Entre la Tierra y el Cielo Libro 1

Capítulo 1. La chica de los poemas

La alarma suena deslumbrando la habitación con mi canción favorita: “Every Breath You Take” de The Police, no es una canción muy alegre, pero es lo único que me alegra por las mañanas y por alguna extraña razón logra despertarme. Una vez cambie la canción por otra y me quede dormida, Every Breath You Take me ha salvado de muchas.

Estiro mi brazo, tratando de apagar la alarma. Esto sería más fácil si abriera los ojos y viera en donde se encuentra el botón de desactivar. Después de varios intentos fallidos, logro apagarla. Ya cuando la canción iba por la mitad.

«Otro día, otra esperanza» es una frase según motivacional que suelo decirme todas las mañanas mientras me levanto de mi cómoda cama.

Me levanto con pereza, como suele ser la mayoría de las veces. Odio despertar temprano. Puedo escuchar como mi cuerpo me pide o más bien, me suplica que regrese a la cama, cierre los ojos y siga durmiendo.

Esta vez no puedo dejarme vencer. No me quedare dormida por sexta vez.

Todas las mañanas de escuela practico la misma rutina. Consiste en despertar, quejarme de lo mucho que desearía seguir durmiendo, ir al baño, lavarme la cara, sentarme un momento a revisar mi teléfono, vestirme con la ropa previamente seleccionada la noche anterior, “arreglar mi cabello” ─entre comillas porque nunca me lo arreglo, solo le pongo un poco de agua─, sentarme nuevamente a darle una última revisada al teléfono, aplicar mi mascara para pestañas y por último, avisarle a mi mamá que ya me voy a la escuela.

Y así es mi aburrida rutina, la que inicie cuando entre al bachillerato, hace dos años y medio.

La única y gran ventaja que tengo es que realmente no hay ninguna ventaja, solo caminar a la parada del transporte público y esperar al camión que me deja enfrente de la escuela. No es que sea mi cosa favorita, pero no me queda de otra. Si mamá me llevara a la escuela llegaría muy tarde a su trabajo y es algo que no me gustaría. Por el momento solo tengo que esperar a cumplir dieciocho, conseguir un auto y lo más importante: aprender a conducir. Mamá dice que es fácil conducir y espero que así sea, mi temor es subir un puente y que de repente el auto se vaya para atrás.

Subo al camión, pago mi pasaje y me voy a sentar a mi lugar favorito: del lado derecho, quinto lugar y del lado de la ventana. Estos dos años se volvió mi lugar preferido, solo se vuelve un problema cuando se llena el camión y las personas no te dejan pasar o bajarte. Una vez me baje cinco cuadras después de mi casa porque no me dejaban pasar y el conductor no me escucho cuando le grite que se detuviera.

Durante el trayecto suelo escribir poemas  y esta vez no es la excepción. Escribo poemas desde los diez años, normalmente hablan sobre amor. Mi afición a los poemas comenzó a los nueve años después de leer un poema escrito por mi papá para mi mamá. Él decía que no era muy bueno, pero para mí era el mejor poema que había leído. Trata de lo mucho que la amaba y sobre como lo hacía sentir, es un poema hermoso.

El día de hoy inicie a escribir un nuevo poema, aun no escribo el título, pero va a tratar de dos almas tristes después de una ruptura amorosa. Me sorprende como puedo escribir esa clase de situaciones si nunca he pasado por alguna. Siempre he dicho que los escritores son los mejores actores, pueden escribir grandiosas cosas sin haberlas vivido.

Al entrar a la escuela me encuentro a Janeth  junto a su grupo de tres amigas. Es raro no verlas ahí a la hora de la entrada.

Janeth Ferrer, la que todos aman y adoran, la chica Tumblr. No es que tenga algo contra ella o que la odio, solo que para mí es una de las personas más falsas de la escuela. Más falsa que sus extensiones de cabello.

Recuerdo mi primer disgusto con ella, un 12 de octubre, día que nunca olvidare. Fue un trabajo en parejas y por azares del destino me toco con ella, aunque sigo pensando que la maestra lo hizo a propósito; el tema era sobre la obesidad. A ella le parecía injusto ese tema, ya que por más tonto que se escuche, le tenía miedo a las personas con ese problema y su temor era terminar así. En nuestro salón había un compañero con ese trastorno, con su grupo de amigas lo molestaron, le dijeron muchas cosas hirientes y lo humillaron. Yo lo defendí y una semana después Janeth invento muchos rumores falsos sobre mí. No sé qué era más estúpido, los rumores o la persona que los contaba con otra versión.

Uno era que el maquillaje de la empresa de mi padre tenía ácido y maltrataban la cara. Ese rumor fue desmentido por varios maestros y la directora. Otro era que yo usaba ropa interior de Bob Esponja. ¿De dónde saco eso? No es como si ella hubiera visto mi ropa interior.

Dejemos eso de lado y sigamos con lo nuestro.

Lunes, día favorito de todos y en especial el mío. Amo tanto las primeras dos horas de mi materia favorita, las benditas matemáticas. Sí, es sarcasmo. Tal vez odio las matemáticas, la química y la física, pero disfruto venir al bachillerato; mi segunda casa.

─Buenos días, ¿me da permiso de entrar? ─se escucha esa voz femenina fácil de identificar, mi querida mejor amiga Salma.

Salma ha sido mi mejor amiga desde preescolar. Ella es una persona fuerte, te habla con la verdad, no le importa nada, tiene algunos dones astrales y sobre todo, es de esas personas que siempre van a estar para ti. Recuerdo ese día en preescolar cuando me tiro del columpio y casi me abre la cabeza, ese día nos hicimos amigas.



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En el texto hay: fantasia, novelajuvenil, trianguloamoroso

Editado: 22.06.2022

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