Entre el sueño y la realidad

Cuento siete: De nuevo

Mi familia y yo nos encontrábamos en la sala, hacía mucho frío esa mañana, veíamos 101 dálmatas en aquella televisión vieja. Siempre habíamos sido una familia pobre pero muy unida.

Me dirigí a la cocina en busca de chocolate caliente y lo primero que vi fue el calendario de mi abuela, que indicaba la fecha de hoy, 19 de noviembre de 2009. Esta cocina era especial puesto que la ducha estaba allí misma, mi abuela tuvo la idea ya que la casa era muy pequeña, al entrar a la cocina con lo primero que te encontrabas era con aquella ducha hecha de cemento sin terminar, y al lado izquierdo estaba la cocina, una estufa de mesa un tanto oxidada y a su derecha un montón de loza sucia encima de una mesa de madera que no podía limpiarse porque no había detergente.

Al anochecer decidí dirigirme al apartamento de una amiga que me había invitado a cenar hace unas noches. Me cambié de ropa y me puse varios abrigos más.

Caminé hacia allá, no estaba tan lejos, sólo pasando un par de calles, llegué a aquel bonito y tranquilo lugar, que era iluminado por aquella luz nocturna, su edificio estaba frente a otro y en medio de él, una angosta calle que terminaba frente otro edificio, al lado opuesto, había un parque al lado de una gasolinera que era de donde yo había cruzado.

Estaba a punto de abrir el portal para subir los escalones y dirigirme a su apartamento cuando una mujer muy bonita y de ojos azules me dijo que fuera con ella a la iglesia. Por alguna razón acepté.

Llegamos, la iglesia era bastante ancha, no tan alta, pero el terreno era grande, el suelo afuera eran hierbas y rocas planas, del lado derecho había un parqueo el cual estaba lleno de carros lujosos y el terreno tenía algunos arboles de palmera.

Entramos, por dentro parecía un auditorio, bastante grande, con muchas luces y mucha gente. Encontré a mi madre sentada entre los últimos asientos, me quedé con ella hasta que terminó la predicación. La mujer que me invitó me hizo señas para que fuera hacia allá, me puse de pie dirigiéndome hacia ella. Me preguntó si quería participar en la iglesia, le dije que sí. Entonces me dirigí hacia mi madre la cual estaba hablando con varias personas, le dije lo que me había dicho la mujer. Mi madre alterada dijo que no participaría en esa iglesia porque esa mujer era la amante de un hombre casado llamado Alexis, todos se quedaron estupefactos al escuchar estas palabras. Mi madre me tomó del brazo y me sacó de allí.

Caminamos en dirección al parque y nos sentamos allí, no tenía palabras en ese momento para preguntarle porqué había hecho eso. Simplemente me quedé en silencio y observé el mar que estaba a sólo una calle, puesto que estábamos cerca del malecón.

El viento nos golpeaba el rostro y la luna estaba brillante cuando de repente una camioneta negra se parqueó frente a nosotras, dos hombres salieron de allí en nuestra dirección, mi madre se puso de pie rápidamente, yo no entendía nada. Uno de ellos tomó a mi madre de los brazos, corrí casi inmediatamente en su dirección cuando el otro me sostuvo de brazos apretando tan fuertemente que sentí que se romperían mis muñecas. El otro amenazó a mi madre con tirarla a un vacío al otro extremo del parque en donde estaba el mar y rocas, comencé a gritar fuertemente pidiendo piedad, pero mi madre parecía inmutada y sólo golpeaba el pecho del hombre. Entonces él la tomó del cuello ahorcándola al mismo tiempo que la arrastraba hacia el vacío. De repente, todo se volvió negro.

Desperté de golpe, no podía ver nada hasta que unos segundos después la oscuridad se deshizo, yo estaba en mi habitación, con mis hermanos acostados a mi lado, sentí que todo daba vueltas y mi hermana preguntó qué me sucedía mientas se volvía a cubrir con las sábanas.

Me puse de pie, fui casi arrastrándome hacia la sala. Mis primos, abuelos y mi madre estaban allí viendo películas. Interrumpí en voz alta para contarles lo que había sucedido, contestaron que sólo era un mal sueño, que dejara de ver películas de terror, pero yo intenté seguí insistiendo en que fue real.

—¿Cómo fue real… —interrumpió mi madre— si yo estoy aquí? —me quedé en silencio y todos echaron una carcajada.

—Deja de confundir los sueños con la realidad querida. —dijo la abuela.

—En verdad pude haber jurado que aquella mujer de ojos azules y la iglesia eran reales. —expresé en voz baja.

—De hecho, lo son. —dijo cuando ya todos estaban concentrados en la película nuevamente y yo me había dirigido a la cocina.

Lo primero que vi fue chocolate caliente encima de la estufa, me confundí ya que la abuela no suele hacerlo todos los días.

—¿abuela no habías hecho esto aye… —dije disminuyendo la voz y deteniéndome, puesto que recordé que había sido solo un sueño y no un día anterior. Pero entonces ¿Cómo sabía que ella prepararía eso hoy? Giré mi rostro lentamente hacia el viejo calendario, y así como imaginaba, era el mismo día 19 de noviembre de 2009.

Decidí encerrarme en casa y no salir por ninguna circunstancia ese día.

Llego el día siguiente y me sentí más calmada, eran ya las cinco de la tarde y me senté en la galería a ver el atardecer, el cielo estaba precioso, un fuerte naranja con un hermoso rosa, me quedé centrada viendo el sol. Salí al frente de la casa para observar mejor, cuando a lo lejos vi un carro negro acercarse e inmediatamente supe que era ese. La adrenalina subió a todo mi cuerpo, comencé a temblar.

Entré rápidamente a la casa, me escondí bajo la mesa, unos segundos hasta que reaccioné y me dije que realmente el problema era con mi madre, no conmigo, ella es quien no debía hablar. Me puse de pie y volví a la galería, justo cuando ellos se detuvieron frente a mis ojos, ya no podía dar marcha atrás.

Salieron varios hombres del carro, recordaba sus rostros perfectamente, luego salió aquella mujer, con una sonrisa que daba mas miedo que amabilidad y se acercó a mí justo cuando mi madre también lo hizo, un poco asustada, sabiendo lo que le había contado anteriormente.




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