Entre Muros Grises

Capítulo 7

—¿Crees que algún día saldremos de aquí? —pregunta en tomo melancólico, observando con poca felicidad aquel muro que solemos ver cuándo nos reunimos.

—No lo sé, Han —digo porque es cierto—, no lo sé...

—Nunca te imaginaste cómo... No lo sé... —niega ella con la cabeza al tiempo que esboza una sonrisa amarga—. Tú sabes... Viviendo en ese tipo de lugares vivos, libre de toda esta mierda.

—He vivido toda mi vida en este lugar, estoy acostumbrada a ver esta mierda todos los días. Imaginarme en otro lugar me resulta difícil, Hannah.

—Tu eres Bell la pesimista, yo soy Hannah la optimista ¿Recuerdas?

Sonrió levemente observando una vez más el muro que siempre miramos. Está lleno de colores. Antes, mucho antes, mucho, mucho antes de que lo viéramos no era más que un muro gris; simple, aburrido, tonto, patético. Nada especial. Luego lo tocamos con pinturas de todos los colores y lo simple se convirtió en vivo. Lo único totalmente vivo que hay en el lugar dejando de lado a... No importa. El caso es que es el lugar más colorido que hay. Creado por nosotras. Creado para nosotras.

Hannah Rives es para mi casi lo que se puede llamar una amiga. No trabaja, no estudia, no hace nada más que cuidar de sí misma y tal vez, sólo tal vez, de mi. Resulta agradable puesto que su caso es mucho más lamentable que el mío y el de Lucas. El trabajo que tiene su madre no es para nada bueno en comparación al de mi madre, tampoco es bueno el de su padre. Siendo sincera, no encuentro nada bueno en vender tu cuerpo y vender drogas para conseguir dinero, pero cuando las personas quieren salir a flote en condiciones deplorables, lo que menos importa es cómo lo haces.

La conocí desde que tenía catorce años. Se encontraba sola en la esquina de una calle ebria, una parte de mi, sólo una pequeña parte me obligó a llevarla a su casa dado que lo que decía mientras estaba ebria era que se iba suicidar, así que me di la oportunidad de hacer algo bueno en esta jodida vida. La deje en su casa, sana y salva, a los pocos días apareció en el mismo lugar parada sobria con un impulso de acercarse a mi. Tal vez su impulso se debió a que sentía la necesidad de agradecer el gesto que hice por ella, tal vez simplemente se sintió mal de que la hubiera visto en tales condiciones, o simplemente creyó que merecía algo de ella. Realmente no sé por qué diablos se acercó a mi, lo único que sé es que después de unos cuantos días su compañía resultó agradable.

A Lucas no le agrada, y a ella no le agrada Lucas. Ambos tienen una rivalidad extraña desde el momento en que se ven o en que escuchan que pronuncio una sílaba de su nombre. En cuestiones de esta rivalidad Hannah es la más testaruda, puede que sea por el simple hecho de que pasó más tiempo con Lucas que con ella, es decir, en caso contrario yo me sentiría igual. Ella es de pocos amigos, nunca la he visto con nadie más que con su padre o su madre.

—Bell —la rubia de ojos verdes, nariz respingada, piel blanca, y estatura pequeña se dirige a mi.

—¿Uhmm? —quito la vista del muro para posarla en ella.

Nos encontramos sentadas en el concreto con la espalda recostada en el muro gris detrás de nosotras. A diferencia de la mayoría de lugares este no huele tanto a humedad y orines, podría decir que es una zona deshabitada.

—El día de ayer vi a un chico y...

—Dejame adivinar, estaba bueno.

—¿Qué?, No. Es decir, sí, pero... —expulsa un gruñido de frustración al tiempo que restrega con desesperación sus manos en su rostro. Una pequeña sonrisa se forma inevitablemente en mis labios—. No hables hasta que termine, ¿Si? —simplemente continúo con la sonrisa en mis labios—. Ayer vi a Lucas y...

—Oh, entonces Lucas se volvió bueno.

—¡Bell! —exclama en mi dirección enfurruñada.

Levanto mis manos en señal de paz tal como lo haría aquel que es amenazado con un arma.

—Está bien, ya no diré nada.

—El día de ayer vi a Lucas caminando por la calle, iba de acompañado de un chico que... ¡Dios! —pone una mano en su pecho con dramatismo haciendo que ruede los ojos—. Se notaba a lenguas que no era de aquí. Tenía eso que nosotros no poseemos demasiado, tenía...

—Luz —interrumpo, aunque prometí no hacerlo—. Es Duncan, y sí, no es de aquí, es de Los Ángeles.

—Así que tú también lo conoces —arquea una ceja en actitud pícara.



#49377 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

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