Entre las sombras del caos

3.

 

 

En una bonita botella de cristal guardé lo que quedó de la sangre de Killersoldierblood, creí necesitarla para después.

Encontré en un centro comercial, mas abandonado y desgastado que casi toda la ciudad, una regadera y opté por darme un baño, hacía tiempo que mi piel no tocaba el agua. Nunca creí que a mis 19 años agradecería darme una ducha, después de casi 3 años de no hacerlo. Me desprendí de mi ropa y entré en la ducha con agua fría. Seguía pensando en lo bien que sabía la sangre negra, y en lo que haría después de salir de ese apestoso lugar. Probablemente ya había corrido la voz de que una chica Sombra había matado a uno de los soldaditos Oscuros, vendrían y buscarme, de eso estaba segura, y de lo que estaba mucho más segura era que el día que eso ocurriera yo me serviría un banquete con todos esos Killersoldierblood. 

Después de mi ducha y de que mis grifos cabellos se hubieran suavizado lo más posible, y con la idea de que el electrizante color cian desapareciera de ellos los corté por encima de mi hombro, solo pasaron unos minutos para que las puntas volvieran a cobrar un tono cian sorprendentemente brillante. Tuve que aceptar la idea de quedarme con ese color para toda mi vida, aunque a decir verdad combinaban bastante bien con mi piel blanca recién limpia y mis vastos lunares.

Volví a colocarme la ropa. Encontré unas fundas de cuero para las dagas, me las coloqué y empecé a vagar por el centro comercial. Había teléfonos por todos lados, laptops y pantallas planas, pero para nada necesitaba eso, desde que los países y sus banderas quedaron sumidas en los escombros, el internet había tomado una irrelevancia descomunal, además de que había caído la señal por todo el mundo, hasta la electricidad había caído en un pozo sin fondo. Es curioso decirlo pero las balas, en este futuro se usaron muy poco, las bombas nucleares atestaron tan bien a la humanidad que no hubo necesidad alguna de utilizar las balas. Y ahora con los mutantes a los que nos llaman Sombras, es casi imposible que nos disparen sin que nuestra mutación nos haga movernos tan fugazmente que la bala no nos alcanza, pero aun así los Ordinarios siguen utilizándolas. 


Pero al hablar de los Killersoldierblood, como yo ya lo he experimentado, son fáciles de cazar con alguna flecha, también – supongo yo- con las balas, pero nunca he sabido disparar un arma de fuego sin que el impulso de lanzamiento de la misma me lance hacia atrás. Mas sin embargo muy a mi pesar, además de ser vulnerables con las flechas, aun no se ha descubierto otra debilidad de los sangre Oscura.

Dentro de unos viejos casilleros – de empleado, sospecho- se encontraba una gran, preciosa y filosa catana con mango rojo. Y en el preciso momento en que desenvainé la espada una chica Ordinaria y harapienta corrió hacia mí con un cuchillo en la mano, cuando trato de apuñalarme en el pecho no fue complicado torcer mi espalda y encajar la filosa katana en su costado con una rapidez inigualable que solo la radiación me había dotado. El arma me gustaba, era para mí fácil manejarla, y su ligereza me ayudaba a actuar con rapidez y exactitud. Cuando la hoja de la espada atravesó la piel y los órganos de la Ordinaria, ésta proliferó un grito que agujereo mis oídos, di las gracia de no poseer un oído refinado, de lo contrario su alarido me hubiera reventado el tímpano. Luego de gritar descomunalmente la chica comenzó a reír, completamente desquiciada.

- Cómeme... cómeme, cómeme. No pierdas el tiempo "Sombra". De igual manera, aunque no me comas ellos vendrán por ti, solo por ti. Y tus habilidades patéticas no podrán hacer nada para salvar tu pellejo.

Después de haber dicho esto último continuó riendo como una loca, no, perdón, no estaba como una loca, no era como, estaba completamente demente. Saqué mi nueva arma de su insulso costado y la chica comenzó a desangrarse rápidamente y sin dejar de carcajearse. Nunca había visto que un Ordinario se volviera loco, pero quien no lo haría si viviera como ellos, en un sucio agujero. Me abstuve de comer su asqueroso cuerpo, ya habría tiempo para comer a otro Killersoldierblood. 

Comencé a vagar por las fronteras de la ciudad, con la katana, el arco y las flechas en la espalda, con la mirada atenta y en vigilancia, esa era mi ventaja. Podría ver a un conejo a 100 metros a la distancia aunque aún no saliera totalmente de su madriguera. Pero aun así tras mi espalda no podía más que esperar que nadie apareciera. Más tarde, cuando llevaba casi 2 horas de caminata y más de la mitad de la sangre del killersoldierblood llegue a una especie de fortaleza más salvaje que cualquier otra. Las barreras de lo que parecía un baluarte estaban hechos de grandes troncos llenos de astillas, y algunas partes de hierro oxidado, daba la impresión de dentro de esas bordeadas paredes se encontraba algo bastante... lo que sea que estuviera ahí, tenía muchos problemas con el exterior, ya que la barrera tenia marcas de balas de los ordinarios, algunas flechas y marcas de golpes probablemente de los sangre Oscura.


Le di la vuelta a la fortaleza y encontré una puerta casi de tres metros de altura. Fue algo estúpido, pero para mi sorpresa me abrieron después de tocar tres veces.




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