Entre jefes nos (des) entendemos

Capítulo 2

—Amelie… Amelie sostenme que me desmayo —avisó y tal cual lo hizo se dejó caer en los brazos de la escuálida rubia que apenas podía con ella misma y que, reuniendo todas sus fuerzas pudo mantenerla lejos del suelo sosteniéndola por debajo de los hombros.

—No… no, no, no, no. Dime que no estoy viendo lo que creo que estoy.

— ¿Qué creé qué está viendo?

—Eso es… eso es un labial exactamente igual al que tenía en mente hace unos… tres segundos.

Amelie examinó mejor el gran cartel que estaba siendo colocado por dos hombres en ese preciso instante en una parada de autobuses. En él se podía contemplar a una muchacha de pelo negro y mirada intensa maquillada con una sombra demasiado oscura para su gusto y utilizando un labial rojo con muchos brillitos, al lado de la imagen anunciaba el nombre del producto en letras grandes y en unas un poco más pequeñas el cómo aplicarlo.

Mientras más fuerte presionabas el aplicador contra tus labios más brilloso se hacía el labial.

Rayos.

—Pues…

—Sí, sí lo es —confirmó haciendo un gesto positivo con su cabeza.

La expresión de su jefe era de total desosiego y asombro, sus ojos se mantenían abiertos como platos y su piel estaba pálida.

Piensa Amelie, piensa. Se ordenó a sí misma internamente, buscando en los rinconcitos de su cerebro algún recurso que le fuese útil para tranquilizar y volver a la normalidad a su jefa.

A pesar de todo, le guardaba un cariño especial a Larissa, pues, detrás de todas esas capas de caprichos, manías tontas y egocentrismo, habita una dulce mujer que podía resultar más empática y cariñosa de lo que aparentaba.

Además era Amelie, Amelie quería a todo mundo.

¡El artículo que leí el otro día en Internet! El arte es… ¿Recolectable? ¿Transformable?

Chispas.

—Sí… Pero, si lo mira desde otro punto de vista… el arte es recolectable.

— ¿Recolectable?

— ¡Sí!, claro. A lo que me refiero es a que hoy en día nada es original… Todo ya se hizo con anterioridad y podemos tomar esas cosas y hacerlas nuestra manera o usarlas de… —intentó explicar con palabras atropelladas.

— ¡¿Estás diciendo qué yo no tengo la capacidad de crear arte y qué por eso debo copiar a los demás?!

— ¿Qué?, no, no era eso lo que quería decir sino que…

—Maldita sea…¡maldita sea! Soy un fraude.

 

— ¡¿Q-qué?! ¿P-por qué dice eso?

—Claro… claro yo vi ese estúpido cartel antes —razonó en voz alta, haciendo caso omiso a las palabras de la rubia.

—Pero si…

—Sí, por eso… por eso yo creo que lo vi y- y lo olvidé y luego sin pensarlo se me ocurrió pero realmente no es mi idea… eso puede pasar, ¿cierto?

Sí…no… ¿no lo sé?

—Dios…

¿Y si en todo ese tiempo todas las acusaciones de plagio hacia su contrincante no eran más qué resultado de un estado mental cansado y estresado qué inventaba cosas de manera espontánea e inconsciente qué hasta ella lograba creérselo?

¿Y si todo ese tiempo todos sus conflictos eran productos de su paranoia?

¿Y si realmente la qué no estaba bien era ella?

Tenía sentido, sonaba loco pero tenía sentido.

Por eso, era por eso que tampoco podía hacer bien algo, por eso siempre fracasaba.

¡Se trataba de una conspiración de su alterado subconsciente!

Pero de ser así… Tendría que pedir disculpas...

Y ella no iba a pedir disculpas.

Asimismo, eso sería una prueba de que, en efecto, estaba oxidada, de que ella debería tomar un descanso porque eso ya no estaba siendo lo suyo.

Y eso no era así.

Ella no estaba oxidada. Ella era ella, ella no dejó nunca de amar lo que amaba.

Y si no estaba oxidada tampoco sucedía todo lo que implicaba que estuviese oxidada.

Reeespira, Larissa, no te olvides de respirar. Relájate, analiza y reflexiona.

Relajarse, analizar y reflexionar, eso.

—Vamos por la fruta, Amelie.

—Pero, señora…

— ¡Por la fruta he dicho!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Larissa, ensimismada, torturaba a la manzana en su mano enterrándole las uñas mientras la joven agregaba diferentes frutas al cesto, en total desconocimiento de lo que Larissa tenía verdaderas ganas de comprar ese día. ¿Pero qué más podía hacer? La pelirroja hacía ya varios minutos que estaba encarnizada con aquella fruta y tenía la necesidad de llenar ese periodo de tiempo con lo que sea.

Si tan solo no fuera tan complicada y siempre consumiera los mismos productos o siguiese alguna especie de patrón, pero no. Un día le apetecía algo, al otro no, un día se maravillaba con algo, al otro le repugnaba.



#12736 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, diversion, amor

Editado: 12.07.2018

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