Entre Monstruos

Nadie es lo que parece


“Cada mente es un mundo, cada rostro una máscara” 

21 de julio del 2021 

Amelia. 

— Bienvenida a casa, Amelia. 

— Momento momento —gritó Samantha—. ¿¡Quién es usted y cómo sabe su nombre!? No confío en usted. 

Joshua sólo estaba sentado en el piso, observando cada palabra y movimiento de la misteriosa señora. En su mirada se nota que no confía en ella. 

—Entonces me presento—ella levanta la mano— me llamo Mary Taylor, soy científica en genética. Trabajo aquí desde hace 8 años e investigo el Gran Desastre. Y sé su nombre porque es muy conocida por aquí. 

—¿Qué quiere decir con muy conocida? —pregunté. No es como que fuera una guerrera legendaria o algo así. 

— Tú eres la única persona que duró tanto afuera —Mary me señala con el dedo—, los que están aquí perdieron parte o toda su familia. Ustedes están completos. Van a ser estudiados para revisar si no contienen alguna enfermedad en su organismo. 

Joshua y Samantha me miraron confundidos, no entendemos nada. 

—Como sé que es mucho para procesar en tan poco tiempo, los dejaré dormir en esta habitación. Más tarde vendrá uno de los guardias y traerá tres colchones. 

— ¡Ah! Se me olvidaba. Quítenles las esposas, nuestros invitados no están esposados —agregó Mary. 

Al escuchar sus órdenes, los guardias nos quitaron las esposas con rapidez y descuido. 

Con eso, Mary pasó por la puerta electrónica y se fue. La puerta fue cerrada por un guardia quien puso su identificación en una pequeña abertura al lado de la misma. 

Todos estábamos atónitos. ¿Qué mierda acaba de pasar? Pero, hay algo que me inquieta. 

Mary... 

Siento que la conozco de algún lado. 

— Declaro oficialmente que donde estemos, la desgracia y el misterio nos persigue—bromeó Josh, acomodándose en el frío piso—. vamos a ser los próximos protagonistas de la Rosa de Guadalupe. 

Ignoré la broma de Joshua y me metí en mis pensamientos. 

Repasemos: 

Estamos en un manicomio debajo de un hospital, encerrados en un cuarto. Las puertas están cerradas electrónicamente, con guardias en cada rincón. ¿Es clandestino esto? ¿Por qué tantos guardias en cada cuarto? ¿Esconden algo? Nada de esto me da buena espina. 

—Creo que todos estamos de acuerdo en que esa señora es muy rara—demandó Samantha—. Nada en ella inspira confianza. 

—Creo que mi papá nos advirtió de algo sobre todo esto—refiriéndome a la nota — hay que tener mucho cuidado. 

La puerta se abrió y entraron dos guardias de uniforme azul y cascos arrastrando dos colchones dañados y los tiraron al piso. Con agresividad nos aventaron las sábanas y tres almohadas a cada uno. Estoy empezando a pensar que somos prisioneros y no invitados. 

Los guardias se fueron,cerraron la puerta y apagaron las luces. Otra vez solos los tres. 

—¡Es demasiado temprano para dormir! ¡Mínimo una película nos deberían dar!—gritó Joshua a los guardias, quienes lo ignoraron. 

Saqué el libro viejo de mi papá y me acomodé en el colchón y comencé a leer. Los chicos se acostaron y cerraron los ojos. Después de unos minutos, mis ojos comenzaron a cerrarse también hasta que me dormí. 

¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mira mi dibujo!—gritaba, mientras corría hacia mi mamá. 

Ella estaba sentada en el césped del patio, tenía con un vestido con flores rosadas y azules. Leía un libro sobre animales mitológicos, amaba esas historias. 

Había dibujado un león con cuerpo de humano y alas de murciélago gigantes, que estaba parado en el techo de nuestra cabaña. 

—¡Está hermoso hija! ¿Sabes que las niñas que tienen mucha imaginación hacen las cosas realidad? —mi mamá siempre le agregaba un "sabías qué" a lo que dijera. 

— ¡Sipi! ¡Ojalá existieran y fueran mis amigos! 

Llegó mi papá al patio, sonriendo y con dulces en las manos. 

—¡Llegó el repartidor! ¡Y trajo dulces! —gritó papá alegremente. 

— ¡Yeiii! ¡Llegó papi! 

Agarré mis lápices de colores y comencé a dibujar a mis papás comiendo dulces y hablando. 

Todo se puso negro y sólo escuché unas voces lejanas... 

—Cariño, no es bueno hacerle creer a Amelia que lo que imagine es real—  escuché a mi papá decir. 

—¿Y si...?

Me desperté un poco nostálgica, no recordaba tanto de mi infancia y es un milagro haber recordado eso. Solía pensar que mi mamá era diosa, que podía hacer todo lo que uno imaginara y hacerlo realidad. Desde esa noche no hablamos de mi mamá. 

Me quedé mirando el acolchado techo, metida en mis pensamientos y noté una línea de luz de la puerta. 

Estaba abierta. 

Decidí salir a investigar un poco antes de avisarles a Josh y Sam, que estaban dormidos. Joshua estaba boca arriba roncando, con la pierna izquierda en la espalda de Samantha, mientras ella dormía plácidamente de un lado. 

Asomé la cabeza por la metálica puerta y vi un largo pasillo blanco oscuro, ni una voz se escuchaba. Salí en puntillas, con mis calcetines puestos porque no quería que mis zapatillas hicieran mucho ruido. Me dirigí a la puerta verde que estaba en el medio del pasillo en donde se reflejaba pequeños rayos de luz. 

