Entre el sueño y la realidad

Cuento seis: ¿Escapatoria?

Año 1934:

El Rey Martín gobernaba las islas de Támira, su gobierno era controlador, él mataba por placer, a veces con sus propias manos.

Un día le tocó ir a una escuela bastante pequeña y a punto de irse a pedazos, los directores de aquella escuela lo habían llamado para decirle convencerle de reparar la escuela. Aunque sus verdaderos planes eran derrumbarla, a pesar de que esa era la única escuela que quedaba en aquel pueblo.

En noveno grado habían cuatro amigos que se querían demasiado, Anita, Mercedes, Jhon y Alberto, desde pequeños se hicieron buenos amigos hasta ese día. Mientras el profesor exponía la clase, Jhon hizo un comentario para sí mismo sobre el Rey Martín, cosa que aunque nadie había escuchado, el Rey sí. Se dirigió rápidamente al curso, interrumpiendo al maestro el cual guardó silencio sin pensarlo.
Él prohibía que se inclinaran ante él. Jhon le miró nervioso, le pedía a los cielos que la razón por la que él estaba ahí, no fuera por las palabras que él expresó.

—Entonces alguien habló mal de su Rey —habló el mismísimo Rey y Jhon de inmediato supo que se refería a él, la adrenalina subió por todo su cuerpo sin permitirle tener visión, quería desmayarse pero ni siquiera eso estaba permitido, o al menos no ante el Rey.

El Rey se pasó por los espacios entre las butacas diciendo: —¿Quién es tan irrespetuoso para desafiar a su propio Rey?

—¿¡Quién!? —dijo golpeando la butaca de Jhon, deteniéndose frente a él —tú— dijo mirándole fijamente, y en sus ojos se veía la maldad e injusticia. Sus amigos estaban asustados, se sentaban justo detrás de él, Anita lloraba.

—Y para que no existan más desafiantes del Rey, es mejor eliminarlos— sacó un cuchillo pequeño pero filoso. —Levanta el cuello— le ordenó, y este lo hizo con lágrimas en sus ojos. El Rey pasó su cuchillo por su cuello, abriéndolo en una línea vertical, la sangre brotó de este y cayó tendido al suelo, todos presenciaron aquel cruel e injusto asesinato y no podían emitir ningún sonido.

El Rey como si nada, se fue de la escuela. Los amigos de Jhon, desgarrados, se lanzaron sobre su cuerpo sin vida, a gritar y llorar.

Año 2008:

Los jóvenes en otros cuerpos, pero con sus mismos recuerdos, se reencontraron nuevamente, se querían demasiado. Las islas de Támira estaban casi hundidas. En las casas bajas no habitaba nadie, en las altas era en las que podían vivir. Jhon y Mercedes habían formado una relación. Vivían felizmente.

Una noche ella despertó y se dirigió a la cocina, notó que afuera se veía una luz extraña. Se asomó a la ventana y notó que la casa se estaba incendiando, corrió hacia Jhon y ambos salieron de la casa, no les quedó nada de sus bienes. Todos los vecinos se enteraron y les habían contado que unas extrañas personas habían llegado a la isla buscando a alguien. Jhon inmediatamente supo que se trataba de quien una vez fue el rey Martín.

La isla era pequeña y no tenían a dónde ir sin un barco, pero a lo lejos del pueblo, había una casa, una pareja que se ofreció a ayudarles. Era uno de los pocos lugares en donde había suelo y no agua, la casa era de dos plantas y la pareja vivía arriba. Había un árbol grande al otro lado de la calle, frente a su casa, sus hojas cubrían toda la calle, hasta llegar al lado opuesto, y se movían a favor del viento. El suelo estaba húmedo, la casa de la pareja estaba en un callejón formado por otras casas en vez de muros, se dirigieron a ella.

Subieron las escaleras y entraron por la puerta principal, era de noche, una noche fría y oscura. La luna se reflejaba en el mar y el bote chocaba contra las escaleras. Las estrellas no se reflejaban, como si estuvieran encerrados dentro de una caja. 

—Tenemos la solución para ustedes, si entran en esta caja, se eletransportarán a otra parte del mundo. Mercedes y Jhon se miraron desconfiados pero, en el fondo sab ían que era la única solución.Era una tubería cuadrada de metal, tenía un agujero enano el cual se abría y para acceder a ellos.

—¿Cómo entraremos ahí? Es muy pequeño. —expresó Mercedes.

—Es difícil explicarlo, ya que es prácticamente imposible. Pero se encogerán en cuanto rocen la caja. —dijo el hombre.

Se escucharon gritos y disparos a lo lejos, era su única salida, sólo les tocaba confiar. Jhon se asomó en la galería y notó que lo que antes eran calles húmedas, ahora era sólo agua, y aquél árbol con hojas largas estaba casi completamente cubierto.
 

"¿Cómo esto sucedió tan rápido?" —se preguntó. Entró a la casa, para proseguir con el plan.

Miró a la pareja un instante y le dió un abrazo a Mercedes, entro a la caja y su tamaño se fue reduciendo mientras entraba. Mercedes se sorprendió mucho, miro a la pareja con un poco de miedo y entró temblorosa. Lo mismo sucedió ella.

—Esperemos que haya funcionado —expresó la mujer.
 

Meses más tarde:
 

Mercedes y Jhon aparecieron en Colombia, recién estaban aprendiendo español y su cultura. Estaban en la parte de afuera de una casa, hablando sobre lo vivido e intentando superarlo. ¿Quién cree en la reencarnación? ¿Cómo le prueban a la gente que ellos se conocen desde antes de haberse conocido? 
Jhon le dijo a Mercedes que quería darle una sorpresa, se puso frente a ella y le dijo:

—Cierra los ojos. —Mercedes así lo hizo.

Se preguntaba qué haría él. ¿Le daría un beso? ¿Le pediría matrimonio? Su corazón estaba acelerado, habían pasado unos segundos y no había sucedido nada, estaba muy nerviosa. No se escuchaba nada, ¿Debería abrir los ojos? O ¿Arruinaría algo? Sintió el peso del tiempo sobre su cabeza y por desesperación abrió los ojos. Al hacerlo vió a Jhon tirado en el suelo, desangrado, con una herida en el cuello y un anillo sobre la palma de su mano.
 


 




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