Su mirada me persigue como las nubes, su presencia tan efímera abruma mi corazón y el deseo de volverlo a ver es lo que más añora mi alma, mi mente me dice que es cierto, pero mi corazón me lo niega; es imposible que sea la hora de su partida. Su alma pertenece a la mía de la misma forma que mi alma pertenece a la suya. Mi corazón lo añora tanto como mis ojos desean volver a ver esa hermosa sonrisa, poder volver a ver aquel bello paisaje que lograba ver en sus ojos. Su mirada tan atrayente como un imán, su cuerpo tan fuerte como el de un Dios. Mi mente y mi corazón no paraban de negarse y contradecirse entre sí; era imposible su partida. No podía aceptarlo, aunque mis ojos lo vieran ellos mismos, se negaban a lo que habían visto, decían que no, que era posible que una mirada como la suya desapareciera de este mundo. Su azul tan claro y puro como el océano, su cabello tan blanco como la nieve, y su personalidad tan juguetona, tan traviesa, pero a la vez tan protectora. Mi alma lo anhela, lo añora, desea que esté junto a mí. No puedo evitar que el dolor acongoje mi corazón.