"Entre notas y Café."

Capítulo 1: "Dia Caótico."

El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas, pintando rayas doradas en el suelo de madera pulida del café. Con mi delantal ajustado y una sonrisa lista en el rostro, me preparaba para otro día en el trabajo. El aroma del café recién molido llenaba el aire, prometiendo un día lleno de posibilidades.

Cuando me acerqué al mostrador, mis ojos se posaron en una figura solitaria que se acercaba con cautela. Un joven de cabello oscuro y ojos verdes claros que evitaban cualquier contacto visual. Me pregunté qué la había traído al café esta mañana y qué pensamientos se escondían detrás de esos ojos cautivos.

"¡Buenos días! ¿Qué puedo servirte hoy?" saludé con entusiasmo, tratando de infundir un poco de calidez en la fría mañana de invierno.

El joven murmuró su pedido en voz baja mientras escribía en una pequeña libreta. Observé con curiosidad cómo sus ojos verdes claros se deslizaban por las páginas mientras tomaba nota.

"Un café con leche, por favor", decía la nota con letra cuidadosa.

"¡Claro, enseguida lo preparo para ti!" respondí con una sonrisa, mientras comenzaba a trabajar en el pedido.

En el momento que preparaba el café, no podía apartar la mirada del joven. Me intrigaba su silencio y su reserva. Quería conocerlo, descubrir qué pensaba y qué lo hacía sonreír.

"¿Cómo te llamas?" pregunté, tratando de romper el hielo y establecer una conexión.

El joven levantó la mirada, sus ojos verdes claros llenos de sorpresa por la pregunta inesperada. Después de un momento de vacilación, escribió su respuesta en la libreta.

"Soy Lee Haen", decía la nota con letras cuidadosas.

"Es un placer conocerte, Haen. Soy Roseanne", respondí con una sonrisa cálida, entregándole el café.

Haen tomó la taza con manos temblorosas, agradeciéndome con otra nota escrita a mano. "Gracias", decía la nota con letra cuidadosa.

A medida que el día avanzaba, no podía dejar de pensar en Haen. Su presencia había dejado una marca en mí, despertando una curiosidad y un deseo de conocerlo mejor.

Al final del día, cuando cerré el café y me preparé para regresar a casa, supe que aquel encuentro con Haen había marcado el comienzo de algo especial en mi vida. Una historia que aún estaba por escribirse, llena de sorpresas y, tal vez, un amor inesperado.

Ya en casa, el frío del día se disipó con el cálido abrazo de mi apartamento. Hank, mi fiel compañero siberiano, trotaba alegremente detrás de mí, con su cola peluda agitándose con entusiasmo. Mientras dejaba mi bolso en el sofá, mis ojos se posaron en Emily, mi sobrina adolescente, sentada frente a la televisión, absorta en algún anime colorido.

"¿Qué tal tu día, Hank?" murmuré mientras acariciaba su pelaje suave.

Mi atención se desvió hacia Emily, quien apenas notó mi presencia hasta que Hank se lanzó hacia ella, buscando una caricia.

"¡Hola, Emily! ¿Cómo estás?" pregunté, sorprendida por su llegada inesperada.

Emily apartó la mirada de la pantalla por un momento, levantando una ceja con una sonrisa traviesa. "¡Hola, tía Rosé! Estoy bien, gracias. Solo disfrutando de este anime genial", respondió, señalando la televisión.

Con una sonrisa irónica, me acerqué a ella. "¿Y cómo entraste si la puerta estaba cerrada?" bromeé, sabiendo que mi sobrina siempre tenía un truco bajo la manga.

Emily rodó los ojos con diversión. "Por la ventana, por supuesto", respondió con naturalidad.

"Oh, claro", respondí sarcásticamente, "porque la gente normal siempre entra por la ventana en lugar de la puerta".

Emily soltó una risa contagiosa mientras se levantaba del sofá para abrazarme. "Lo siento, tía Rosé. No pude resistirme", admitió entre risas.

Sacudiendo la cabeza con una sonrisa, le devolví el abrazo. Aunque su visita fue inesperada, no podía evitar alegrarme de verla.

"Está bien, Emily. Me alegra verte aquí", dije sinceramente, antes de dirigirme a la cocina para preparar algo de cenar.

Mientras Emily volvía a sumergirse en su anime y Hank se acurrucaba en su lugar favorito en el sofá, me sentí agradecida por tener a mi familia cerca. Aunque nuestros encuentros a veces eran caóticos y llenos de bromas, no cambiaría nada por el mundo.

Con manos a la obra Emily y yo nos adentrábamos en la cocina, el aroma reconfortante de la cena comenzó a llenar el apartamento. Mientras cortaba las verduras, no pude evitar dejar escapar una risa.

"¿Te escapaste de casa de tu mamá, tal vez?" bromeé, sabiendo que mi hermana a veces podía ser un poco estricta.

Emily soltó una risa traviesa mientras revolvía la salsa en la estufa. "¡Sí, algo así!" admitió con una sonrisa.

En ese momento, tomé un sorbo de agua y, al escuchar la respuesta de Emily, casi me atraganté. Tosí con fuerza mientras ella me miraba con preocupación.

"¿Estás bien, tía Rosé?" preguntó, dejando de revolver la salsa y acercándose a mí.

Después de recuperar el aliento, le lancé una mirada juguetona. "Tu mamá va a matarme. ¿Por qué no le dijiste que estabas aquí?" bromeé, tratando de ocultar mi preocupación detrás de una sonrisa.

Emily soltó una risa nerviosa mientras se encogía de hombros. "Lo siento, tía Rosé. Quería sorprenderte", admitió con una sonrisa culpable.

Sacudiendo la cabeza con una sonrisa, le di un suave golpe en el hombro. "Bueno, la próxima vez, asegúrate de avisarle a tu mamá. No quiero ser responsable de arruinar tus planes", bromeé, antes de volver a concentrarme en la cena.

 Juntas en la cocina, el ambiente se llenó de risas y conversaciones animadas. Aunque a veces nuestras travesuras podían meterme en problemas, no cambiaría por nada los momentos que compartíamos juntas.

El sonido del timbre resonó a través del apartamento, interrumpiendo momentáneamente nuestra conversación animada en la cocina. Emily se tensó de inmediato, su expresión de diversión se transformó en una mezcla de ansiedad y pánico.

"¡Oh no, es mi mamá!" susurró Emily, mirándome con ojos suplicantes. "Por favor, tía Rosé, tienes que esconderme".




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