Entre mundos y collares

Primer día, cinco clubes y cero planes

El sonido de la campana escolar no era nada del otro mundo…
Pero para Sonic Huchija, ese día marcaba el inicio de una vida que prometía ser cualquier cosa, menos normal.

—¿Entonces aquí es donde me voy a aburrir por los próximos años? —murmuró, con una sonrisa ladeada mientras se acomodaba la sudadera azul que le llegaba casi a al suelo.

El Instituto Daikō era enorme, moderno y lleno de estudiantes que se movían como enjambres entre pasillos y clubes. Pero Sonic no parecía impresionado… hasta que vio el gimnasio.

—¿Un equipo de baloncesto y fútbol? Ok... esto ya me interesa.

Apenas cruzó la puerta principal, un profesor lo interceptó con una carpeta:

—Tú debes ser Huchija, ¿cierto? Tienes cinco minutos para elegir un club, o te asignaremos uno de teatro por obligación.

—¿Y si me meto a todos? —preguntó con media sonrisa, solo para molestar.

—Eso no es un chiste. Firma aquí. —El profesor no bromeaba.

Sonic firmó con flojera, pero al ver los nombres de los clubes disponibles, algo dentro de él se encendió:
Baloncesto, Fútbol, Música, Baile… y sí, Teatro estaba marcado con un sello obligatorio.
—Maldita sea, caí en la trampa… pensó.

🏀 Primer contacto: el club de baloncesto

Al llegar al gimnasio, lo recibió una pelota en la cara.

—¡Perdón, perdón! —gritó una chica con uniforme del equipo femenino.

Sonic la atrapó con una mano antes de que lo golpeara y la giró con estilo en su dedo.

—Tranquila, estaba listo para recibirla. —dijo con una sonrisa mientras sus ojos carmesí brillaban un poco.

Desde las gradas, alguien lo miraba con atención: Kendo, el hermano de esa chica.

—¿Ese payaso acaba de coquetearle a mi hermana? —dijo, frunciendo el ceño.

Después del balón, la cancha

Sonic fue directo a probar con el equipo de fútbol. Hizo una jugada de lujo con una chilena que dejó a todos callados.

—Este tipo es bueno, pero raro… —murmuraban algunos.

Sonic solo reía mientras corría por la cancha como si nada.

🎭 Teatro: el castigo obligatorio

Y ahí estaba: el club de teatro.

—¿Qué hago aquí si no pienso actuar? —preguntó Sonic.

—Tú canta, tú baila, tú ríe... —dijo una chica fastidiada que también había sido obligada a entrar.

Era Emely. No lo miró directamente.
Pero él sí la miró. Con curiosidad. Con algo más.

—Tú me pareces conocida —dijo Sonic.

—No me hables si no vas a aportar algo útil —respondió ella, sin mirarlo.

Interesante..., pensó él.

🎶 Música y baile: donde Sonic brilla sin querer

Los clubes de música y baile fueron diferentes.
Ahí Sonic no molestó a nadie, solo cantó con una voz brutal y bailó como si el mundo lo siguiera con una cámara.

La chica del teatro —Emely— pasó por ahí, lo vio... y por primera vez, sonrió en silencio.

Kendo lo estaba esperando a la salida.

—Tú eres Sonic, ¿cierto?

—Sí, ¿tú eres el que me va a patear por mirar a tu hermana?

—No, pero si la haces llorar, no vas a poder correr lo suficiente —le advirtió.

Sonic levantó los brazos como si se rindiera, pero con una sonrisa burlona.

—Tranquilo, cuñi. Ni siquiera me conoce aún.

Kendo entrecerró los ojos.
“Cuñi”… este idiota ya me está cayendo bien y mal al mismo tiempo.

🌙 Final del día

Sonic salió del instituto mirando el cielo.

—Cinco clubes, una chica rara, un hermano protector, y cero ganas de quedarme quieto.
Esto… va a ser divertido.

Y mientras se alejaba, su muñequera con el símbolo de los Gatos de la Noche brilló débilmente, como si sintiera que algo se estaba despertando.




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