“me gustas cuando callas y estás como distante…y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo.”
PABLO NERUDA
Cuando Julia se enteró del viaje dos días después se entristeció porque ni siquiera se había despedido, pero no dejó que eso la achicopalara, al contrario se animó para cuando él llegara poder recibirlo con los brazos abiertos; le contó, ansiosa a su mejor amiga Juana lo que había sucedido; lo que la tomó por sorpresa y pidió la historia detallada de filo a filo. Por su parte Joaquín y su madre estuvieron unos días en Mattina, una ciudad grande; alegre; llena de vida. a hora y media en avión desde la isla. A Joaquín le impresionó cómo un tumulto de gente que se acumulaba alrededor de un saxofonista, que parecía hipnotizarlos con sus altos-bajos, parecía no sufrir de ningún mal. Cada quién vestía de manera muy diferente a lo que él estaba acostumbrado a ver, y eso no les importaba. Sólo veían por sí mismos sin que valga más que su apariencia de guepardo elegante, o chihuahua fino cuidadoso de no ensuciar sus patitas con la caca invisible de los demás, y el artista callejero no debía ser la excepción, pues todo su atuendo era de la misma gama de colores morados, violetas y púrpuras brillante; pero destacaba por su entrega a la hora de interpretar su instrumento, sus manos iban por cada “llave” como si estuviera preparando un delicioso bocadillo con suaves toques, como si eso lo fuera a volver todavía más exquisito.
La plaza era más tranquila de lo que parecía, cercada por enormes edificios que daban la sensación de caérsele encima a uno. Las luces amarillas contrastaban con el apagado cielo y la estatua de un mártir con una daga clavada en el corazón a punto de desmoronarse con lágrimas de sangre; en el centro del lugar era lo que le terminaba de dar el toque dramático. Mattina era una ciudad con mucho potencial a belleza, pero guardaba poco para el entretenimiento, a menos que se tuviera los forros de dinero porque también era cara para vivir. Lo que a Joaquín le llamó la atención fue una academia de arte por donde pasó una vez mientras le iba a conseguir un café a su madre; caminaba tranquilo por la calle del hotel barato donde se estaba quedando cuando al pasar por una vitrina escuchó el ruido de algo romperse, eso llamó su desconcentrada atención para mirar. Era una escultura a medio terminar de alguien que cayó haciéndose enormes pedazos de arte abstracto. Olvidó que debía llevar el café para entrar a la tienda, que era más grande de lo que parecía por fuera; caminó hasta el fondo y se encontró con dos habitaciones, en una de ellas se veían tres personas con un lienzo pintando a un modelo semidesnudo que posaba de forma extraña y la otra habitación parecía un taller de alfarero, trabajaban con arcilla.
El lugar era tan tranquilo, con pura música instrumental, que en su mente pasaba a representarlo con colores pasteles y la combinación perfecta entre lo dulce y salado, estaba con estos pensamientos cuando alguien le tocó el hombro.
- Supongo que eres nuevo aquí – dijo un hombre alto con corpulencia extremadamente delgada; llevaba puesto una camisa manga larga de cuadros con un chaleco jean encima; un pantalón sangre; unos zapatos de charol y una boina gris con líneas a lo largo y ancho color hueso.
- Pe…perdón. Yo… yo vi la puerta abierta…
- Tranquilo – le interrumpió con una sonrisa – soy Vittorio, encargado de la academia.
Vittorio le cayó muy bien, una persona sencilla a pesar de su atuendo exagerado. Hablaron un rato sobre cómo funcionaba la academia, el tiempo que duraba y los precios, lo que a Joaquín le pareció más loco, pues se encendió una chispa dentro de él, como si alguien hubiera estado jugando con sus sueños, ilusiones y esperanzas. Supo al fin lo que quería, y no era pasarse la vida pescando para un borracho que le dio todo.
Al llegar a su cuarto de hotel con el café en la mano que no soltó en toda la trayectoria, ya estaba helado.
- Me quedo – le soltó a su madre cuando acomodaba la maleta para devolverse.
- ¿a qué te refieres? – dijo sin dejar lo que estaba haciendo.
- Que me quedo aquí… no voy para la isla. Hay algo que quiero hacer – le contó lo de la escuela de arte – y sé que parece que no tengo futuro con eso, pero tampoco con la pesca. - su mamá era su mejor amiga; la persona en quien más confiaba en el mundo - En serio no me quiero conformar con lo que tengo, quiero hacer algo por mí, porque lo necesito más que a una vida llena de pensamientos mediocres donde mi mejor opción sea la de no ser yo mismo. - Dicho esto le entraron los pensamientos de Julia como una piedra; había olvidado que debía hablar con ella. Se lamentó entonces saber que iba a dejar el amor cuando estaba a punto de empezar, pero si quería ser alguien digno para ella, tendría que crecer también personalmente; no quería tampoco ser obstáculo ni obligarla a esperarlo cuando ni él sabía en cuánto tiempo no se volverían a ver, quizá nunca. así que se decidió por no hacer nada. Se comunicó con Nando por medio de una pequeño y pesado teléfono que consiguió y le contó todo lo que había pasado, incluyendo lo de su hermana; pidiéndole también discreción y que le contara constantemente cómo iban las cosas en la isla, para estar informado. También habló con su padrastro, el cual le pedía perdón y le prometía meterse en un grupo de apoyo a los alcohólicos; le dijo que lo apoyaría económica y emocionalmente para que viera que sí quería cambiar. Esto dejó tranquilo a Joaquín, que sabía, podría enfocarse en lo que quería.
Con los días Joaquín se quedó sin el poco dinero que su madre le había alcanzado a dar. Aún recordaba la tristeza en su mirada antes de partir. Él sabía que además de todo era su única compañía, ahora estaría sola, aguantando silenciosamente todo, compartiendo sólo lo que las llamadas diarias permitían. Tuvo que buscar un trabajo de medio tiempo, afortunadamente habló con Vittorio quien le ayudó contratándolo como aseador de medio tiempo en la escuela de arte, con eso y con lo que enviara su papá podría pagar las clases y vivir sin tanta presión. Siempre había sido bueno dibujando, pero lo que quería era diferente. Quería ir más allá de lo que sus manos podían ofrecer; se imaginaba pintando anhelos con acuarelas sobre un lienzo; sus manos deslizándose con profesión y precisión, llenando de colores sus oscuras crisis internas, luego pasando a trabajar la arcilla con tanta pasión como devoción por el arte de hacer y deshacer, de corregir fácilmente los errores con un poco de agua y modelación. La sensación de tranquilidad que estos pensamientos le ofrecían hizo que se esforzara por conseguirlo.