Día 5.
Hoy sucedió algo bastante inesperado en la parada de autobuses.
Sucede que mi rutina iba a la perfección. Había despertado temprano en la mañana, había tapado el sol de mis ojos, incluso había visto a la nada unos instantes. Bajé, desayuné, escuché música en el camino y me fui a tomar el autobús. Al llegar, estaba la chica de todas las mañanas; desde hace unos días habíamos empezado a saludarnos, de vez en cuando teníamos esas pequeñas conversaciones banales que la gente desconocida que se frecuentaba tenía. Esos comentarios tontos que no te llevan a nada, como “ha estado lloviendo bastante, eh” o “como que está empezando a hacer frío” no es común de los jóvenes hablar del clima, pero si, así de extrañas eran nuestras conversaciones; no duraban más de uno o dos minutos, simplemente, nos veíamos, hacíamos alguna pregunta o comentario, mientras veíamos al horizonte, como desinteresados en la conversación, siendo más bien por amabilidad que por ganas.
Esta mañana había sido distinta. Al llegar a la parada, la vi y la salude, como ahora era costumbre. Me quedé de pie, recargado en “la pared” de esta parada, era como esa típica parada de autobús con una banca y un techito, lógicamente con sus soportes a los lados.
Ella siempre esperaba sentada y yo, siempre de pie. Pero esta mañana, al saludarla, me invito a sentarme a esperar con ella, y yo, acepté, y me senté a su lado. No lo medité por mucho tiempo, si bien era una extraña, hace rato que nos veíamos a diario y no hacía diferencia estar sentado o parado.
Al sentarme, ella me pregunta:
--“¿Por qué siempre esperas el bus de pie?”—
--“No lo sé... ¿Por qué siempre espera el bus sentada?”— Ríe un poco. Y le sonrió. Su risa era delicada y bastante tierna.
--“Touché”--
–“¿Supongo que tocas el violín, no es así?” -- digo señalando su estuche
--“Así es, desde que tenía prácticamente 6 años”— toma el estuche en sus manos, y continua. –“Mis padres querían que tocara para el coro de la iglesia, y así lo hago.”—
--“Iglesia…”—
--“cristiana. Realmente ellos son los cristianos, a mi solo me gusta tocar el violín para el público; tú… Eres..."-- hace una pausa --"me refiero, ¿pertenecs a alguna religión?…”—
--“No creo en la necesidad de tener religión, la veo más bien como una excusa para no responsabilizarse de lo que te sucede, ni lo bueno ni lo malo”-
--“Oh, ya veo” – baja la mirada, como si no supiese que decir. Me ve una vez más y dice -- “¿Y tú tocas algún instrumento?” –
--“Tocaba. Piano”—
--“Desde hace cuánto que ya no lo haces?”—
--“Deje de tocar con la escuela desde hace ya un tiempo, pero seguía tocando en mi casa, hasta hace poco.”—
--“¿Por qué lo dejaste?”—
--“Porque… No sé… simplemente, deje de tocar…”—
--“¿A caso no te gustaba? Creo que yo no podría dejar el violín, es algo que me encanta, me gusta muchísimo el sonido, las melodías que puedes tocar, es uno de mis pasatiempos preferidos”—
--“A mi me gustaba mucho tocar el piano, pero, creo que las circunstancias no eran la más favorables”—
--“Así que sólo te rendiste.”—
Me quedé pensando en eso por un momento, me parecía una extraña manera de ver el que haya simplemente dejado el piano. Tengo mis razones, o al menos creo tenerlas, no pienso mucho en ello, para mí fue algo que simplemente pasó, quizá no puedo tener una actividad que me guste para toda la vida.
--“En cierta forma, se podría decir que sí.”—Me rendí, renuncié a algo que me gustaba. Son pocas las cosa que me gustan. Y cada vez me gustan menos. Me estaba convirtiendo en un ser despreciable que odiaba el mundo en el que vivía.
--“¿has pensado en retomarlo?”—
--“No realmente”—
--“Yo creo que deberías, si es algo que te gustaba… Pero yo que voy a saber…”— se detiene como si fuera a decir algo más, pero no lo hace.
En cierta parte, tenía sentido lo que decía, porque un extraño no sabe absolutamente nada de ti, si bien dicen que te pueden aconsejar, no considero que sean consejos que realmente te sirvan, puesto que no saben tu manera de pensar o reaccionar ante las situaciones que se nos presentan. Ella realmente no sabía, no tenía ni la más mínima idea. Y me pareció prudente que no quisiera aconsejarme totalmente y reconociera que no sabia de lo que estaba hablando.
Finalmente llega el autobús.
--“¿Qué otros pasatiempos tienes?”—le pregunto mientras subimos. Nos metemos, y buscamos asientos vacíos, para terminar sentados juntos y continuar con esta conversación.
Editado: 18.12.2019