Esta mañana no era muy distinta a las demás, a excepción de un sentimiento extraño dentro de mi ser. El día de ayer habíamos estado platicando la chica del bus, y yo; se niega a decirme su nombre, quiere que lo adivine, odio las adivinanzas, no me gustan. Siempre he sentido que es una trampa, solo quieren saber qué es lo que piensas, y es difícil dar una respuesta correcta, el no pensar como la gente espera, puede decepcionarlos, aunque sea algo sencillo. Y no tenía planeado adivinarlo, así que esperaría que ella me lo dijera con el tiempo o lo descubriera de alguna manera. Había caído en cuenta de que era realmente agradable. Era algo rara, pero tenía esa chispa de vida de la que yo carecía, ella era luz pura, e irradiaba con tanta intensidad que llegaba a compartirme algo de ella. Mis días comenzaban a verse menos grises. Aun así, no le tomé mucha importancia a la situación, nunca he tenido muchos amigos, de niño, me juntaba con los niños de la zona, solíamos salir al parque y jugar. Realmente jamás mantuve el contacto con aquellas amistades, eran solo temporales, gracias a eso, he crecido con la idea de que no sé como mantenerlas, porque nunca he tenido una duradera, así que mi destino era pasar por la vida solo.
Mi padre jamás acepto el hecho de que jugara con los niños de la zona, y no me dejaba salir mucho, en su momento no entendí el porqué de ello, estaba tan confundido, pensaba que me odiaba tanto que no quería que tuviese amigos, y a la vez, no comprendía porque si me aborrecía de tal manera, quería mantenerme dentro siempre; ahora sé lo que realmente pasaba, no era una cuestión de amor o de odio, era un miedo que le provocaba la idea de que le contará a los niños o a sus padres de los abusos que existían en la casa, cuando eres un niño, dejas pasar muchas cosas, no porque no te importen, sino, porque no las entiendes.
Fueron varias las veces que nos mudamos de zona en zona, por el miedo de mi padre a manchar su imagen, estaba en construcción de su empresa, y las relaciones públicas le eran de suma importancia, fueran ciertas o calumnias las cosas que se dijeran de él, procuraba que solo se dijera lo bueno, se mostraba amable con el mundo, como un hombre respetable, seguido iba a cenas de gala, y a importantísimas juntas que marcaban el inicio de su imperio. Y cuando las cosas salían mal, mi madre y yo, éramos su forma de desahogo preferida.
Recuerdo vívidamente, como la mayoría de las veces, un día que mi padre no dejaba que saliera, porque hace dos noches, me había golpeado y tenía moretones en las piernas, además de dificultad para levantarme, me dolía la espalda baja, pero eso no me impedía querer salir un rato. El dolor era bastante, pero no era insoportable, y tenía una misión importante.
Carl era mi amigo del momento, estaba obsesionado con el espacio, con ser astronauta y encontrar alienígenas. Me había encomendado a mí, el segundo al mando, salir por la noche y llevarle galletas que había preparado mi madre, decía que eran especiales, porque podía olerlas hasta su casa, y si el podía, los aliens también lo harían de esta manera, temíamos la carnada perfecta. Le dije que no podía salir en la noche, que mis padres jamás me darían permiso, y el me dijo que su hermana se escapaba por las noches todo el tiempo, que era algo sencillo y nadie se daría cuenta…
Hoy, ví a la chica del bus
--Buenos días, Jason. ¿Como me llamo? – este se había convertido en su saludo de todos los días. Pero yo, seguía negado a adivinar su nombre. Ella pensaba que tarde o temprano le seguiría el juego, pero yo estaba casi seguro de que no sería así.
No sabía bien que pasaría primero, si ella se rendiría o yo lo haría.
Todo el camino hablamos, cada vez se siente más familiar, es ese tipo de personas que parece que nos conocemos de toda la vida. Es algo extraño, puesto que jamás he tenido un amigo así, pero de vez en cuando me imaginaba como podría ser esa sensación. Al principio, debo admitir que esta chica me parecía un fastidio, hablaba demasiado como si yo le hubiese pedido que me cotara todo lo que pasa por su mente. La cosa es, que ahora, disfruto un poco sus ideas, porque a veces, parece que recita lo que alguna vez cruzó mi mente. Ella es el lado opuesto de la moneda, parece tan viva, que a su lado soy solo un fantasma.
Me gusta escuchar su voz, es algo tierna. A pesar de que de vez en cuando dice cosas extrañas, me entretiene un poco el oírla, es muy imaginativa, y parece que vive en una burbuja de ficción. De vez en cuando cae en lo infantil, pero la mayor parte del tiempo puede filosofar de una manera más profunda.
Ella dice que los grandes filósofos comenzaron por cuestionarse las cosas mas tontas y sencillas. Incluso si ella no pretendía convertirse en uno, decía que le gustaba imaginarse en toga, en la antigua Grecia, tomando un té con Aristóteles, Platón o Heráclito, haciéndoles las preguntas mas locas que se le pudieran ocurrir.
Hay veces que ni siquiera le pongo atención, solo la dejo hablar, mientras miro la ventana, su voz es tranquilizante, su tono mantiene el ambiente en calma, realmente me gusta oírla, aunque mi mente este en otro lado, es como escucharla en el fondo.
Editado: 18.12.2019