"Esto no es un adiós, sino un hasta luego" Le sonreí al enemigo nocturno, mi colchón.
Le quité la valija y la lancé al suelo.
Aún lo seguía asimilando. Me hallé un paso más cerca de Star y eso me erizó la piel.
Bajé las escaleras mirando cada foto sobre la pared. Mis recuerdos más nítidos nacían a partir de mis ocho años, el resto se convirtió en un cuaderno borroso... Sin embargo, destellos de oscuridad sacudían mi cabeza. Devastación, voces suplicando piedad, pesadillas que me bañaban en sangre. Siempre he intentado ignorarlas, pero no podía vivir toda mi existencia de esa manera. Luego Star, mi consuelo, traía calma ante la destrucción, un delirio que liberaba mi alma.
En el último peldaño, mis ojos no evitaron detenerse en aquella foto. Alzando la espada con orgullo y mi madre en plena carcajada contemplando mis bigotes hechos por su delineador negro. En los hombros de mi padre, con una sonrisa, logramos conquistar el patio de casa.
—Fue un lindo día —Escuché la voz de Bob a mis espaldas.
Sabía que no se iría al trabajo sin despedirse. No pude evitar sonreírle y al mismo tiempo, sonrojarme por ello.
Miró la manzana entre sus dedos y le dio un mordisco.
—Lo conseguiste... ¿Has hecho trampa? —preguntó crujiendo la fruta.
—¿Por qué mi padre no confía en mí? —interrogué con énfasis en cada palabra, dando golpecitos al barandal de la escalera.
—Claro que confío en ti, hijo.
Me lanzó su manzana.
—¿Te divertiste con la encargada? —cuestionó alzando las cejas. Fruncí los labios y al tener un silencio como respuesta, continuó con un fuerte suspiro—. No quería que te fueras...
Antes que pudiera terminar, bajé el último peldaño y fui directo a rodearlo entre mis brazos.
—Te extrañaré, papá —Aprecié las manos de mi padre regresando el apretón en uno de esos abrazos que pocas veces se daban en la vida—. Cuida a mamá de mi parte.
Tragó saliva y me asintió con una escondida curva.
—Hijo.
A punto de agarrar el picaporte, volteé la mirada.
—Cuando sientas que vas a rendirte, recuerda por qué empezaste.
Y sonando los tambores de Dream en mi cabeza, fui directo al puerto. La ciudad era una conmoción, bocinazos en cada esquina, personas cortando las calles, era festividad que hacía años no se vivía en el país.
Y ni el frío iba a desaparecer la comparsa de la familia Stone, me generaba un movimiento pélvico que era difícil de creer como no me descaderaba. Estaba feliz, motivado, la adrenalina corría por mis venas.
Aunque en mi júbilo, olvidé lo lejos que quedaba el puerto. Tres veces en un día, las ampollas de mis pies parecían una copia de los tambores de los Stone.
Al finalmente llegar, y por supuesto, cojeando, no resultó un enigma saber entre todos los barcos cuál era el que se dirigía a Dream.
Era enorme, de un blanco puro que reflejaba la luz del sol como un potente rayo láser capaz de dejar ciego a cualquier valiente que se atreviera a observarle.
—Esto parece una de sus pruebas —comentó un joven apretando sus puños sin parpadear, sus pupilas se encontraban secas, pero él no dejaba de ver el brillo reluciente de la pintura—. ¡AAAAHGG! Resistiré a como dé lugar.
Lo miré de reojo y me alejé lentamente.
Fui uno de los últimos en subir, no llevaba prisa sino quería que estallara en cualquier momento las bombas de mis pies. Empujando ligeramente a algunos padres molestos, logré acercarme a la entrada.
Acomodé mi traje y arribe al barco.
La gente caminaba hacia delante, en diagonal, cruzado, incluso hacia atrás. El sonido de las maletas formando el mismo compás al rebotar en las escalinatas. Sin ser aún Dream, ya era un completo caos.
Tan grande el salón de ingreso, que casi me declaraba por perdido. Entre la marea de gente logré ver al viejo G.G... Y desapareció como un truco de magia.
Me declaré perdido.
Resultaba tan incómodo avanzar con el dolor de mis pies, que en un giro programado con la intención de buscar alguna puerta, se convirtió en una media vuelta. Un bolso ubicado justo detrás mío, inexplicablemente a dos centímetros de mi talón, era voltear y tropezar... En fin, cabeceé el suelo.
Sobre el aire, tomé la decisión de caer con estilo. Cuerpo sereno tranquilizando mis pulsaciones en cada respiración, y de paso... aprecié el tenue calor de la madera. Suave, quién diría que un trozo de suelo sería tan esponjoso.
Bien invertidas las finanzas de Dream. Se notaba la calidad.
Algunas suelas rozaban mi cabeza, nada de otro mundo, era bastante razonable si lo pensabas, los tobillos tenían que golpear con toques blandos en las costillas, una que otra pisada en la espalda de algún distraído, me tendría que acostumbrar.
Todo era maravilloso en el bajo mundo. No había sido tan complicado adaptarse, pero una mano asomó por mi oreja.
—Lo siento... ¿Te encuentras bien?
—Estoy en proceso de adaptación.
Su voz, la forma tan sensible con la que hablaba, prácticamente tenía que quitarme la oreja y ponerla frente a su boca.
Me levanté sin ayuda de nadie y sacudí mi traje.
—¿Era necesario dejar el bolso allí? —acaricié mi bochecha adormilada.
—El mango —Me mostró el trozo de manija destrozada colgando entre sus dedos—. No era mi intención.
—Está bien... —Su rostro se cubría de largos mechones negros que me impedían ver sus ojos. ¿Cómo podía caminar de esa forma? Era una nueva duda por resolver. Percaté que mi ojeada la estaba incomodando—. Solo me caí.
—Yo... —Me observó, luego miró su bolso en el suelo y me volvió a mirar levantando su manija.
¡Necesito un intérprete!
—En serio, no te preocupes.
Ella me asintió al instante apretando sus labios.
Era una maleta pequeña con varios parches de colores, la recogió para llevarla bajo su brazo, a estos, los cubría por una fina tela negra que hacía juego con sus guantes.
—Tranquila. Libo —Alcé el brazo. No podía recordar haberla visto por las calles de la ciudad. Supongo que era de alguno de los países cercanos. Esta vez, fue Islandia el centro de reunión.