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"Las pinturas con forma de sombra fueron añadidas por el artista Herbert Baglione que representan a las almas torturadas que vagan por sus pasillos".
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La noche fría y nublada adornaba el lugar en donde se encontraba lo que sería el escenario de este trágico suceso. Eran cerca de la una de la madrugada del 26 de marzo de 1998, la temperatura está cerca de los menos cinco grados y la neblina aún cubría el piso de los pasillos de aquel manicomio abandonado que se encontraba en el olvidado y abandonado pueblo de Parma, en Italia y una sola persona se encontraba merodeando por los alrededores de este hospital buscando la manera de entrar.
Robert Baldini, un joven de apenas 22 años, aventurero y hambriento por descubrir los secretos detrás de este misterioso lugar, es una de las pocas personas que osan a visitar este escalofriante lugar en horarios tan inapropiados y prohibidos por las autoridades que custodian este lugar.
Después de unos aproximadamente quince minutos de intensa búsqueda, logro ingresar por una pequeña puerta que se encontraba en la parte trasera de aquella imponente y temible edificación y que por casualidades del destino se encontraba abierta. El joven Robert seguía avanzando por el interior del edificio de forma lenta y cautelosa, sin siquiera pensar en lo que le esperaba si seguía avanzando.
Una y media de la madrugada y la espesa capa de niebla que aún cubría el suelo de aquel edificio parecía hacerse aún más gruesa, el frío parecía hacerse aún más fuerte y sin previo aviso y como por cruel obra del destino el tiempo que alguna vez avanzaba se detuvo cuando apenas hacía falta un cuarto para las dos y los pasillos que hace algunos segundos no existían realizaron su aparición formando algún tipo de laberinto sin ningún tipo de escapatoria; mientras seguía avanzando por aquel laberinto cubierto por neblina el cruel y total silencio que alguna vez estuvo presente se vio interrumpido por varias voces procedentes de las habitaciones que se encontraban a sus costados, no se podían distinguir de quienes eran aquellas voces o de cuál de todas las habitaciones provenían, ni mucho menos lo que decían y eso hacía peor la situación.
De un momento a otro las voces cesaron, la temperatura bajó de golpe hasta los menos quince grados y la espesa neblina que cubría el suelo ahora se encontraba cubriendo todo el pasillo, tornando aquel escenario aún más sombrío y tenebroso. Seguía avanzando a pasos lentos y cuidadosos hasta que logró encontrar lo que parecía la silueta de una niña de unos aproximadamente diez años parada al lado de lo que parecía ser una escalera, intento llamarla, pero parecía que la niña no lograba escucharlo a lo cual no tuvo más opción que intentar acercarse hacia donde se encontraba la niña con pasos cautelosos intentando no asustar a la supuesta niña que se encontraba frente a él hablándole de forma tranquila y pausada. Seguía avanzando hacia donde supuestamente se hallaba la niña encontrándose con nada, la niña que alguna vez se encontraba en ese lugar mirándolo fijamente ya no estaba, se había esfumado, era solo una ilusión o eso era lo que él pensaba hasta que en medio de la niebla que cubría las escaleras logró divisar rastros de sangre tanto en el suelo como en las paredes de esta.
A pasos lentos y estando alerta de lo que pudiese encontrar o escuchar, comenzó a subir las escaleras siguiendo el rastro de sangre que había encontrado, llegando después de un periodo aproximado de cinco minutos al final del rastro chocando con una misteriosa puerta que se encontraba medio abierta; pudo divisar rastros de sangre en el pomo de la puerta y en parte del suelo del interior de aquella habitación.
Entró, sin siquiera pensarlo dos veces, a aquella habitación, encontrándose con un charco de sangre en una de las esquinas de la habitación; se acercó, lenta y pausadamente, hacia donde se encontraba el charco de sangre; la tocó, estaba fresca como si recién se hubiese derramado; una gota de sangre cayó justo en su frente, alzó la vista encontrando el cuerpo de la niña, que no hacía más de diez minutos había encontrado al pie de las escaleras, colgando con una soga en su cuello y con varias heridas en su cuerpo.
El sonido de la puerta cerrándose logró sacar del trance, no había escapatoria, estaba atrapado, la puerta estaba cerrada con seguro del tal forma que solo podía ser abierta por fuera.
Otra gota de sangre cayó en su hombro y alzando su vista logró ver de dónde provenía aquella sangre, el techo que alguna vez era blanco se empezó a tornar de rojo provocando que varias gotas de sangre cayesen encima de él; miro hacia atrás, la niña que no hace más de dos minutos se encontraba colgada ahora yacía de pie a solo dos pasos de él con una daga manchada de sangre en su mano izquierda lista para ser usada; lo apuñalo, sin piedad alguna en el costado derecho provocando que un nuevo charco de sangre se formase.
Eran ya las ocho y media de la mañana cuando fue encontrado el cuerpo sin vida del joven Robert Baldini, se podían apreciar claramente las marcas de varios rasguños por todo su cuerpo totalmente desnudo, pero no se encontraron rastros de que algún animal salvaje fuese la causa de los rasguños ni tampoco se encontraron rastros de su vestimenta, por lo que hasta el sol de hoy las raras marcas que aparecieron en su cuerpo como la causa de su muerte sigue siendo un misterio para la policía forense. ¿Acaso algo más sucedió durante la madrugada del 26 de marzo?
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Editado: 19.05.2024