El lunes amaneció como cualquier otro.
Pero algo en el aire se sentía diferente.
Sonic caminaba hacia su casillero, escuchando música por uno de sus audífonos, cuando notó que los pasillos estaban más vacíos de lo normal. Muy silenciosos.
—¿Qué demonios pasa hoy…? —murmuró.
Entonces los vio.
Cinco personas vestidas completamente de negro, con abrigos largos y símbolos de gatos dorados bordados en el pecho, caminaban por el pasillo central como si fueran dueños del lugar.
Estudiantes los miraban desde lejos, susurrando.
—Son ellos… los Gatos de la Noche.
Sonic frunció el ceño.
Uno de los encapuchados se detuvo justo frente a él.
Le quitó la capucha con una mano lenta.
—Así que tú eres Sonic Huchija… El chico con ojos carmesí, buen con los pies y con los besos. —El tono era burlón, pero serio.
—Depende. ¿Quién pregunta? —dijo Sonic, sin moverse.
—Soy Kai, segundo líder del clan Gatos de la Noche.
Tu nombre ha llegado a nuestros oídos… y a los del gran líder.
Queremos que te unas a nosotros.
Sonic rió. No porque le hiciera gracia… sino porque le parecía absurdo.
—¿Unirme a un clan secreto que aparece en escuelas para reclutar estudiantes? Paso.
—¿Estás seguro? Podrías despertar tu verdadero poder. —Kai entrecerró los ojos—. Tu muñequera ya lo sabe.
La muñequera de Sonic, la que tenía el símbolo de los Gatos de la Noche, emitió un leve brillo púrpura.
Sonic la cubrió rápidamente con la manga de su sudadera.
—No estoy interesado —repitió.
Pero entonces, Emely apareció entre la multitud.
Caminó con tranquilidad hasta ellos.
—¿Problemas? —preguntó, como si hablara del clima.
Kai la miró.
—¿Eres tú la chica que lo doma a besos?
—Más o menos. Pero solo lo hago cuando se pone tonto —dijo ella, con una sonrisita.
Y sin decir más, se acercó a Sonic, lo agarró del cuello de la sudadera y le dio un beso en la boca.
Corto, firme, directo. Como si ya lo hubiera hecho mil veces.
Los encapuchados se quedaron en silencio.
Sonic… también.
—¿Tú también formas parte del clan? —preguntó Kai.
—No. Pero mi padrastro es el líder —respondió Emely, mirando a Sonic con calma—. Y si Sonic quiere protegerme, como dice, tendrá que saber en qué mundo nos estamos metiendo.
Sonic la miró fijo, todavía en shock por el beso.
—Tú… ¿estás loca?
—No. Solo decidida.
Kai sonrió y le entregó una carta con un sello negro en forma de gato.
—La invitación queda abierta. Pero no por mucho tiempo.
Y así como llegaron, los Gatos de la Noche desaparecieron por el pasillo, dejando murmullos, tensión… y a Sonic con el corazón a mil.
Emely se quedó a su lado, cruzada de brazos.
—¿Estás molesto por el beso?
—No. Estoy molesto porque... no me avisaste —dijo él, aún confundido.
—¿Y desde cuándo te aviso? Tú haces estupideces sin previo aviso todos los días.
—Tienes razón. Pero esto es trampa…
—¿Sonic?
—¿Sí?
—Respira. Solo fue un beso.
—Ese es el problema.
Ella rió, y lo empujó suavemente con el hombro.
—Vamos. No te desmayes. Todavía no te he besado de verdad.
Sonic se llevó una mano al pecho, como si tuviera un infarto.
—Estoy tan jodido contigo…
Ella guiñó un ojo y se fue caminando como si nada.
Desde la azotea, Ryo y Kendo miraban la escena con binoculares.
—Otro beso. Esta vez en la boca. ¿Lo anotamos como oficial? —preguntó Ryo.
—Ya no sé si tengo que proteger a mi hermana… o a él —respondió Kendo con un suspiro.