―Deseo no haberte conocido esa noche ―dijo Isabelle, haciéndole frente al genio en su baño, solo vestida con pijamas.
―Hecho ―dijo el genio con una sonrisa y chasqueo los dedos.
Isabelle no tenía idea de que sucedería ahora pero no había esperado esa sonrisa. Su cabeza comenzó a dar vueltas y vueltas, intento agarrarse de algo pero termino cayendo al suelo mientras todo a su alrededor se volvía negro.
Su ultimo pensamiento antes de perder la conciencia: he cometido un error.
Cuando despertó no recordaba ni cual era su nombre. Tenia la sensación de estar empapada y temblaba de frío en el suelo. Poco a poco los recuerdos comenzaron a llegar, como martillazos contra su mente, cada uno más doloroso que el anterior.
Una vez se dio cuenta donde estaba, no podía creerlo. Una vez más, se encontraba frente a un viejo y mal cuidado edificio de tres pisos. Se paro como pudo, dándose cuenta de que vestía su uniforme policial con su arma colgando del lado derecho de su cintura.
¿Qué había pasado? ¿Su deseo se había cumplido?
Miro hacia el tercer piso del edificio con sus ventanas hechas pedazos. Una luz verde brillante ilumino el cielo. Isabelle se encendió de ira y corrió hacía el edificio, subió las escaleras en un flash y cuando cruzo la puerta de metal se encontró con la sorpresa de que había alguien más frente al genio esta vez.
Un hombre gordo y mal vestido, se volteó de inmediato al escuchar a Isabelle y ella pudo ver de primera mano la luz de sus ojos morir mientras el hombre se desvanecía en el suelo. El genio la miro, lucía igual como la primera vez: como un cadaver.
Sus ojos negros la reconocieron, solo por un instante. Luego desapareció en una nube verde brillante, dejándola sola con el hombre en el suelo.
―Creí que ya no querrías verme ―dijo el genio a sus espaldas.
Isabelle se volteo y ahí estaba él. Joven, apuesto y poderoso. Su estomago se revolvió. Lo odiaba como nunca había odiado nada en toda su vida.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó.
El genio se encogió de hombros.
―¿Qué hay de mi deseo? ―preguntó.
―Cumplido ―dijo él.
―¿Y entonces que haces aquí? ―inquirió―. ¿Quien es ese sujeto en el suelo? ¿Y ese tú que acaba de desaparecer? ¡¿Qué hacemos aquí?!
―Haces muchas preguntas ―dijo riendo―, pero la cara que haces cuando no sabes lo que pasa vale oro.
―¡Basta de tus juegos! ―gritó―. ¡Dime que ocurre!
―De acuerdo, de acuerdo ―contestó con las manos en el aire―. Cambie el pasado, ¿si? Tú no te encontraste conmigo, mi yo del pasado, y ese pobre sujeto corrió tu suerte. Sus deseos no fueron ni la mitad de interesantes que los tuyos, pero los consiguió todos en una noche.
Isabelle trago saliva.
―¿Él tomo mi lugar?
―Algo así ―dijo el genio―. Eras tú o él; las veces que fuiste tú, él seguía con su vida, las veces que fué él, tú terminabas tú turno y te ibas a casa.
―¿Las veces que...?
―¿Por qué siempre tienes que preguntar todo? ―dijo con cansancio―. Tuviste tu deseo, yo obtuve lo que quise y bueno, ese tipo también.
Isabelle lo vio. Él hombre yacía inerte en el suelo, con los ojos abiertos mirando a la nada y una linea de saliva cayendo por su boca.
―¿Está muerto?
―Si.
―¿Y cómo es que obtuvo lo que quería? ―preguntó Isabelle, enseguida se dio cuenta que eso no era lo que le interesaba saber―. ¿Qué obtuviste tú?
El genio sonrió.
―¿No es obvio? ―preguntó, alzando los brazos en un gesto de "mirame".
―¿Todo esto para cambiar tu apariencia? ―preguntó Isabel confundida―. ¿No podrías haber hecho es con magia?
―Primero que nada, no solo cambie mi apariencia ―contestó, molesto―. Ser humano es algo más que la forma en la que te ves, ¿no crees?
―¿Humano? ¿Es eso lo que eres ahora?
―En toda su expreción ―dijo con una sonrisa ganadora.
―¿Pero...cómo?
El genio suspiro.
―Si debes saberlo...gracias a tí. A tu primer deseo, todas esas pobres almas culpables e inocentes que desterraste de la Tierra y que terminaron dentro de mí, gracias a ellas soy lo que soy ahora. Pero no te preocupes, gracias a tu ultimo deseo, ¡es como si no hubiera pasado en lo absoluto!
―Entonces...¿todos los que desaparecieron están de vuelta? ―preguntó confundida.
―Algo así.
―¿¡Podrías ser claro por una vez!? ―gritó enojada, desenfundando su arma y apuntándola contra el genio. El acto la sorprendió a ella tanto como a él, pero ambos se recompusieron de inmediato.
―Aquí ―dijo haciendo énfasis en la palabra―, nadie desapareció en primer lugar, por que no llegaste a pedir tus deseos. Ahora, el mundo que dejamos, lo que llamas el futuro, ese esta perdido.
―Eso no es lo que pedí ―dijo entre dientes, apenas entendiendo realmente la magnitud de las palabras del genio.
―No siempre obtenemos lo que queremos, ¿o si? ―pregunto sarcástico.
Isabel quito el seguro de su arma y algo en los ojos negros del genio tembló. ¿Así qué era cierto? Ahora es humano, pensó Isabelle con una sonrisa.
―Quiero que todos los desaparecidos vuelvan ―dijo Isabelle.
―Ya pediste tu deseo ―dijo el genio―, y ya no puedo darte más ni aunque quisiera.
―Trae al otro genio entonces ―dijo ella―, al que se acaba de ir. Que me de tres deseos más.
―Así no funciona ―explicó.
―¡No me importa! ―exclamó Isabelle―. Traelo, o te mato.
El genio rió.
―¿Crees que miento? ―preguntó Isabelle. Ella sabía de lo que era capaz.
El genio guardo silencio y la miro con una pequeña sonrisa. Ahora él también sabía.
―No funciona así ―dijo otra vez―. ¿Por qué no te olvidas de...?
Uno. Dos. Tres disparos.