No alcancé a abrir la puerta porque alguien ya la había abierto por mí. 

Mary. 

—¡Hola Amelia! ¿Qué haces afuera?—exclamó Mary, esa pregunta no sonó a curiosidad sino a un poco de molestia. 

—Emm... La puerta estaba abierta, así que salí a explorar. 

— ¿Y tus amigos? ¿Están dormidos? 

—Sí, están dormidos... Oye, ¿Qué hacías allí? 

— Eso no es de su incumbencia, Señorita Foster—me respondió de una forma muy severa y fría—. Ya que estás afuera, ven y demos un paseo— replicó para quitarle frialdad a su anterior comentario. 

Caminamos por largos pasillos blancos, con moho, maleza y alguna que otra rata muerta. Llegamos a un gran ventanal que daba al centro del hospital. 

—Este es Fax, Señorita. 

Se veían pocas personas a diferencia de lo que ella había dicho. Estaban uniformadas, se notaban demacrados y delgados. Una niña me vió desde abajo y movió la boca diciendo "hola". Le respondí haciendo lo mismo, un guardia se dió cuenta de mi saludo y agarró a la niña del brazo y la llevó hacia una habitación. 

Esto no me gusta. 

—Como puedes ver no hay muchas personas, pero es porque es tarde y no hay muchas personas despiertas. 

Solo asentí, tengo que practicar sobre esto de quedarme corta y no saber que responder. 

—¿Sabes? Yo tenía una familia antes de todo esto— me comentó Mary, con la mirada perdida en el ventanal. 

—¿En serio? ¿Y cómo eran?— cualquier cosa que pueda saber de ella es importante. 

—Tenía un amable y noble esposo y una inteligente y hermosa niña... —respondió Mary con aire de tristeza. 

—¿Algo les pasó? 

Mary suspiró. 

— Mi esposo obtuvo la custodia de mi hija. Y desde entonces no sé nada de ella ni de él. 

—Lo siento mucho Mary... 

Ella me ignoró, me tomó de la mano y me llevó a un laboratorio cercano al ventanal. Habían todo tipo de líquidos y piedras. Una tabla periódica en el centro del mismo. Y un gran mapa que cubría casi toda la pared con periódicos pegados a él. 

—¿Ok...? ¿Qué hacemos aquí? —pregunté con curiosidad e indiferencia. 

—Aquí trabajo día y noche para saber el porqué del Gran Desastre. No he hecho casi ningún avance desde que empecé. 

—¿A cuáles descubrimientos ha llegado? 

—Hasta ahora, sólo dos. Uno, que estos híbridos son mucho más fuertes de lo que pensamos; y dos, que no fueron creados por arte de magia. 

—Bueno, esas dos conclusiones son muy obvias, ¿no cree? 

—Sí, lo son. Pero estas cosas no fueron creadas para el bien de la humanidad. 

Ella tenía razón. Ningún híbrido fue hecho para proteger a nadie. Desde el accidente, casi nadie ha podido vivir entre ellos y seguir vivo. 

Mary se acercó al gran mapa y señaló 8 puntos en específico del mismo. 8 países de dos continentes. Francia, España, Estados Unidos, China, Italia, Alemania, Venezuela, Corea del Sur. 

—Estos países son potencias mundiales. Entre los documentos que hallé del accidente, noté que estos 8 países son mayormente nombrados—dijo Mary señalando cada país— se dice que están tras este accidente. 

— Pero, ¿Qué tiene que ver cada país? 

— Eso es lo que tampoco sé. No hay nada que documente eso—dijo decepcionada Mary. 

Me quedé unos minutos en silencio analizando toda la información que acababa de recibir. Ya no es sólo un accidente, tal vez esto fue planeado. 

Mary me analizaba con la mirada. Esperaba alguna reacción o conclusión. De mí no obtendría nada, soy demasiado distraída para llegar a una conclusión inteligente. Y si por milagro llegara a tener alguna, jamás se la diría. 

—Bueno... Creo que ya me debería ir a dormir —susurré— asumo que ya es tarde. 

—Tiene razón Amelia. Buenas noches. 

¿Al menos una guía turística hacia el cuarto no? Aunque si lo pienso, es beneficioso. Puedo revisar el cuarto que Mary no dejaba que viera. 

Salí del laboratorio y solo vi oscuridad. Vi una luz verde en una esquina de la pared. Era un reloj que marcaba las 3:27 am. ¡Diablos! Qué tarde. 

Caminé por los largos pasillos, por mucho tiempo pensé que me había perdido hasta que vi la familiar puerta verde al final del pasillo. Miré a los lados en busca de alguien. 

Nada. 

Caminé lentamente hacia la puerta, giré el picaporte fijándome que no rechinara, y abrí la puerta. Vi algo blanco que asumí era el interruptor de la luz así que lo subí y se encendieron las luces. 

Un pequeño cuarto pintado de azul, con sólo un escritorio lleno de papeles. La pared estaba llena de páginas de libros de monstruos mitológicos. Algunos remarcados con la palabra "Este" en rojo. Revisé entre los papeles del escritorio; habían archivos de entradas y salidas de un presidente, notas de estudio sobre los monstruos, periódicos rotos... Hasta que hubo algo que llamó mi atención. Una bola de papel grueso estaba pegada a la parte de abajo de la silla. 

Desdoblé las hojas. 

¿QUÉ MIERDA ES ESTO? 
 




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