Entre la gloria y tu

capítulo 2

Clara no durmió el resto de la noche.

Se quedó en la cama mirando el techo, sintiendo el pulso golpear justo donde el símbolo había aparecido, como si su piel llevara su propio corazón. Lo intentó todo: agua, jabón, incluso rascárselo hasta que la piel se enrojeciera. Nada.

La espiral seguía allí, con sus cuatro marcas alrededor. Fuego, agua, tierra, aire. No sabía cómo lo sabía, pero lo sabía.

Amaneció sin haber dormido ni un minuto.

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—Estás pálida, ¿te sientes bien? —preguntó la sirvienta , mientras le servía avena.

—Sí. Solo dormí mal —respondió Clara, tocándose la muñeca debajo del suéter.

Pensó en enseñárselo a sus padres . Contarles . Preguntarles . Pero no lo hizo.

No era miedo exactamente. Estaba cansada de que en todas la anteriores veces que le comentaba algun pesar a sus pedres , estos le restaran importancia y la ignoraran . Al parecer su trabajo era demasiado ¨ importante¨.

—¿Otra vez pesadillas? —insistió la mujer, sin dejar de mirar la olla.

—No. Esta vez no soñé nada.

Mentia. Pero a veces mentir era más sencillo que explicar lo que ni tú entiendes.

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El cielo estaba despejado, pero Clara no podía sacudirse la sensación de estar atrapada bajo una nube invisible.

Al llegar al colegio, todo parecía normal: los mismos pasillos, los mismos chismes, el mismo timbre con su eco molesto. Y sin embargo, nada se sentía igual.

Lo vio de nuevo. Aquel que le gustaba desde hacia años atras .

Estaba en el pasillo, apoyado contra una pared, leyendo un libro encuadernado en cuero oscuro. Nadie más le prestaba atención. Parecía parte del mobiliario. Como si siempre hubiese estado ahí . SU presencia siempre se habia sentido asi , al menos , cuando Clara estaba alrededor .

Se detuvo sin pensarlo.

—¿Qué lees? —preguntó, fingiendo desinterés.

Él levantó la vista. Sus ojos eran… diferentes. No solo grises, sino casi plateados. Casi brillaban.

—Historias que pronto serán verdad —respondió con una media sonrisa. No era arrogante. Era como si ya supiera algo que los demás no.

Y antes de que pudiera replicar, se marchó. Sin mirar atrás.

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—¿Tú también lo viste? —le susurró Valentina más tarde, mientras fingían prestar atención en la clase de Lengua.

—¿A quién?

—Al nuevo. Tiene cara de… no sé, de que no está aquí para aprender matemáticas.

Clara sonrió.

—¿Y si es un asesino serial?

Valentina se encogió de hombros.

— No lo creo , es muy guapo para serlo . Ademas es rubio . Clara solto una carcajada ante el comentario de Vlentina.

-- ¿ Y que ? Dices que por ser rubio no es un asesino serial .

Ambas se rieron.

—¿No te parece que desde ayer las cosas están raras? —preguntó Valentina de pronto, más seria.

Clara la miró.

—¿Raras cómo?

—Como… más intensas. No sé. Me siento más inquieta. Como si algo estuviera por pasar. ¿Tú no?

Clara dudó.

—Sí —admitió en voz baja.

Valentina bajó la voz aún más.

—¿Y si tiene que ver con nosotras? Con lo que somos.

—No somos nada especial —respondió Clara rápido, casi como un reflejo.

—Habla por ti —dijo Valentina, sonriendo. Pero sus ojos no bromeaban.

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En Historia, la misma profesora de siempre —la del cuento de los Arkanis, de hace cuatro años— interrumpió el temario de ese día.

—Hoy hablaremos de sociedades ocultas. Y de símbolos que marcaron civilizaciones enteras —dijo, mientras dibujaba algo en el pizarrón con tiza blanca.

Clara sintió que el aire le fallaba.

La profesora dibujó una espiral. Cuatro marcas alrededor.

Exactamente el mismo símbolo que Clara tenía en la muñeca.

—Este símbolo —explicó— aparece en textos antiguos, en culturas sin relación aparente entre sí. Algunos dicen que representa el ciclo de los Arkanis: fuego, agua, tierra y aire. Elementos vinculados a la sangre de ciertos linajes… aunque eso, por supuesto, son solo leyendas.

Clara no podía moverse. Sentía cada palabra como una piedra cayendo en el estómago.

—Se decía que solo aquellos "elegidos" podían ver este símbolo… o llevarlo —continuó la profesora, sin apartar la mirada de Clara.

En los ojos de ella , Clara ya no vio a la maestra que conocía.

Vio a alguien que sabía demasiado.

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Después de clases, Clara huyó a la biblioteca. Buscaba respuestas sin saber por qué. Buscaba libros, símbolos, alguna pista. Pero las páginas eran confusas, los textos contradictorios, y su cabeza cada vez más llena de preguntas.

—No lo encontrarás ahí —dijo una voz desde el otro lado del estante.

Ella se sobresaltó. Era el chico nuevo .

—¿Qué cosa no voy a encontrar? —preguntó, fingiendo calma.

—Lo que quieres saber —respondió él, dando un paso al frente—. El símbolo. Tu marca.

Clara retrocedió un poco.

—¿Cómo sabes que…?

—Porque yo también tengo una.

Él alzó su muñeca, y por debajo del puño de su chaqueta, asomó la misma espiral. La misma forma. Las mismas marcas.

—¿Quién eres? —susurró Clara.

Él se acercó. No amenazante. Casi con cuidado.

Y entonces, sin decir nada, estiró su mano y rozó la muñeca de Clara.

El símbolo en su piel brilló. Solo por un instante. Pero fue suficiente.

Clara contuvo el aliento. Era real. Todo era real.

—Me llamo Aeden —dijo él, finalmente.

Sus ojos ya no eran fríos. Ahora parecían fuego quieto.

—Y si estás marcada, Clara… significa que tu prueba está por comenzar.
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Esa noche, Clara no soñó. El árbol del cuento ya no era una ilusión… era un recuerdo que quería volver.




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