Entre El Sol Y La Tormenta

CAPITULO 4

Jessica vino.
Sin avisar. Sin pedir permiso.
Solo entró a mi cuarto como si viviera aquí desde siempre.

—Vamos a atrapar a esa zorra —dijo, lanzando su mochila al suelo.
—Tengo un plan.

—Jess…

—Zoe. Basta. Ya fue el miedo, ya fue la culpa. Esta chica se burla de tu trauma, ¡y nadie hace nada!

Apreté los dientes.

—¿Y qué vas a hacer?

—Provocarla.

Jessica creó una cuenta anónima, nueva, limpia.
Publicó una frase directa en una red social donde el blog se solía compartir.

“Sé quién eres, ShadowFox.
Estoy más cerca de lo que crees.”

Pasaron diez minutos.
Y como si le hubieran pinchado el ego, ShadowFox respondió con otra entrada en el blog:

“¿Ahora todas las vírgenes traumadas creen que pueden asustarme?”
“Pobrecita. Cree que alguien la cuida.”

Jessica apretó el celular con fuerza.

—La muy... usó las mismas palabras. “Vírg… traumadas”. ¿Te acuerdas quién dijo eso hace dos días?

No respondí.
Solo pensé.
Camila. En el patio, con su sonrisa falsa.

Pero mi mente se rebelaba.
No puede ser ella. No sería capaz. ¿Verdad?

El lunes regresé al colegio.
Con la misma mochila, los mismos audífonos…
pero un poco menos de miedo.

Camila me abrazó apenas me vio.
Con su perfume de siempre.
Ese dulce empalagoso que antes me tranquilizaba y ahora me mareaba.

—Zeta linda —dijo—. Ya estás mejor. Te extrañé.

Le devolví una sonrisa.
Falsa.
Como ella.

Jessica nos observaba desde lejos.
No dijo nada. Solo me hizo una seña con los ojos: “Ya casi.”

Al mediodía, Leo apareció.
Se quitó los lentes de sol como si fuera el protagonista de una película y caminó derecho hacia mí.

—¿Por qué no viniste el viernes? —preguntó.

—No tenía ganas.

—¿Y no podías decirlo?

Lo miré. Directa. Cansada.

—¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones?

Sus cejas se juntaron. Pero su voz bajó.

—Desde que me importas, Zoe.
Desde que me paso la noche entera esperando que me respondas aunque sea con un maldito punto.

Mi garganta se cerró.

Jessica apareció por detrás.

—Cuidado con lo que dices, galán. Zoe no es una más de tu lista.

—Lo sé —dijo Leo, sin mirarla.
—Y ese es el problema.

Después de clase, me tropecé con Camila en el pasillo.
Ella dejó caer un libro.
Lo levanté sin pensar.
Y lo vi.

La pantalla de su celular, abierta.
Un panel de redacción.
Una pestaña.
Un título: "ShadowFox – Entrada Nueva."

Tragué saliva.

Camila me miró.
Fría. Seria.
Pero en una décima de segundo, sonrió.

Como si no hubiera pasado nada.

No dije una palabra.
No porque no pudiera.
Sino porque no quería creerlo aún.

En la última hora, Jessica no estaba.
Había ido a secretaría.

Y entonces, Elías se sentó a mi lado.
Sin ruido. Sin pedir.

—¿Te molesta?

Negué.

—Gracias por lo del otro día.

—No fue nada.

—Fue mucho —susurré.

Él me miró.
Sus ojos… sabían.

—¿Cómo supiste que algo no andaba bien?

—Porque lo he vivido, Zoe.
—Porque yo también tengo sombras que me siguen hasta en la luz.

Lo miré mejor.
Había algo distinto en él.
No intentaba salvarme. Solo estar.

Al salir, Leo nos vio juntos.

Se acercó. Lento, pero firme.

—¿Y este quién es? —le preguntó a Jessica, que justo aparecía.

—Elías. El que sí sabe cuándo guardar silencio —dijo ella, sin filtro.

Leo me tomó del brazo. Suavemente.
No con fuerza.
Solo con... ¿duda?

—Zoe. ¿Por qué estás así conmigo?

—Porque todo esto me asfixia.

—¿Yo te asfixio?

Lo miré.

—No lo sé.

Y me solté.

No para huir.
Para respirar.

Esa noche, encerrada en mi cuarto, abrí la laptop.

Otra entrada del blog.

“La virgen de porcelana volvió.
Pero no se preocupen.
El show de su drama todavía no termina.”



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Editado: 15.07.2025

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