En el desconocido.
Elena.
La vida puede sorprenderte, siempre. Cuando mas crees haber visto todo, aparece algo para decirte en la cara no idiota, aun te falta mucho por descubrir. Y sientes que te están jugando una broma pesada, que la vida se burla en tu cara.
Así me siento yo desde que desperté luego de ser atacada por esos animales, hace ya una semana. Gastón me regaño, demasiado, pero solo fue un método de ocultar lo que en verdad sentía ya que después se tiró a mi cama como si fuera un niño pequeño que necesita protección y se acurrucó a mi lado.
-¿En qué estabas pensando Elena? - Su voz, ligeramente quebrada me había sorprendido- Fue peligroso y estupido… Muy estipido, incluso para mi.
-Gaston...Yo...- Pero no pude terminar, el aun no había terminado de desahogarse.
-¿Sabes lo que sentí cuando vi que Adler te traía inconsciente y llena de sangre? - Su voz, poco a poco fue tomando volumen hasta convertirse en gritos, los cuales estaba segura que se oían por toda la casa con claridad, dándole a los que se encontraran en ella un gran espectáculo - ¿Que hubiera pasado si el no te encontraba a tiempo? ¡¿Que hubiera hecho yo si te perdía?!
-¡Lo siento! ¿Bien?- Mi voz se unió a la discusión y no fue en un tono menor a la de él - ¡Lamento querer buscar una manera de regresar a casa en lugar de quedarme sin hacer nada como tu!¡Lamento negarme a vivir así, a vivir aquí, lamento no poder ser tan egoísta como para fingir que nada paso y vivir una vida feliz aquí mientras mamá y papá deben estar buscándonos hasta debajo de las rocas! ¡En verdad lo lamento!
Demás está decir que no lo lamentaba, para nada.
Luego de mi descarga, comprendí que había cometido un error y que había herido a la única persona que estaba a mi lado en todo momento.
Comprendí que lo que decían era cierto.
Cuando nos enojamos solemos decir cosas que no queremos, cosas que pueden herir a los que nos rodean. Pero ya era demasiado tarde y el daño ya estaba hecho.
-Gas, no , yo no quise…
-Si claro, no quisiste - Sus ojos cristalizados y su voz quebradiza, eran la señal de que mis palabras lo habían afectado; aunque no podía arrepentirme del todo, por fin había dicho lo que pensaba - Por supuesto que no quisiste, bien. Como veo que ya estás lo suficientemente bien, ahora puedo irme a seguir teniendo mi vida de egoísta, olvidándome de mis amigos y familia.
Luego de eso se marchó de la habitación y no me volvió a hablar, nos cruzamos de vez en cuando por la casa pero él evita mi mirada y escapa de mi siempre que quiero hablarle y disculparme.
Fue un error que me costó caro, lose.
Sorprendentemente, la herida de mi brazo está curada completamente, solo queda una cicatriz rosada en recordatoria de mi imprudencia que casi me quita la vida.
Kirk y Adler se encargaron de explicar el porqué, ya que es demasiado pronto como para que luzca de esta forma, cuando el tiempo de cicatrización recién debería estar comenzando.
Al parecer el animal que me gruñia y dejaba caer sus babas sobre mi, es el guardián del lugar, el Ángelus Sigmund Istud.
Se dice que existe desde hace muchísimo tiempo antes que este lugar estuviera habitado y que es un animal sumamente agresivo; pero increíblemente poderoso y fiel a su amo.
Hace mucho tiempo, hubo un gobernante llamado Aeneas. El fue quien descubrió al guardián mientras daba un paseo por allí, dícese la historia que este hombre fue el único al cual el Ángelus respondía como amo, siendo incondicionalmente fiel a él.
Una vez, a Aeneas lo atacaron unos ladrones que querían robar sus joyas; herido este escapó y fue en busca de su fiel compañero para dejar que la vida abandonase su cuerpo junto a él. Pero dicho animal tenía otros planes, con su saliva curó las heridas del gobernante y este en solo horas estaba como nuevo, y simplemente tenía como recordatorio de dicho ataque las cicatrices en los lugares en que lo habían herido.
Años después, murió por causas naturales dejando al Ángelus solo otra vez.
Luego de su muerte, cayó sobre los reinos una enfermedad, la cual se cree es una maldición de Aeneas por lo que le hicieron en el pasado esos ladrones.
Muchos hombres y mujeres quisieron ingerir la saliva del animal, creyendo así que estarían protegidos y que la enfermedad no llegaría a ellos. Pero nunca pudieron comprobarlo ya que jamás nadie pudo acercarse al animal de nuevo. Hasta ahora.
¿Se suponía que ahora yo era la dueña de Ángelus Sigmund Istud?, y si lo era ¿porque me había elegido a mi?
Decir que estaba y estoy impactada es poco, este lugar no deja de sorprenderme y parece que no dejará de hacerlo.
Como siempre, tenía demasiadas dudas pero muy pocas respuestas.
Pero no me quedaría de brazos cruzados, e iría por ellas.