Se escuchó una música cantada por siete trompetas desde lo alto de la iglesia de la ciudad. Mi padre, mi hermano y mi mejor amigo estaban a mi lado cuando eso pasó.
Las criaturas humanoides extendieron sus alas y levantaron sus lanzas alzando sus brazos. Pronto las lanzas atravesaron las gargantas de cada persona de mi alrededor. Pensé que estaba soñando, pero no. Todo era real. Todos los edificios empezaron a derrumbarse.
Mi hermano, Darío, tiró de mi y me envolvió con su cuerpo. Noté algo y vi que la punta de la lanza salió de su pecho. Aquel ángel se la clavó sin piedad. Lo peor era que él no había hecho nada, ninguno de nosotros lo hicimos. Éramos víctimas inocentes en medio de aquel caos teñido de rojo sangre rodeado de fuego. Mi hermano, aún con vida, cayó al suelo retorciéndose de dolor. Aquel ángel me miró con odio y entendí que la siguiente era yo. Entonces, mi padre se abalanzó sobre él y empezó a golpearle una y otra vez. Mi papá también tenía unas alas de plumas, aunque más grisáceas. Recibí un golpe y empecé a perder mi consciencia. Lo último que vi antes de cerrar mis ojos fue el cadáver de mi hermano...