Los días transcurren, no te dejes engañar por el número de día en el que digo escribir, no llevan una cronología continua, la idea inicial, debería ser así, pero el tiempo es tanto relativo como confuso, siendo que yo soy autor, puedo saltar en el tiempo cuando quiera. No te preocupes, te diré cuando lo haga.
Me tomaré el tiempo de explicarte qué es con exactitud lo que estas leyendo. Es completamente simple. Es una bitácora. Ahora, no pienses que esta fue idea mía. Mi pensamiento se mantiene firme en el “¿a quién le importa lo que pienso?” Pero, aparentemente hay una persona quién insiste en que es importante, no porque crea que yo soy relevante, sino, porque es el método que utiliza para entrar con facilidad en la mente de las personas. Dijo que no lo iba a leer, que, de hecho, nadie va a hacerlo. Supongo que es una mentira más, porque sabe que cuando uno escribe como si nadie fuese a leerlo, escribe lo más profundo de sus pensamientos, sus más oscuros secretos y sus más retorcidos deseos, es honesto y transparente, porque no existe un miedo de ser juzgado. Puedes elegir tus palabras con libertad y puedes darles el sentido que quieras, puedes usar metáforas que sólo tú comprendes, y claro, puedes jugar con el tiempo. Me pidió que escribiera cada día, como una bitácora debe ser, pero yo decidí no hacerlo, qué mas da, no va a leerlo, ¿o sí? Y aunque así lo hiciese, nunca sabría si verdaderamente pasó de esa manera.
Aquí está la pequeña historia de estas hojas:
Comenzó como un día común y sin chiste, desperté, hice mi ritual de cubrirme del sol, seguido de voltearme, perderme en mi cuarto, arreglarme un poco, bajar, no mirar a mi hermana a los ojos, no ver a mi padre, y apenas dirigirle la mirada a mi madre. Todo parecía igual. La chica del autobús a veces estaba y a veces no, jamás le dirigí la palabra, y ella tampoco lo hizo, lo intentaba de vez en cuando, pero simulaba que mi música estaba muy alta y no la escuchaba, simplemente buscaba una manera de no hacer contacto. Nunca he sabido hacía dónde va, siendo honestos no me interesa lo suficiente para averiguarlo. He sido moderadamente amable con ella, pero no me interesa conocerla, al menos no del todo, he de admitir, que desde del momento en que la vi, hubo algo que me llamó la atención, pero fue algo tan efímero que no le di su lugar.
En cuanto a la escuela, fue ahí dónde sucedió lo interesante. La clase de filosofía había comenzado como algo cotidiano y normal, la señorita Zerela es realmente buena, y ha transformado el aula en un lugar cómodo, dónde la mayoría comparte sus puntos de vista, y también experiencias personales, fue gracias a esta clase que me di cuenta de que mis compañeros también escondían una cara, qué también tenían la capacidad de profundizar y que también tenían problemas con que lidiar; no voy a decir que me sentí más unidos a ellos, porque no fue así. Pero ahora sentía varias cosas, tanto buenas como malas, si se le puede llamar así, escucharlos me daba el alivio de saber que no era la única persona que se estaba ahogando, y que habían más que compartían mi manera de ver el mundo, a la vez, sentía una tristeza, al saber que hay personas que tienen razones validas para odiar el mundo, y deciden no hacerlo; va, no sentí tristeza por ellos o su decisión, sentía tristeza por mí. Mi vida se reducía a una gota en este mar, mis problemas parecían chicos, mínimos, invisibles y también inexistentes. ¿Por qué odiaba tanto la vida entonces? Mis problemas no eran problemas. Mis padres seguían juntos, mi hermana estaba con vida, tenía una casa propia, ropa, comida, escuela, lo tenía todo, al menos eso decían. Eso es lo que te hace una persona plena ¿o no? Tenerlo todo. Pero no me sentía pleno. No me sentía ni remotamente feliz. Quizá tenían razón y estaba viviendo amargado, me estaba victimizando, mis problemas los estaba creando yo, por una necesidad de sentir que mi vida era interesante y yo era relevante.
Jamás dije nada en esa clase, nunca me expresé frente a todos. Solamente cuando la maestra lo pedía. Cosa que no pasaba seguido. Una vez teniendo este pequeño fondo de la historia, pasó que la maestra nos encargó hacer un dibujo sobre nuestro mundo, dónde las palabras no tenían lugar, y debíamos usar los símbolos representativos a nuestro favor, siendo la metáfora nuestra mejor arma. Comencé sin saber que hacer, jamás he sido muy fan de dibujar, comencé con un punto en el centro de la hoja, rodeado de un circulo significativamente grande, a partir de ahí, mi mano parecía conoce a la perfección los trazos. Al terminar la clase, cuando se me pidió que parara, me acerqué a entregarlo. La maestra había estado pidiendo explicaciones, yo no lo sabía. Y tampoco sabía si estaba listo para que ella viera en mi interior como con los demás. Respiré hondo. Esperaba que solo me calificara y ya. Pero mi dibujo era distinto a los otros, o esa fue la excusa de la maestra; razón por la cual, se me pidió una explicación por prácticamente todo lo que había plasmado. La clase ya había terminado, pero aun faltaban 10 minutos para la siguiente. 10 minutos que pasé explicando cada línea, porque cada trazo era relevante dentro de mi mundo. Le explique mis miedos, mis aspiraciones, mis fortalezas y debilidades, personas importantes, todo. Durante esos 10 minutos sentí que había dejado que la maestra viera sin disfraz lo que realmente era. Ja. Ser. Ahora era mi dibujo, era un conjunto de líneas a las cuáles sólo yo les daba un sentido acertado. Porque yo era. Por primera vez, yo fui. Por un instante, me sentí en el lugar y en el momento indicado. Tal vez, no era el dibujo, tal vez era el esfuerzo, o la pluma, o la tinta. No lo sé. Pero era. Finalmente, me dijo toda clase de halagos, como si fuese merecedor de ellos, entendía que mis dibujos no eran los mejores, y yo sabía que de artista no saldría de mi casa, pero no eran los dibujos lo que habían asombrado a la maestra, ella decía que era la profundidad de mis pensamientos. Me preguntó entonces si es que pensaba mucho, en el sentido de darle vueltas a las cosas o pensar más allá de lo que comúnmente se pensaría, fue ahí dónde tenía que tomar una decisión, podía decirle simplemente que no, que no era nada, solamente un día de inspiración, pero algo en mi, o tal vez algo en ella, me impulsó a hablar, abrirme.
Editado: 18.12.2019