Entre Muros Grises

Capítulo 11

—Han, ¿has pensado en volver a estudiar? —pregunto en dirección a la rubia. Ella me regala una de esas tantas miradas de: "¿Qué pendejadas estás diciendo?", cuando en realidad hablo muy seriamente; al cabo de unos minutos suelta un suspiro hondo mientras mete las manos dentro de los bolsillos de su sudadera color dorado.

—Sabes lo que pienso sobre ello, Bell...

—Lo sé, claro que lo sé —Maxon pasa por mi lado rozando mi pantalón con su pelaje, admiro la manera en que su semblante es bastante sombrío. El barrio por el que vive Han no es menos seguro que en el que vivo, me reconocen pocos, así que lo mejor es estar atento ante cualquier altercado posible—. Pero, tal vez puedas distraerte, no tengo idea de qué es lo que haces en todo el día.

—Si te preocupa que me este metiendo heroína...

—Han, sé a la perfección que tu no eres de esas personas que se meten cocaína hasta por el trasero; puede que no hagas nada, pero tal vez eso te haría sentir mejor.

—Lo dices como si necesitara un maldito psicólogo —detengo mis pasos sintiendo la furia recorrerme poco a poco, tomo su muñeca con fuerza tomándola por sorpresa.

—No, pero si necesitas una maldita pastilla que te haga sentir bien contigo misma —no tarda en retirar bruscamente su brazo de mi agarre—, es un poco lamentable que no existan ese tipo de pastillas porque de lo contrario haría que te las tragarás una por una —sé que sueno cruel, pero no retiro lo dicho, ni siquiera cuando noto como su vista se nubla y pasa su mano por la zona afectada.

—Me siento bien conmigo misma —trata de sonar firme pero su voz sale de manera temblorosa y débil.

—Una persona que se siente bien consigo misma es una persona que no se autodestruye. Es una persona que busca el bien para sí misma en vez de el mal —entonces, a pesar de su inestabilidad vuelvo a tomarla por la muñeca hasta tenerla a pocos centímetros—, es una persona que no se corta las venas como si fuera una suicida —una lágrima cae por su mejilla pero eso hace que me ablande. He vivido demasiada mierda como para ablandarme ante un par de lágrimas. Agradezco infinitamente que el callejón por el que pasamos esté solo, he visto casos de personas que se enojan al ver una marca o comportamiento suicida en otras, digamos que les ayudan de manera mas fácil a conseguir lo que desean—. Dijiste que no ibas a hacerlo —gruño, acusándola con mi dedo índice, de reojo noto como Maxon se tensa. Es como si compartiera mis sentimientos—, dijiste que lo dejarías.

—¡No es tan fácil! —exclama con voz rota, retengo el impulso de querer meter su cabeza por una alcantarilla.

—Hannah...

—¡No sigas, Bell! ¡No hagas como si supieras como me siento, porque no lo sabes! ¡No tienes idea de cómo me siento!

—¡¿Crees que no me he sentido así nunca?! ¡¿Crees que aveces no me he sentido como si no valiera nada?! ¡¿Como si nada en la vida importara?! —exploto—. ¡Vivo en una maldita casa rodante! ¡Apenas y tengo para la comida y las necesidades del hogar! ¡Apenas y hablo con mi madre, la tuya al menos se preocupa por ti a pesar de tener un trabajo de mierda! ¡Tengo que ir y venir del trabajo, trabajo que ahora no tengo!, ¡Deberías estar feliz de estar viva!

—¡No soy como tu, ¿si?! —como un soldado cansado de la batalla cae de rodillas al suelo, suena tan rota que de inmediato me callo—. No soy como tú, Bell... No puedo... No me siento bien con nada, ni siquiera conmigo misma. No tienes idea de las veces que quise... que me da asco mi piel, me da asco ser yo... —trago saliva parada a unos metros de ella. Observo como lágrimas silenciosas caen en cascada por sus mejillas. 

Note aquel comportamiento unas semanas después de conocerlos, era muy evidente pero en ese entonces para mi ella era una desconocida. Las cosas han cambiado, Han ya no es una desconocida. Es una amiga que se hace daño así misma y eso me afecta, me afecta más de lo que me gustaría. Había dejado de hacerlo, lo había dejado de hacer. Comienzo a cansarme de verla mirarse al espejo como si fuera poca cosa, cuando es una de las mejores personas que entre estos muros se puede conocer. He llegado a deducir sus sonrisas falsas, he llegado a presenciar las verdaderas, y he llegado a estar con ella en los momentos en los que está rota.

Sé que probablemente sonaré egoísta, sé que no sonaré como una buena persona, y sé que no sonaré como alguien confiable, pero camino hasta estar cerca de ella y me acuclillo tratando de adquirir la altura suficiente para estar frente a sus ojos. Sé que ella siente mi cercanía, noto como su cuerpo se tensa en repuesta y, poco después, levanta la cabeza permitiéndome ver sus ojos azules enrojecidos por el llanto previo.



#49374 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.