La urbe Ordinaria seguía silenciosa. La tormenta de arena había cesado. Y muy a pesar del término de la tormenta de arena, la cuidad Ordinaria permanecía casi sepultada en la suave y ardiente arena.
Dudaba que incluso se encontrara algún Ordinario desperdigado entre las largas filas de los deteriorados edificios. En primer lugar, por el tratado de unión entre los soldados Oscuros y los Comunes, y dos porque aunque la tormenta de arene hubiera cesado, no muchos ordinarios se dignarían a salir de su asqueroso escondite, a mostrar su raída ropa, su putrefacta piel, y su precaria personalidad.
Liam y yo, optamos por salir a buscar provisiones, ya que después de la cena, se habían acabado casi la mitad de la comida enlatada. Nos pusimos las capas negras que Liam había encontrado, y nos cubrimos el rostro con un trozo de tela. Parecíamos forajidos entre los destrozados edificios. Y más sin embargo, no parecíamos algo muy alejado de lo que en realidad éramos. Tomamos las armas. Y yo me dispuse a despedirme del hogar de Heiko una vez más.
Mientras caminábamos por las destrozadas calles de la ciudad, y mientras las botas se nos llenaban de arena caliente por gracias al sol que se cernía sobre nuestras cabezas, encontramos a un tipo que parecía más Ordinario que Sombra.
El espécimen solo tenía una arañada camiseta negro- deslavado con una imagen tan deteriorada que ni siquiera tomaba forma consistente, parecía una imagen abstracta. Portaba también unos bermudas desgastados parecían de un color gris, pero a pesar de ello tenía más arena pegada que tela sin romper, dándoles un color marmoleado entre el gris y el amarillo de la horrible arena.
El tipo no tendría más de 27 años, cinco menos que mi chico.
Cuando nos hubimos acercado más al individuo de los bermudas, nos percatamos de que muy debajo de toda la suciedad, el polvo y la grasa acumulada, el tipo tenía un brillante cabello verde limón.
Untes de llagar a casi un metro de distancia del chico, sacamos nuestras armas y nos pusimos en guardia contra el tipo. No sabíamos si era peligroso, no sabíamos quién diablos era... al menos hasta que estábamos frente a frente con él.
El parecido del rostro del tipo con Liam, era tan increíble que parecía ser solo una ilusión momentánea creada por la vacilación de nuestros cerebros ante el abrasante calor. Los ojos verde uva. Las facciones marcadas. El color de piel. Era difícil de creer lo que mis ojos veían. Y Liam tampoco parecía muy convencido de si era verdad lo que sus ojos le mostraban. Miraba fijamente al tipo frente a él, como si pudiera ver a través de él, para saber quién era.
- ¿Liam? – el tipo del cabello verde limón, hablo haciendo un gesto raro, como si estuviese loco, y Liam no estuviera ahí.
- ¿Andreu?
- Creí que nunca te volvería a ver.
Yo estaba mucho más confundida que antes ¿se conocían? Andreu y Liam se abrazaron con los puños cerrados.
- ¿Ella es tu chica?- el tipo me miraba de pies a cabeza.
- Sí, Andreu. Ares, él es mi hermano mayor, Andreu. Andreu, ella es Ares...
- ¿Tienes un hermano mayor?
- Luego te cuanto, cariño. Pero sí, así es.
El tipo de los bermuda, o más bien dicho Andreu nos guió a una pequeña casa, más que pequeña estaba destartalada, el porche estaba astillado, las ventanas rotas, y la estructura parecía ser de lo menos estable. Pero aun así era reconfortante ver una pequeña casa entre manzanas y manzanas de grandes edificios.
Cuando estuvimos adentro, descubrí que estaba igual de dañada, en las paredes la pintura se caía en trozos, y la mayoría de piso –de madera- estaban trozados, así que debíamos tener cuidado de no caer en las agujeros que se formaban. Más sin embargo, la cocina era lo mejor de toda la cuidad, latas de alimentos desbordaban la habitación, que parecía ser la cocina, ni siquiera se podía ver si era una cocina o una simple habitación, por la sobre acumulación de latas de comida.
En tiempos antiguos, habría pedido una deliciosa comida casera, con alimentos de verdad, sin tantos conservadores, pero ahora moría de ganas de comer lo que fuera.
Después de haber comido una latas de comida, y unos duraznos en almíbar. Nos sentamos en unos sillones, que podrían ser más bien cúmulos de esponja, pero muy a pesar de ello, era lo más cómodo que mi espalda había tocado en casi 1 semana.
Liam se acurrucó junto a mí. En un desvencijado sofá. Andreu y una chica, que no había visto durante la velada, se sentaron frente nosotros.
- Pensé que estabas muerto.
- Yo creí eso de todos los que conocía, y cuando llegue de nuevo a la ciudad de Andra...
Al ver mi cara de confusión, Liam me explicó con un tono dulce:
- Andra, cariño. Es la cuidad de dónde venimos, yo nací ahí. Fue la última cuidad del mundo del continente. Muchísimas ciudades, desaparecieron entre las aguas del océano, otras, como ya lo sabes, fueron devastadas por bomba nucleares... pero Andra, fue una de las pocas que sobrevivieron a todo. Hasta que bueno... se llevaron a todos los pobladores, a formar filas en una guerra que otras personas iniciaron.