Capítulo X
---- ¡Vamos, Jess con fuerza!... ¡sigue!, ¡uno!, ¡dos!, ¡tres!... ¡Repite!... ¡uno, ¡dos!, ¡tres!... ¡golpea!, ¡repite!, ¡golpea! --- siento las gotas de sudor deslizarse por mi rostro y seguir su recorrido hasta perderse por las hendiduras de mis pechos. No es incómodo para mí, al contrario, es sentir que cada uno de mis problemas se va con ellas.
¿Falsa ilusión?, tal vez, pero es un potenciador de energía natural.
Y me sirve.
Mi corazón está acelerado, al ritmo de mi respiración.
Steven está descargando su molestia por haber faltado dos días al entrenamiento, y yo la estoy aprovechando para descargar la cantidad de sentimientos que Ian ha desencadenado con su llegada.
Repito la serie y golpeo sus guantes acolchados con toda la fuerza que mi desvelado y cansado cuerpo puede generar.
Luego de haber descargado todo lo que sentía en llanto, risas y música dentro de mi antigua habitación, me di cuenta tras una larga jornada de recapacitación y toma de consciencia, que otorgarle el poder a Ian de volver a generar algo en mi vida, era una pérdida de tiempo.
Ya había pasado por eso antes, y definitivamente no estaba interesada en volver al camino del que tanto trabajo me costó salir.
Desde que se había ido y me había dejado con la falsa excusa de un reencuentro cercano, había generado en mí un cambio significativo. Nunca más volví a ser la chica de ilusiones, corazones y esperanzas desorbitantes; esas circunstancias negativas en mi vida me llevaron a encontrar mi verdadera naturaleza, me enseñó. Con ello evolucioné y crecí.
Fue bueno por un tiempo, pero el haberme comportado de tal forma anoche y el haber dejado que me afectara tanto, marcó un retroceso en ese largo proceso de sanación por el cual había tenido que pasar.
Y realmente, si algo tenía muy en claro, es que no dejaría que mis emociones se entrometieran de nuevo.
Yo no era la misma chica que él conoció, y tenía que volver a recordarlo si quería evitar caer otra vez en ese maldito agujero negro.
Steven contacta sus ojos oscuros conmigo y levanta una mano. Señal para hacer que me detenga. La respiración se me entrecorta.
--- dos minutos de descanso. Hidrátate y te espero en el cuarto de estiramiento. Ya ha sido suficiente por hoy.
Su voz resulta aterciopelada y dulce cuando no estamos en el entrenamiento. Es un gran sujeto, y me ha dado la suficiente confianza como para considerarlo un amigo. Cinco años de preparación continua con él, nos ha acercado bastante.
Hace una mueca con su boca al tiempo que se levanta. Sus casi metro noventa y dos, unido a un cuerpo moreno, corpulento y bastante preparado, le otorgan una imagen un tanto intimidante.
Mi cuerpo de duende deprimido tiene que alzar un poco los ojos y la cabeza para poder verlo a la cara.
--- y Jess…
--- ¿Sí? --- vuelvo la mirada hacia él y observo sus ojos marrones mirándome con cierto aire de comprensión.
--- trata de llevar esos pensamientos a un lugar más tranquilo ¿de acuerdo? --- me aconseja, justo antes de golpear con suavidad mi frente con su dedo medio --- sabes bien que no le harán nada bueno a tu cuerpo. --- dicho eso, se marcha.
Vuelco los ojos al notar que se ha percatado de mi distracción y tomo el pote del agua.
La mitad del líquido termina bajando por mi garganta en menos de veinte segundos.
Antes de reunirme de nuevo con él, voy al casillero y reviso el celular. Había quedado en encontrarme con Dulce María y Mia luego de haber enfrentado esta mañana un registro con cincuenta llamadas perdidas y treinta mensajes en la bandeja de entrada.
Estaban molestas, y las entendía, pero al parecer la compensación por haberlas asustado, preocupado y desquiciado todo lo que restaba de la madrugada, era ir a la feria del centro que estaban inaugurado hoy y pagar por una guerra de paintball que tenía promoción hasta el viernes de la otra semana.
Habían jugado bien las fichas y ahora estaba obligada a asistir.
“Sé que estás moviendo la inexistente grasa de tu esqueleto, pero no se te olvide que hoy a las seis tienes cita especial. No se te ocurra faltar”
Le respondo con dos simples emojis y cierro la conversación. Luego de eso, me dispongo a llamar al club para ubicar mi automóvil.
Por estar pensando en Dios sabe que cantidad de cosas, había olvidado que llegué a casa de mamá en el auto de Ian y que mi precioso automóvil, lo había dejado abandonado en el aparcamiento de la discoteca.
Tres tonos después, la voz de una chica aguda y sutil, me recibe del otro lado de la línea. Tras una corta conversación, la misma chica me informa que mi automóvil ha sido enviado esta mañana a primera hora a casa de mamá y que no existe inconveniente alguno por haber pasado la noche en el aparcamiento. Que el dueño del local ha hecho caso omiso al suceso y él personalmente ha contratado a alguien para transportarlo hasta allá.
Cuelgo la llamada dándole las gracias y sin poder evitar sentir una extraña sensación en la boca del estómago.