y pensamientos.
Suena el celular y respondo sin ver. (Que manía la mía).
—Isabel, afuera está la esposa de Enrique y esta como loca gritándome groserías, golpeando la puerta. —Es Lourdes—
—¿Ya hablaste con los trabajadores para que salgan hablar con ella?
—No hay nadie, estoy sola.
—Llama a la policía, será lo mejor, por nada le abras la puerta.
Decido avisarle a Enrique: —Está tu esposa afuera de la oficina de mi hermana, será mejor que vayas a hablar con ella. ¿Por qué fue a molestarla? Si tu dijiste que ella ya no quería nada contigo ¿Estás mintiendo?
—No estoy para reclamos Isabel, deja voy por ella.
—Lourdes, le llamé a Enrique y ya va para allá. ¿Aún está allí la señora?
—Sí, está como loca. Pero ya le llame a la policía.
—Está bien, me avisas por favor cuando se vaya. ¿Quieres que vaya para allá?
—No.
¿Por qué iría a molestarla? Si ya se están divorciando.
¿Por qué hasta ahora después de tantos meses?
Tengo que hablar con Enrique y saber cómo es ésa mujer, no quiero que vaya a venir a molestar a mi casa, o asustar a mis sobrinos.
Llega Daniel muy sonriente y veo que trae un vaso grande.
—Ya volví. ¿Cómo está?
—¿Ya me va hablar de usted?
—Si, por respeto y admiración Isabel.
—Como usted quiera.
—¿Y qué viene tomando?
—Agua de limón.
—¿Dónde la compró? Aquí cercas no venden.
—La verdad es cerveza, espero no le moleste.
—No, a mí no, pero si llegara mi jefe a los dos nos corre.
—No se preocupe, parece agua de sabor, no se dará cuenta que es cerveza. ¿Quiere que le traiga una?
—No, gracias.
—Hay unas micheladas muy ricas preparadas con chile, chamoy alrededor.
—Ya no me diga nada, ya se me está antojando pero no puedo tomar en la oficina, otro día será.
—Bueno usted se lo pierde. ¡ja, ja, ja, ja!
—Si lo sé. Ya voy a cerrar, mañana nos vemos, gracias por acompañarme Daniel.
—De nada, ya sabe lo que necesite aquí estoy para usted.
Llegué a casa y esperaba ansiosa llegara mi hermana para que me platicara lo sucedido. Hice la tarea con mis sobrinos, mas tarde llegó mi hermana, con aliento a licor.