Joseph despertó con un sobresalto, el entorno le resultaba familiar: estaba tumbado en su cama. Sin embargo, de inmediato, sintió un dolor punzante en las muñecas, las cuales no podía mover, ya que estaban atadas a la cama con una soga. No se trataba de una situación sexual, en realidad no habría morbo para describirlo. Se encontraba allí, inmovilizado, y notó que la única prenda que su mujer le había quitado era su calzado, los zapatos que yacían alineados junto a la cama.
Pasó tiempo hasta que Joseph recobró por completo la conciencia, no se sentía en peligro, aunque aquel dolor punzante en las comisuras de sus manos ya comenzaba a desplazarse hacia los hombros y un poco más abajo, al resto de extremidades. Marta lo había hecho con amor, había amarrado a su marido a la cama con decoro, lo había arropado, y se había preocupado porque tuviera una almohada y de vez en cuando pudiera girar levemente su cuerpo para liberar tensión, aunque suene curioso se notaba que lo quería mucho, ya sabemos incluso tanto que lo amaba.
La situación no era grotesca, simplemente dolorosa, un dolor completamente soportable. Las quemaduras profundas tienen la habilidad de acabar con las terminaciones nerviosas, y aunque la recuperación pueda ser un tanto prolongada, los dolores son intensos. Es similar a hacerse un tatuaje. Si alguna vez te has preguntado cómo se siente el dolor de un tatuaje, descubrirás que es único, difícil de describir, y la mejor forma de comprenderlo es experimentándolo. Esto ilustra la razón filosófica que nos ayuda a entender que todo tiene su propia identidad, y tratar de comparar las cosas realmente carece de sentido. Preguntas como "¿a qué sabe eso?" o "¿es parecido a qué?" son, en última instancia, irrelevantes y no deberían tener respuestas, pero dado que "deberían" no es una obligación, siempre tratamos de proporcionarles respuestas.
Las quemaduras en el abdomen de Joseph no seguían un patrón en particular; presentaban algunos círculos y diseños abstractos bastante elaborados. Joseph resistía estoicamente. La vida le había mostrado la crudeza de la realidad, y consideró que las acciones de su esposa eran una manera de lidiar con la frustración que le generaban los secretos. Era un pensamiento peculiar; no cualquiera sería capaz siquiera de perdonar semejante atrocidad.
No pasó mucho tiempo antes de que Marta colocara de forma delicada la aguja sobre la mesa de noche situada a la derecha de la cama. Se esmeró en hacerlo con cuidado, asegurándose de que el calor que aún permanecía en el objeto no quemara ni dejara marcas en la madera que tanto se preocupaba por mantener en perfecto estado. Antes de liberar a su marido con ternura, Marta fue al baño y regresó con un frasco blanco, uno muy bonito. Al parecer, todo en su casa era perfecto, al igual que su vanidad y sus pensamientos. El frasco estaba lleno de Acetato de Aluminio, el mismo que uso para hidratar las muñecas y los tobillos de su esposo. Lo desató con cuidado y, para evitar malentendidos, le pasó una lata de refresco.