Capítulo 3
La charla
Mason.
Me levanto de un salto de la cama, chocando y tirando mi lámpara junto al resto de cosas que tengo en mi mesa de noche, en el proceso.
Es oficial. Estoy harto de mi vida y de mi torpeza.
—¡Maldita sea, Clarie! Mira lo que hice por tu culpa.
Señalo lo que regué, aunque sé que no puede ver nada porque la habitación está completamente a oscuras.
Ella prende la lámpara que está en mi otra mesita de noche y suelta una carcajada.
—Yo no voy a pagar por eso —señala el desastre.
—Claro que lo harás. Esto fue por tu causa.
—No fue así, eso fue tu culpa.
—Yo no soy el que está en la esquina de tu habitación, observándote como un ente maligno a la espera de atacar.
Suelta una risita y se levanta de mi puf. Camina con los ojos puestos en mí y una extraña sensación de que tengo que correr ahora mismo, me embarga.
Mi puerta es casi derribada cuando Owen entra con su pijama de Furia Nocturna puesta y sosteniendo un bate con fuerza. Se ve peligrosamente tierno. Es como una versión 2.0 del meme del pato con un cuchillo de plástico. Si llevara otra cosa puesta, daría miedo, pero ahora lo único que me causa, son unas inmensas ganas de arroparlo y contarle un cuento.
—¡Owen llegó al rescate, Mandrágora!
Se detiene al ver que no estoy siendo atacado por ningún bandido. Me mira a mí y a Claire, abre sus ojos con sorpresa y creo que ha captado el mensaje equivocado.
—Oh... yo... lamento la interrupción —esconde el bate tras su espalda y se gira para irse a su habitación—. ¡Usen protección, sin gorrito no hay fiesta! —Grita y sale corriendo.
—Hola, Owen —se ríe Claire—. ¡Lindo pijama!
—¡Cállate, tú no viste nada!
Cierra de un portazo y yo enrojezco por la conclusión que saco. Intento disipar el calor que se extiende por mis mejillas soplándome con la mano, pero es difícil. Yo nunca lo haría con él en la casa y escuchando todo.
—Debí de tomarle una foto. Podría extorsionarlo después.
—¿Qué haces aquí y cómo entraste? —cambio el tema.
Tomo mi camisa del suelo y me la pongo. Quiero tener una conversación sería con ella y no creo lograrlo si su vista me recorre descaradamente. No tengo el cuerpo más trabajado del mundo y el que me preste tanta atención, me pone la piel de gallina.
—¿Por qué te la pones? —Hace un puchero— Estaba admirando la vista.
—La idea de que veas más allá de lo permitido, no me gusta mucho.
—Tú ya me viste en ropa interior —contesta como si fuera lo más normal del mundo—. Amo que seas tan penoso y que el simple hecho de acordarte de ese pequeño incidente, te ponga rojo como un tomate.
Ahí está ese estúpido calor en mi cara otra vez.
La cosa fue así. Estaba en casa de Claire en una fiesta, un idiota tiro su bebida sobre mí y necesitaba limpiarme. El baño de visitas estaba ocupado, el cuarto de la madre de Claire estaba cerrado, así que mi última opción fue el baño de su habitación. La última vez que vi a mi mejor amiga, estaba con los chicos, así que lo que menos me imagine era que estuviera en su habitación, cambiándose de ropa.
Entre a su habitación y no había nadie, lo que me dio la seguridad de entrar al baño sin tocar, pero ahí estaba ella. Lo que menos quería, era ver a mi mejor amiga con unas diminutas prendas, puestas. Me sentí como todo un pervertido cuando la vi, así que salí corriendo de ahí. Por alguna razón, creí que nuestra relación cambiaria. Sin embargo, resulta que se divierte burlándose de mi reacción cada vez que me lo recuerda y ese es otro tipo de confianza al que no planeaba llegar. Al menos no con ella.
—Deja de recordarme tan bochornoso momento. Mejor dime de una buena vez a qué viniste.
Claire se ríe una última vez, antes de entrar en modo serio.
—Vine a enseñarte la canción que voy a tocar para mi presentación de fin de mes —aclara—. Y entre por la ventana. La dejaste abierta.
—No tienes que entrar así.
Se deja caer en la cama con una sonrisa algo maquiavélica.
—Lo sé, pero quería darte un susto por no acordarte que hoy vendría y largarte —mira sus uñas perfectamente pintadas de color amarillo—. Si te hubieras tardado un poco más, ahora mismo te estarías regocijando en los efectos del polvo pica pica.
—¡¿Y lo dices así como así?!
—Sí. Te lo mereces —frunce su ceño—. Te llame como diez veces y no respondiste. Me alegra haber venido preparada.
—Con una amiga así, para que quiero enemigos.
—Me amas y lo sabes —me lanza un beso.
—Lastimosamente así es —me siento a su lado en la cama—. Muéstrame esa canción.
Me muestra su perfecta y blanca dentadura cuando esboza una gran sonrisa.
Se levanta de la cama y abre su pequeño estuche, sacando del interior su ukelele. Siempre me ha parecido muy bonito. Es de un color café caoba y por la parte de atrás tiene pintado un sol naciente con flores de diferentes tipos y colores, regadas por aquí y por allá.
—It Ain't Me —habla ella—, es la canción que elegí. Creo que se oirá genial si la hago en versión acústica con mi ukelele.
—Se oirá maravillosa —aliento—. Tu voz quedara preciosa con ella.
—¿Listo? —se sienta a mi lado.
—Listo.
Comienza a tocar las primeras notas y no cabe duda de que hizo una buena elección de canción y de instrumento. No me equivocaba al decir que su voz quedaría increíble con la canción. Ella tiene una voz preciosa, es tan cálida, suave y dulce, que me embargan tantos sentimientos cuando la escucho.
Su voz me tranquiliza y en este momento es exactamente lo que necesito. Un poco de anestesia para disminuir las punzadas de dolor que siento cada vez que veo a la chica que me gusta, intentando ser feliz con alguien que no soy yo.
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Editado: 17.06.2021