El padre de Kim, Joseph, era una persona dedicada a su familia. Rara vez pasaba un día sin encontrar algún pasatiempo que pudiera entusiasmar a Kim o a Marta, su madre. En realidad, la gente que los conocía solía pensar que Joseph actuaba de esa manera como una forma de autocuidado para sobrellevar el secuestro sin resolver de su hija menor, Lucía.
Lucía había nacido dos años después (1997) que Kim y se había convertido en el centro de atención del hogar. A los cuatro años, mientras estaba de excursión con sus amigos del colegio en una vereda cerca de su ciudad natal en Colombia, Lucía había desaparecido de manera inexplicable. La única versión proporcionada por la policía y los numerosos investigadores privados que su padre había contratado era que la joven había sido secuestrada por algún grupo al margen de la ley, y que lo mejor para mantener la calma y sanar el alma era asumir que había muerto.
La noticia conmocionó a la familia de Kim. Les llevó tiempo aceptar la cruda realidad de que quizás nunca volverían a ver a Lucía. Incluso llegaron a pensar que ese " tiempo" no cura nada, y que la idea errónea de que todo estaría bien con el tiempo no era más que un consuelo falso promovido por religiosos y expertos en salud mental. En su lugar, el dolor parecía crecer, como una de esas teorías de la expansión infinita del universo que, paradójicamente, sugería que el sufrimiento también podría ser infinito.
A los dieciséis años (2011), Kim había decidido que se convertiría en investigadora y dedicaría su vida a la búsqueda incesante de su hermana. Prefería conocer la verdad, aunque fuera dolorosa, en lugar de vivir en la penumbra de la incertidumbre. Por otro lado, Joseph se había convertido en una máquina de trabajo, impulsado por el miedo de que Kim también pudiera correr la misma suerte que su hija menor. Esto lo motivaba a trabajar más allá de las horas adecuadas, lo que eventualmente le llevó a experimentar momentos de desconexión, en los que no lograba recordar quién era.
La dedicación incansable de Joseph al trabajo permitió a Kim dedicarse a la investigación como siempre había soñado, lejos de su país de origen. A los veinticinco años (2020), ya era una respetada investigadora en la policía de Phoenix, donde llevaba cuatro años trabajando. Después de su ingreso al cuerpo, había dejado de lado el recuerdo de su hermana y se entregó por completo a una vida tranquila, alejada de los pensamientos constantes sobre su infancia.
Un mes después (2020) de la última llamada que Joseph hizo a Kim, ella decidió ponerse en contacto con sus padres en Medellín.