(09)
Flor.
Dos días después:
Hundida en mis pensamientos mientras veo por la ventana de mí apartamento dejándome ver un poco de la ciudad de Londres, no llevo la cuenta exactamente de cuánto he estado así, sin comer bien, sin pegar un ojo para descansar.
Pareciera que estuviera muerta, pero por una extraña razón respirando todavía, no me pregunten el estado de mí cabeza, porque es una maraña total lo que tengo ahí. Ese hombre no lo he visto más, ni me interesa verlo.
Escucho cómo vuelve a sonar mí teléfono, debe ser de la empresa, pero no, no quiero saber nada… Capaz y se fué de nuevo para Venezuela.
Suspiro pesadamente para irme a dar una ducha, son las siete de la mañana, volví a ver el amanecer de nuevo. Después de un rato termino de bañarme colocándome la ropa en el mismo baño ya que la llevé conmigo.
Al salir quedo paralizada en mí sitio, mí corazón da brincos desesperados, mí cuerpo es un colapso en éstos últimos días y al ver que él hombre que me está volviendo loca acostado en mí cama no es un buen indicio para que mí cuerpo se arregle.
Acostado mientras juega con la copia de llaves que tiene <<¡Nojoda!>>, su cuerpo tan trabajado y grande, su cara, sus ojos, todo de él hace que me vuelva más loca aún.
—¿Terminaste de babear por mí? —Pregunta con sarcasmo tomando asiento en mí cama—.
—¿Qué haces aquí?.
—Rectificando a ver sí no te haz suicidado por tus dramas —Me contesta—. Y ver el hecho del porqué no me has contestado mis llamadas.
<<Era él>>, su seriedad cómo de costumbre está plasmado en su rostro, ni sé que postura tomar para poder pararme bien en mí sitio.
—Te puedes ir —Hablo—. No me he suicidado por mis “dramas”, y no he contestado tus llamadas porque no he querido saber nada de nadie, ni mucho menos de tí.
Me doy la vuelta yéndome a la cocina pero su agarre en mí muñeca hace que me voltee de nuevo quedando cara a cara.
—Tenemos un contrato, ¿Se te olvidó? —Habla en un tono seco—. Deja tus mariconeras y vamos a la empresa.
—El que tiene que dejar las mariconeras eres tú —Lo encaro—. El mundo no gira entorno a tí, Taylor.
Suelta una risa incrédula.
—Ay Roma, se vé que no me conoces para nada —Se limpia las lágrimas ocasionadas por la risa estúpida que le atacó—. Sí me haces reír con tus estupideces, de verdad.
Deja su risa y vuelve el semblante de mierda, me toma del mentón analizándome con su mirada que da miedo.
—Te lo vuelvo a repetir, ¿Quieres que tú mundo sea de color rosa o negro?, tú eliges.
—¿Me estás amenazando? —Sonrío sin creer nada—.
—No, no te estoy amenazando, te estoy advirtiendo del porqué tienes que hacer todo lo que yo te ordene —Aclara, a fin de cuentas viene siendo lo mismo el muy imbécil—. Te espero abajo.
Dice mientras me roba un beso para luego irse de mí apartamento… Suelto chillidos harta de ese hombre, tomo mí teléfono y algunas cosas más para bajar.
Y ahí está él, esperándome en su Bugatti, no me había fijado muy bien, tiene barba de unos días y cómo sí fuera poco lo hace ver más sexy aún, nada proveniente de él me ayuda en lo absoluto.
No dejo que me diga nada, solo abro la puerta del auto para adentrarme enojada, él hace lo mismo sin decir ninguna palabra pero tiene esa cara que a miles de kilómetros dice; “Soy el que manda en ésta mierda”.
Por el encierro del auto su perfume se instala en todo el lugar, volviendo mis sentidos esquizofrénicos, <<Autocontrol, por favor>>.
—¿Hiciste el trabajo de los cantantes? —Habla preguntándome después de tanto silencio—.
Asiento.
—Sí, ya todo está listo.
Le respondo, y es que antes de todo ya lo había hecho, sabía muy bien que mí plan se iba a llevar a cabo, al solo tener el apellido “De Mayo”, era obvio que no iban a poner resistencia.
Y cuándo acuerde llegamos a su empresa, bajamos del auto al mismo tiempo. Al entrar la gente se da cuenta de su llegada abriéndole paso para que pueda caminar mejor, cómo sí de alguna alfombra roja se tratara.
Unos miedosos llegan hasta él diciéndole no sé que ya que mí cabeza está en otro lugar, en un lugar que no sé, pero de lo que sí estoy segura es que no está aquí en la tierra.
De milagro algunos no se le arrodillan, no puede ser que hay gente tan lambe botas, algunos me saludan con respeto haciendo que lo haga también.
Me apresuro al ascensor intentado subir sola pero su mano se atraviesa en la puerta haciendo que se vuelva abrir dándole paso para que se adentre, nadie dice nada, suena el timbre dando a entender que llegamos al piso correspondiente.
Doy vuelta en un pasillo para irme a mí oficina pero su voz me detiene.
—¿A dónde crees que vas? —Pregunta obstinado—.
—A Narnia —Le respondo con sarcasmo—.
—Te necesito en mí oficina —Ordena adelantándose primero—.
<<Paciencia>>, es el primero en entrar seguido de mí, la oficina está completamente impecable, dando a la vista el gran lujo que tiene.
Me siento quedando enfrente de su escritorio y de él, en eso tocan la puerta para dejarse ver a su secretaria.
—Sr. Nobéli. Aquí está el reporte de todos los gastos de la empresa —Se lo entrega—. Con su permiso.
—Concedido —Le dice haciendo que ella se vaya, mientras él le hecha un vistazo a las hojas—.
A veces pienso que este hombre se quiere parecer a “Christopher Morgan”.
—Revísalos tú, no tengo tiempo para eso —Me los da—. Sí no hay nada sospechoso todo está bien.
Me dice por último, tomo las hojas viendo lo que se ha gastado, millones y millones de euros, es muy normal ver esas grandes cifras en empresas, más sí de grandes tallas cómo éstas se tratan. Al rato de ver qué no hay nada “sospechoso” cómo dice me encuentro con algo que me llama la atención.
—¿Tienes un familiar estudiando? —Le pregunto, deja de ver su teléfono para verme con su entrecejo fruncido—. Aquí dice que han pagado mensualmente en una secundaria.